No se dedican a la gerontología: Albana Nogueira es ingeniera y su socia Claudia Müller es gestora cultural. Se conocieron trabajando en el plan Ibirapitá y más tarde, de modo independiente, coincidieron en organizar talleres para pensar el envejecimiento como un proceso. La plataforma Hécate, que empezaron a mover hace tres meses, pretende abordar un cambio de paradigma.
Nogueira indica que ya en Ibirapitá aprendieron sobre la necesidad de abordar el tema desde un nuevo punto de vista. “A veces nos reímos porque parece que estamos armando los contenidos y talleres para nosotras mismas, para prepararnos, y un poco es esto”, admite. La plataforma busca generar actividades enfocadas en las etapas previas a lo que comúnmente entendemos por vejez. “El envejecimiento arranca cuando nacemos, y lo que está pasando ahora en la sociedad es que al aumentar la esperanza de vida, aumenta lo que se llama vejez. Esto es algo nuevo, la economía plateada y todo eso. Además, la estamos viviendo de forma activa. Pero lo que vemos es que siempre se trabaja la vejez desde las carencias, las limitantes, y Hécate quiere abordarla desde un punto de vista dinámico, con alegría. Nuestra misión es cambiar el paradigma de la vejez”.
Müller dice que “el patriarcado y el capitalismo nos generan eso de que la juventud es el mejor momento de nuestras vidas”. Por eso el primer encuentro virtual giró en torno a lo que significa envejecer, especialmente “en femenino”. Seguirán otros talleres sobre habilidades digitales y cómo prepararse incluso desde el punto de vista financiero.
El énfasis está puesto en lo femenino a raíz de la sobrevida de las mujeres –“hay más viejas que viejos”, sintetiza Nogueira– y de lo que entienden que ocasiona una doble discriminación de esta franja: por mujeres y por viejas. El peso de los movimientos feministas en el empoderamiento de este sector de la sociedad, los vínculos que desarrollan entre ellas, los cuidados, la dependencia económica y el abuelazgo serán parte de los tópicos, además de un sobreentendido que pondrán a prueba: la juventud como sinónimo de belleza. Lo inmediato es coordinar un ciclo de tres encuentros destinado a mujeres mayores de 50 años. La experiencia de Müller en historia del arte será útil para ilustrar estos temas con ejemplos de la pintura o del cine (sin ir más lejos, el documental chileno El agente topo, que compitió en la última entrega de los premios Oscar).
Para Nogueira el corte a tercera edad establecido en los 60 años resulta arbitrario. “Se generó hace muchísimo la edad de jubilación y no tiene ningún sustento. Como la vejez es un proceso, no tiene sentido. A mí, sobre todo, me cuesta mucho poner un filtro. Para la plataforma estamos hablando de mujeres de 45 en adelante porque lo que queremos es prepararnos, entender ese concepto. Cuando uno empieza a reflexionar sobre los estereotipos y qué se espera de nosotras para cuando seamos viejas, y empezamos a reflexionar sobre qué queremos hacer tantos años, en qué queremos invertir la vida, qué vamos a hacer día a día cuando seamos viejas, esas reflexiones empiezan a generar acciones en el presente. A los 40, a los 50 o a los 80, eso también lo queremos trabajar: en cualquier momento es hora de aprender, de cambiar, de modificarte, en lo individual y en lo social. Así voy tomando decisiones”.
En la Antigüedad, Hécate era “una diosa que representaba la totalidad de la mujer y posteriormente fue dividida en tres caras, la joven, la madre y la vieja, y Hécate quedó en cierta forma representando a la vieja”, apunta Müller. “Pero más allá de cierto origen mitológico, nos resultaba interesante la figura porque es la diosa de los caminos, la mujer que cuando llega la menopausia o deja atrás la responsabilidad de maternar o de ser madre, mira hacia adelante y empieza a iluminarse en los caminos con la sabiduría que trae”. Por eso era acompañada por el búho. En ese sentido estos talleres aspiran a que las mujeres utilicen su bagaje para elegir el camino que sigue.
Reciben inscripciones en las cuentas de Instagram y Facebook @plataformahecate. Los talleres cuestan $ 900.