De los países en los que el gato pisa fuerte, sin dudas lleva la posta Japón. De hecho, uno de sus símbolos más representativos en Occidente es el popular gatito que mueve sin cesar la mano de arriba hacia abajo cual hincha de fútbol. El -maneki-neko-, que significa “gato que atrae”, es popular entre los comerciantes nipones desde el siglo XIX, que lo consideran un amuleto que atrae clientes y riquezas por un lado y ahuyenta la mala suerte por otro.

La línea ferroviaria de Kishigawa, en Kinokawa, Prefectura de Wakayama, sabe de estas cosas. En pleno siglo XXI, en la isla oriental persiste la creencia en los efectos económicos positivos que tienen los gatos: tiene nombre y es muy conocida. Tama es una gata doméstica que en 2006 se convirtió en jefa de estación de trenes y salvó de la quiebra a una empresa que se dedicaba al transporte de pasajeros.

El asunto empezó a fines de la década de 1990, cuando una gata blanca con manchas color marrón-anaranjado y negro tomó como propia la estación de trenes de Kishi, una parada que conecta a pequeñas localidades con la ciudad de Wakayama. Su presencia era objeto de atención de los pasajeros que esperaban la llegada del tren. Con los años, el cariño y la capacidad fotogénica de Tama hicieron que los propios usuarios de la línea la apodaran “la jefa de la estación” y que pasara a ser una parada obligatoria de toda persona que transitara la zona.

A mediados de la década de 2000, una serie de problemas financieros debido a la poca cantidad de pasajeros que usaban ese medio de transporte hizo que la línea ferroviaria y las 14 estaciones que comprendía su trayecto cerrara por quedarse sin personal.

Tras idas y vueltas entre los dueños de la empresa, el presidente entrante decidió escuchar a los residentes, que insistían en reabrir la línea de tren. Al mismo tiempo, el dueño de un local próximo a la estación decidió cerrar, ya que su comercio también había quebrado, pero antes les solicitó a los nuevos mandos de la estación que adoptasen a Tama, que había quedado a la deriva con la crisis financiera.

Aunque el presidente siempre prefirió a los perros, parece que apenas conoció a la gata, el vínculo quedó sellado. A las pocas semanas de adoptarla, ordenó confeccionar un sombrero personalizado y en enero de 2007 la nombró oficialmente jefa de estación, primer felino con tales funciones.

Las tareas de Tama eran varias. Por un lado, era el rostro de la empresa y del ferrocarril y, por lo tanto, aparecía en materiales promocionales y en toda cobertura mediática. Además, volvió a instalarse en la estación, donde saludaba a los pasajeros a la entrada o detrás de un vidrio, donde se ubicaba su “oficina”, equipada, entre otras cosas, con su bandeja sanitaria y una cama.

Lógicamente, su cargo era remunerado, aunque no necesariamente con dinero. Durante su gestión, Tama accedió a servicios médicos y tuvo un año de comida para gatos. También se le dio una etiqueta dorada con su nombre y posición en la empresa.

Un año más tarde Tama fue ascendida a gerenta de superestación; a la ceremonia asistieron el presidente de la empresa, el alcalde y aproximadamente 300 espectadores. Meses después le otorgaron el título de Wakayama Knight por su promoción del turismo y recibió el rango de Maneki Daimyojin, que es la condición de dios viviente.

Según un estudio realizado por la Facultad de Contabilidad de la Universidad de Kansai, se estima que la presencia de Tama en la estación atrajo a unos 55.000 pasajeros más en la línea Kishigawa de lo que se esperaba en 2007, y durante toda su gestión como jefa y gerenta, de 2007 a 2015, recaudó unos diez millones de dólares, entre otras cosas, gracias a la cantidad de productos con su imagen, el aumento de casi 300.000 personas que transitan la estación desde 2006 y hasta una línea de dulces que llevan a Tama como insignia.

Para capitalizar aún más la imagen de la gata, en 2010 el ferrocarril decidió rediseñar los trenes con motivos de Tama; así nació el Tamaden, un tren decorado con huellas de patas e imágenes de la gata. El frente del tren tiene bigotes felinos y cuando las puertas se abren en cada estación, se puede escuchar el ronroneo o el maullido de Tama a través de un megáfono que emite una grabación real.

A los 16 años de edad, Tama murió y miles de personas asistieron a su funeral en la estación de trenes, donde la “Honorable Maestra de la Estación Eterna”, como la llaman, descansa en un santuario. Según la tradición sintoísta, fue elevada al estatus de diosa del ferrocarril eléctrico Wakayama. En 2017, el día en que se conmemoraría su cumpleaños número 18, incluso tuvo su propio doodle conmemorativo.

A la fecha existen unas cuatro gatas que se desempeñan como jefas en distintas estaciones ferroviarias japonesas y todas son aprendices de Tama.