La novedosa cuarentena trae consigo un montón de cambios en nuestra rutina que indefectiblemente, en algún momento, podrán evidenciarse en nuestras mascotas. Con el paso de los días muchos perros y gatos han visto modificada su vida, y adaptarse a nuevos hábitos de convivencia no siempre es fácil.
En general las mascotas más o menos han aprendido los tiempos y las formas que se manejan en su familia, que básicamente podían resumirse, hasta no hace mucho, en pasear, hacer las necesidades, comer, jugar, ver cómo la casa queda sola producto de las obligaciones laborales de las personas, recibir a la gente en la tarde, pasear, quizá jugar nuevamente y luego dormir.
Ahora la jugada es distinta, y por ende perros y gatos pueden modificar su comportamiento de siempre. Lógicamente no es lo mismo convivir con un perro que con un gato, y, del mismo modo, no serán iguales las medidas a tomar con una u otra especie.
Perros
Debido a la imposibilidad de realizar paseos largos destinados a contemplar sus necesidades energéticas y de esparcimiento, quizá se los deba suplir, por ejemplo, con juegos. Pero si tiene todos los juguetes en el piso todo el tiempo seguramente no logremos que el animal se entretenga solo, ya que debe interactuar con alguien. Al tener acceso a los juguetes, rápidamente se dará cuenta de que morder una pelota no necesariamente logra llamar la atención del resto de la familia. Sin embargo, cuando muerde el control remoto, una media o ropa interior logra captar a alguno de nosotros, y para el perro eso sí es un juego.
Por lo tanto, controlar los momentos lúdicos logrará no sólo contemplar su necesidad de compartir con el grupo, sino que además, de ser constantes, disminuirá los comportamientos erráticos destinados a llamar la atención. Lo ideal es levantar los juguetes y proponer nosotros una instancia lúdica. Esta interacción deberá ser con sus juguetes y por un tiempo aproximado de diez a 15 minutos dos o tres veces al día. De esta manera el perro sabrá que durante el día jugará entre 30 y 45 minutos, y en consecuencia disminuirá sustancialmente las demandas dentro de casa.
Después de ese tiempo conviene dejar los juguetes fuera de su alcance y proponer una actividad que redireccione su comportamiento. Alimentos dentro de objetos huecos, orejas o huesos comestibles y otros anzuelos sirven para distraerlo y que no moleste mientras realizamos otra tarea.
Si hay niños en casa, es buena cosa aprovechar el juego para que interactúen con la mascota en los momentos adecuados. Más allá de que el perro pueda tener el temperamento de la madre Teresa de Calcuta, en una convivencia tan estrecha puede verse irritado por las constantes demandas de contacto y juego de los niños, y así desarrollar conductas agresivas que, de no consultar con un veterinario, pueden derivar en problemas serios.
Realizando simplemente una modificación en la manera y los tiempos de juego, el perro puede adaptarse. Así sabrá que durante el día habrá un paseo corto, dos o tres juegos y pasatiempos culinarios mientras hacemos otra cosa, y sobre todo ambientes predecibles y claros.
Gatos
Si bien en cuanto a juegos ocurre casi lo mismo, hay un detalle: los felinos domésticos dividen sus áreas territoriales según distintos intereses. Y la zona de aislamiento es fundamental. A los gatos les gusta pasar de seis a ocho horas solos, en un estado de somnolencia, pero en lugares elevados. Por eso utilizan el ropero, la heladera, la mesada, el sillón y otros sitios para tal fin. Sin cuarentena, acceder a ellos resulta bastante fácil. Cuando se quedan solos, lo hacen.
Sin embargo, cuando estamos todo el tiempo en el mismo lugar los gatos pueden estresarse, con lo que se provocan comportamientos ligados a la ansiedad o a la agresividad. Por lo tanto, cuarenteneando con ellos debemos modificar el ambiente del hogar. La solución pasa por otorgarle al minino un espacio elevado donde pueda echarse y evaluar el entorno desde arriba, sin que tal pasatiempo se vea interrumpido por niños o por el paso de personas. Puede ser una especie de estante en la pared que hasta ahora destinábamos a otra cosa, por ejemplo.
Descartadas estas generalidades, los problemas de comportamiento pueden surgir por otros motivos. Por eso la medicina veterinaria se considera esencial; no estamos únicamente para diagnosticar y denunciar enfermedades zoonóticas, sino también para brindar soluciones a cambios de comportamiento. Cuando la convivencia no es saludable, a veces deriva en abandono o tiene otros finales infelices.