Ni las ciberofertas se atrevieron a tanto como Viaje al centro de la tierra. La arquitecta y artista visual Raquel Lejtreger llamó de ese modo a su colección de fotos de alcantarillas. No es la primera serie que inicia alguien que, como ella, aprecia los resquicios urbanos. Pero ¿uno detecta cuando hay una colección en ciernes? Recolectar es apuntar la lupa y acumular, objetos, comúnmente, con rasgos asimilables. “En realidad, primero fui sacando cosas sueltas, porque siempre me gustan los detalles de las ciudades y tengo muchas colecciones de pequeñas cosas. Tengo timbres, tengo una que se llama Uruguay Epistolar, donde están los buzones o donde se dejaban las cartas, pero en un momento me acordé de una cosa que decía un profesor mío de facultad: hay que darse cuenta cuando algo es una serie. ¿Tres árboles son una serie? Depende de la distancia y de una cantidad de cosas. Cuando tuve en algún momento un montón y me pareció que decía cosas, ahí descubrí el conjunto, digamos, sentí que hacían sentido, que decían algo en general y que cada uno por sí mismo también tenía un contenido”.

Cuando fueron una cantidad suficiente como para contener ese mensaje, escribió lo que sigue: “Desde hace muchos años tomo fotografías de tapas de alcantarillas. Dicen mucho de las ciudades y su gente, a la vez que despiertan curiosidades. Algunas tienen imágenes y textos de las ciudades donde están, otras aparecen como sin voluntad de significar pero también lo hacen. ¡Siempre dan ganas de abrirlas! Es que hay muchas historias bajo las tapas de las alcantarillas: amores secretos, sueños de libertad, tesoros escondidos. Por siglos y siglos, en todas las culturas hay rutas invisibles. Viaje al centro de la tierra es una invitación a transitar desde estas puertas los mundos reales e imaginarios de la ciudad que hay abajo de la ciudad. Es un viaje colaborativo, en el que te invito a compartir tus fotos para conocer otros lugares desde donde entrar en ese extraordinario mundo que se mueve debajo de nosotros”.

Foto del artículo 'Una colección a la intemperie: diseños de alcantarillas alrededor del mundo'

Una duda: ¿es algo en lo que se repara? ¿Se estudian las alcantarillas en la universidad? “Para nada. Por lo menos en Uruguay, en absoluto. Solamente aparecen algunas cosas, entre ellas, por ejemplo, unas que tienen la sombra de la palabra paz; las hizo un artesano y por supuesto no tienen la dimensión artística pero sí sus intenciones de poner algo de la mirada en este tema. Hay tres en la calle Obligado. Hace más o menos un año sacaron una de ellas y pusieron hormigón”, cuenta resignada.

Será que lo primero es la funcionalidad. “Exacto, pero así como se diseñan las veredas, estos elementos podrían estar de otra manera. Una de las primeras a las que les presté atención estaba en Ginebra; era como un relojito. Me pareció increíble que haya algo de eso que esté en la cultura general y en las proporciones, y que está en este detalle. Después fui a Japón y fue impresionante, porque ahí sí existe una intencionalidad súper fuerte, varían muchísimo los diseños. Muchas veces son pintadas, y caminás por ahí tratando de descubrirlas, porque hay algunas que tienen diseños de paisaje japonés, con sus flores, otras tienen casas y techos representados, y hay otras que parecen dibujitos animados. Estuve en Tokio, pero me han mandado de Osaka y de otros lados, y pasa lo mismo: cada ciudad hace una gran exhibición de eso y son variadísimas. Son de metal con pintura esmaltada Por eso digo que hay una búsqueda fuerte de generar un motivo que sea un objeto significante”.

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En otro viaje, por los países nórdicos y Europa del Este, también halló diseños con identidad. “En Berlín, en Praga, en Copenhague, hay tapas que tienen escudos, los edificios más importantes de la ciudad o son muy volcadas a lo ambiental, con hojas, plantas, flores”. Hay sitios que la uruguaya no pisó, selfies un poco más complicadas de llevar a cabo ahora mismo, pero le han enviado pruebas de que Bratislava y Budapest, por citar dos, dedican trabajo a esos sellos urbanos.

Dentro del formato redondeado, como una medalla a gran escala, se manejan criterios bien distintos. “En Berlín están los edificios puestos en la circunferencia y confluyendo hacia el centro, como si tuvieran una perspectiva extraña, pero muy trabajada. Algunas tapas son cuadradas o rectangulares y muy poquitas, triangulares. La mayoría son circulares, ya que es el lugar donde termina el acueducto o las cañerías que sean”, explica quien se sumergió en minas y catacumbas, que estudió antropología y se interesó por el sustrato social.

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Equipo de flâneurs

Primero se quisieron sumar sus hijas, luego una amiga, y los mensajes de los viajeros provocaron que el proyecto se abriera. Las redes hicieron el resto. Lejtreger declara haber tenido dos intenciones con su singular colección: “Por un lado, me gustaba mostrar esa perspectiva de las ciudades, pero, por otro lado, una vez que pasó a ser un viaje colaborativo, le puse un énfasis a eso. Está divertido andar por el mundo en los pies y los ojos de otras personas. Me ha escrito mucha gente diciendo: ‘nunca miraba el piso hasta que vi el álbum’, y me mandan cosas. No soy ortodoxa y estricta en que tenga que estar vinculado al agua u otra cosa. La mayoría son tapas de saneamiento, otras tienen que ver con instalaciones eléctricas o telecomunicaciones, pero esas son mucho más nuevas y claramente no tienen los mismos niveles de diseño ni nada por el estilo”.

¿Se va perdiendo la ornamentación, el modo de ver el espacio público? “Creo que en otros países es al revés; como esto de Japón, que es bastante reciente, con una estética que yo llamo ‘pikachú’. Son súper modernos; es la misma estética que ves en el diseño gráfico”.

La profesional asegura que no tuvo que traspasar ninguna línea ni quebrar regla alguna para hacerse con sus fotos, pero los paseantes la observaban con asombro: “Como si estuviera loca, y miran para todas partes a ver qué estoy sacando, porque a veces estoy en un entorno nada interesante, o todo lo contrario. Eso me ha pasado. O ver una tapa súper buena en la calle y esperar dos horas hasta que no pasen autos...”. Pero sobre todo, aparte de engrosar una serie que puede derivar en un libro o quizás en una exposición, este acopio específico la condujo a encuentros entrañables con totales desconocidos. “Me ha acercado a distintas personas –desde una especialista en patrimonio en Costa Rica hasta un fotógrafo de los Países Bajos que intervenía las imágenes de alcantarillas– y son decenas los que han colaborado. Algunos permanentemente, algunos de repente me dicen que están en no sé dónde y me mandan algo. Aportás por mirar a donde nunca estás. Muchos me mandan las fotos con sus pies”.

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En principio los metadatos de este archivo en expansión, esto es, la información que referencia y complementa la foto, puede ser engorrosa, porque no figura en la pieza, que puede tener o no fecha y locación (hay casos en que la empresa responsable se inmortaliza y “eso también dice algo de las industrias en los lugares”). Por ahora la arquitecta consigna quién tomó la foto, a qué ciudad pertenece y de cuándo data el registro. En algunos casos surge información extra o datos anecdóticos.

Atraída desde siempre por las tipografías, este soporte sirvió de marco para enfocar además en esa afición: “En Viena ves que tienen un art nouveau en algunas cosas y que está expresado en la tipografía. Muchas veces eso habla de la cultura, de la ciudad y de la fecha, pero no es que esté estandarizado”.

Así como en Montevideo hay muchas de geometrías simples, hay muchas cuadradas y a veces tienen eso que uno también ve –parece que tuvieran carita–, después aparecen unas que, por una fábrica que hubo, llevan una estrella. Y en el caso de Mercado Ferrando, cuyo titular viene de los Países Bajos, él mandó a hacer el diseño de sus chapas a artistas. Incluso me ofreció el mercado para hacer una exposición. Justamente muestra que viene de otro contexto cultural, en el que me pareció que esto era importante. En todos lados está esta historia de la ciudad debajo la ciudad, por distintas razones; cada uno tiene la propia, y me parece que está bueno explorarla”.

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Las más antiguas de la colección van hasta el siglo XIX o parecen ser anteriores y responden a otras geografías, y si bien se tiende a cambiarlas, la renovación tampoco es feroz. Los entornos más alejados de los centros urbanos son los que pueden ofrecer sorpresas, a la vez que puede ir leyéndose la incidencia de determinada industria en el devenir de una región. “Eso te dice cosas sobre cómo se produce el comercio, cosas que no son tan nuevas o no se visualizan de esa manera”, apunta Lejtreger.

“Cuando se han encontrado fosas, en Barrio Sur o Ciudad Vieja, siempre voy a ver. Además está el tema de los subtes, algo que siempre me llamó la atención, en algunas ciudades, como en Suecia, o en México DF, que vas bien abajo. Ahí, además, está toda esa historia de la ciudad española construida arriba de la ciudad azteca. Está todo eso, lo que te deja abierto y lo que no. Anduve por un montón de túneles, por diversos lados, y es algo que me interesa muchísimo: cuál es nuestra capa de la historia, dónde estamos no es lo que se ve en la superficie Hay algo que nos hace vivir de una manera, pero debajo hay un montón de verdades. Como en Ystad, esa ciudad clave en las novelas de Henning Mankell: si parece tan inocente, debajo debe de haber historias increíbles”.

Para enviar alcantarillas: viajealcentrodelatierrablog.wordpress.com/contact/; @puertasalcentrodelatierra en Instagram.