“Arranqué hace cuatro años a vender cuadros en el zaguán y me fue muy bien con los turistas. Dije: ‘Este es tremendo punto, hay que restaurarlo’”, relata Carolina Ferreyra. Ahora hay que imaginarse a esta artista plástica y performer dividiendo su tiempo entre el trabajo en un centro de pagos de su familia, en Ciudad Vieja, y el desarrollo de Modo Casona en los pisos de arriba. El proyecto con base en un inabarcable inmueble patrimonial aspira a fomentar el arte, el diseño y el intercambio de todas las expresiones que surjan. Ya están funcionando talleres y visitas guiadas, aunque resta hacer varios arreglos.
Cuando se inicia la construcción de la casa, en 1835, formaba parte de una sociedad integrada por dos familias españolas, que utilizaban los altos como vivienda y, a nivel de calle, administraban una tienda identificada como El ancla dorada. En 1896 se agrega una planta más. “Tenemos los títulos originales, escritos en tinta. No se entiende nada, vamos leyéndolos con lupa; mi madre los transcribe en la computadora y me voy enterando de cosas nuevas, información que agrego a las visitas guiadas de los sábados”, cuenta la pintora.
Una vez que aquellas familias se mudan, la edificación pasa a ser un anexo del Gran Hotel Pyramides, y cuando ese negocio entra en declive, junto al barrio, llega la hora de los ocupantes. Mucho más adelante el padre de Ferreyra y un socio adquieren el lugar y, luego de desalojar la vivienda, la usan como depósito.
El sitio está catalogado como grado tres de protección patrimonial, lo que implica, según detalla Ferreyra, que además de mantener la fachada original, deben cuidar la escalera de mármol, las condiciones lumínicas y que la infraestructura continúe sirviendo para lo que fue concebida, por ejemplo, que donde había baños continúen los baños.
Las habitaciones están interconectadas por puertas que se empotran en las paredes de 30 centímetros de grosor. “Eso ya no se ve más”, subraya Ferreyra, que se define como “un pichón de obra”, aprendiendo sobre la marcha de las reformas.
La gestora de Modo Casona optó por dejar las huellas que el tiempo imprimió en las paredes, por lo que un palimpsesto de capas de pintura, marmoleados y empapelados puede descubrirse tras el sellante que colocaron para protegerlas. En otras zonas, los gruesos muros de ladrillo quedan a la vista.
Comenzaron a intervenir el inmueble porque había llegado a un estado en que los días de viento fuerte era posible toparse con las tejas del frente en algún lugar de la peatonal, mientras que la casa se llovía, lo que arruinó el piso de uno de los cuartos. En el proceso se fue armando un equipo de profesionales y amigos comprometidos con la idea. Los Ferreyra vendieron una casa que tenían en Atlántida para invertir ese capital. Pero se agotó. El sábado van a lanzar una campaña en la plataforma Ideame para juntar fondos que los ayuden a restaurar esa zona y a montar una cocina. Estiman que con 2.500 dólares cubrirían esas obras.
Ferreyra explica que, dado que las dos etapas de la construcción son anteriores a 1900, no estuvieron regidas por la legislación sobre sistemas de ventilación, así que la mayor parte de los cuartos son ciegos, es decir, no tienen ventanas, aunque algunos den a un patio-corredor que tuvo claraboya. Los actuales dueños techaron esa parte con unos más económicos isopaneles, reforzaron la rejilla de hierro del piso, y juntaron las baldosas de vidrio desperdigadas por la casa, con lo que sumaron luminosidad al espacio.
“No me gusta identificarlo como un centro cultural, más bien como un centro experimental, porque quiero agarrar a artistas emergentes, que capaz que no tienen la posibilidad de mostrarse en un museo súper cool, pedirles que se alejen de un espacio convencional y que hagan pruebas acá: talleres, muestras lumínicas, instalaciones, performances, lo que pueda surgir. Hicimos teatro, filmaron videoclips, hubo sesiones de fotos, un montón de cosas. Hace poco, cuando hice un llamado a talleristas, cayeron un montón de propuestas, y como estoy sola en esto, intento que ambos ganemos. De momento me manejo con alquileres porque necesito la plata para seguir restaurando, y como están arrancando trato de que sea económico”, explica. Actualmente tiene un luthier trabajando, en octubre ingresan una artesana de muebles en terrazo (un conglomerado de cemento y pedregullo) y otra que fabrica papel artesanal con fibras naturales. Eso significa que se sumarán más clases para el público. “Es lindo porque cada taller me pide un espacio, y como hay tanto recoveco, aunque no tenga más habitaciones hay lugares que les sirven”, cuenta. Sin ir más lejos, es probable que un estudio de revelado de fotografía analógica se instale el mes próximo bajo el descanso de una escalera.
Cuando la pandemia y los desplazamientos lo permitan, Modo Casona rentará además una habitación para turistas, quienes podrán vivir la experiencia de los talleres. Se trata de La Mansarda, es decir, una especie de buhardilla que antiguamente fungió como ala de criados, provista de lucernas y un pequeño balcón que da a un costado de la catedral.
Modo Casona está en Sarandí 544 e Ituzaingó. Las visitas que Ferreyra guía los sábados a las 12:00 duran entre una hora y media y dos, son a la gorra y terminan con un té compartido. Aprovecha la ocasión para vender, a modo de suvenir de la casa, una serie de láminas. El cupo está limitado a diez personas por tour y hay que coordinar por el Instagram @modo.casona.
También los sábados, pero quincenalmente, tienen laboratorios teórico-prácticos de performance. Los que busquen yoga pueden sumarse los martes y jueves a las 18:30, y más adelante divulgarán los talleres de fotografía. Conviene pedir el newsletter o estar atento a las redes.