“Entendemos que como parte de diversificar las propuestas que ofrecemos, implementar la compañía de las mascotas en los refugios era un debe”, dijo a la diaria Fernanda Auersperg, directora nacional de Protección Social del Ministerio de Desarrollo Social (Mides). Agregó que “si bien las personas en situación de calle con mascotas no son tantas, igual es una implementación significativa debido a la importancia que los animales tienen para sus dueños”. La medida se aprobó en el marco del Plan Invierno 2021 y hace tres meses se destinaron seis sedes para aplicarla, situadas en Ciudad Vieja, Reducto, Brazo Oriental y Colón, donde hay tres de ellas.

Por el momento han ingresado perros y gatos. El acceso no es inmediato, explicó la consultada: “La persona debe tener una comunicación previa con el equipo móvil y será derivada al centro más cercano. Esta forma de ingreso se efectúa para que no se aglomeren todos los usuarios con mascotas en un mismo lugar”.

En cuanto a los destinatarios, sostuvo que suelen enterarse por un vecino o alguien cercano de que ahora no tienen que dejar a sus mascotas para poder ingresar y que la concurrencia se da en particular los días de frío o de lluvia. “Cuando vamos a visitar algún centro de los que adoptaron esta posibilidad, vemos que al llegar los animales llega la alegría, porque además la mayoría de las veces son lo más preciado para esas personas”, contó.

Por las mascotas se recibe asesoramiento y atención veterinaria, a cargo del Instituto Nacional de Bienestar Animal y de un hospital veterinario. “Hace más de un año que Bienestar nos supervisa: se encarga de asesorarnos en cuanto al alojamiento de los animales, colabora en el registro, las vacunas y demás; es muy importante el trabajo que se realiza en equipo”, comentó Auersperg, y agregó que “por otra parte, si una mascota necesita asistencia, el Mides debería trasladarla al hospital, y el mismo convenio establece que se hagan hasta seis visitas al mes para efectuar un chequeo a los animales que concurren a los centros habilitados”.

Algunas voces

El nuevo servicio brindado por el Mides no es valorado de igual forma por algunas personas en situación de calle que dialogaron con la diaria y que explicaron los motivos por los que no hacen uso de él. “Fuimos un día, ni siquiera por voluntad propia, sino porque vino la Policía a decirnos y no podíamos negarnos, pero no vamos nunca más. Otra vez, no”, cuenta José, junto a su pareja. A su lado, jugando con un colorido gorro de lana, se encuentra Rubio, su mascota, a la que la acompañante de Juan llama “hijo”. Ambos viven en el Centro de Montevideo desde hace más de cuatro años, pero adoptaron a Rubio hace apenas tres meses. “Nos dieron de comer muy bien, nos atendieron aún mejor, pero los refugios que aceptan animales no son una solución real porque muchas veces, como nos pasa a nosotros, quedan muy lejos y de noche te llevan pero al otro día te tenés que ir sí o sí a las nueve de la mañana, caminando, porque el perro al ómnibus no puede subir”, explica. “Fuimos a dar a Instrucciones. Nos trataron bien, pero al otro día creímos que no llegábamos más caminando, sumado a que andábamos de tiro con las cosas, porque dónde dejar las pertenencias cuando te llevan por la noche también es un problema”, detalló.

A unas cuadras de la plaza Cagancha, junto a dos vecinos, están Rafa y su amigo fiel Cacique. Una vecina le comenta que no pudo hacer nada en la Intendencia, ya que dos personas lo denunciaron, una de ellas por tener un perro peleador. Le explica que aunque no sea así y ella hizo todo lo que pudo, seguramente pronto tendrá que irse. “El cura de acá enfrente y un milico que vive más arriba son los que me denuncian y me quieren echar, pero yo no molesto a nadie”, dice Rafa mientras lija una madera con un trozo de botella de vidrio. Al preguntarle por su perro, cuenta que duermen juntos en la carpa que armó allí mismo, y que si bien está enterado de los refugios con permiso para animales, considera que “no son una opción válida”, porque la calle es su casa desde hace años y es mejor “estar tranquilo”. Cacique se acerca y quiere caricias, se mete en la carpa, vuelve a salir, pero jamás se aparta más de un metro de su dueño.

Hugo, o el Chino, como casi todo el mundo lo conoce, tiene un perro y una perra: Carbonera y El Gordo. Los dos están echados comiendo sendos huesos mientras Hugo se acerca a algún auto para hacer la moneda. Al igual que Rafa, considera que la calle es su hogar y que los vecinos son quienes lo ayudan porque él les cuida la cuadra: “Estoy siempre tranquilo, con mis perros, que son mi familia, sin molestar a nadie”. Coincide con José y entiende que si bien los permisos para algunos refugios son “mejor que nada”, ir “es una transa” y es preferible quedarse donde para durante el día.

Cacique, el Rubio, Carbonera y el Gordo parecen estar en buenas condiciones de salud. Mientras José habla, una vecina pasa y nos alerta de que si nos acercamos a sacarle el perro no lo hagamos porque su dueño lo tiene muy cuidado. Se los ve bien alimentados y tranquilos. No bajan la vereda, no le ladran a nadie y mucho menos se apartan de sus compañeros; han adoptado una rutina que refleja el tiempo que sus dueños expresan llevar compartido.

“Si es necesario agregar más centros con esta posibilidad, lo haremos”, dijo Auersperg, desde el Mides, entendiendo que lo que se ofrece en el momento cubre la demanda.