A China Zorrilla (1922-2014) siempre se le elogió su manejo del tiempo en escena, su sentido del momento justo para soltar un diálogo o medir las pausas. Con el mismo timing, en el centenario del nacimiento de la actriz y directora, sus sobrinos organizaron una subasta con 160 objetos de su acervo y de uso personal. Está programada para el miércoles 4 de mayo a las 15.00 en el hotel Costanero (rambla República del Perú 1371) y en estos días puede visitarse en la casa de subastas Zorrilla (Soriano 990) de lunes a viernes de 10.00 a 18.00. Para sus herederos, se trata de un homenaje que recorre la vida y la trayectoria de este “símbolo de la cultura rioplatense”, según lo anuncian.
Obras de arte, elementos de carácter religioso, libretos teatrales, sus infaltables chalinas junto a estolas de piel, un tarjetero de metal con 16 horquillas que siempre llevaba en la cartera, pulseras, collares de perlas, prendedores de plata, un cartel con su nombre hecho en fileteado porteño, un afiche de Chaplin con huellas del tiempo, un reloj de arena diseñado para el aniversario número 30 de Les Luthiers, una silla inglesa, otras vienesas, una miniatura en pasta de Elvira Romero de Musicardi, su personaje en la película de culto Esperando la carroza (Alejandro Doria, 1985), mates, platos, floreros, reconocimientos y medallas integran esta colección que habilita un acercamiento al linaje y a otras zonas menos visibles de la popular artista.
La curaduría contempla diversos libros dedicados y autografiados, entre ellos un ejemplar de Tabaré de 1889, de una edición de diez ejemplares especiales impresos por Barreiro y Ramos sobre papel de Japón, a la vez que ofrece otros contemporáneos, de Mario Benedetti a Fernando Peña y Ludovica Squirru.
De allí que subrayen que con esta acción invitan a descubrir “el mundo íntimo de China Zorrilla, desde José Luis Zorrilla de San Martín, Rafael Barradas y Federico García Lorca hasta Manuel Mujica Lainez, Susana Giménez y Victoria Ocampo”.
El conjunto de piezas proviene del apartamento que China tenía en Buenos Aires –sintomáticamente, como a menudo remarcaba, vivía en la calle Uruguay– y de su residencia montevideana, ubicada en Punta Carretas. Sus sobrinos se encargaron de unificar los bienes y algunos de ellos fueron destinados a armar recientemente una exposición en su honor en el museo Zorrilla. A partir del resto, Zorrilla Subastas hizo una selección concebida como un homenaje, explica desde esa casa de remates Sebastián Zorrilla, y destaca en esa dirección el catálogo del evento, que comprende textos de amigos y colegas tanto argentinos como uruguayos, Susana Giménez, Soledad Silveyra y Carlos Perciavalle, así como de Ramón Cuadra, un experto en la obra del escultor y pintor José Luis Zorrilla, de la periodista y vicepresidenta del Sodre, Adela Dubra, acerca de la estirpe Zorrilla y el contexto de este remate, y de la mecenas y coleccionista Amalia Amoedo (nieta menor de la empresaria Amalita Fortabat), refiriéndose al modo en que la enérgica China velaba por la conservación de la obra de su padre. De hecho, el volumen tiene como portada la foto de una joven China en el taller del escultor. “El catálogo realmente es lo más interesante del remate. Más allá de quién quiera tener una pieza que perteneció a China, lo interesante es este homenaje que logramos hacer”, subraya Zorrilla, que por supuesto es parte de la familia; su abuelo era primo hermano de China.
Lo más valioso que se ofertará serán dos dibujos que llevan la firma de Rafael Barradas, con una base de 1.500 dólares y que pueden llegar a ser compradas por 3.000 o 4.000, evalúa Zorrilla, si bien reconoce que “es impredecible lo que diga el mercado”. La idea, explicó, es sacar todo a la venta, ya que es una división que están haciendo los sobrinos de los objetos que, salvo los que cada uno guarda, no querían conservar. “Es para que los seguidores de China puedan tener un recuerdo de ella. Sin dudas, creo que esos son los que más se van a pagar. Son dos retratos, uno del poeta Juan Zorrilla de San Martín, abuelo de China y mi tatarabuelo, y otro del padre de China, José Luis. Iconográficamente son de un valor espectacular, son piezas en tinta sobre papel, muy atractivas tanto para la familia como para quien le guste la obra de Barradas. Ella los tenía en Buenos Aires”, apunta.
Pero el conjunto reunido va de las piezas con peso cultural a los pequeños accesorios: “Ella no usaba nada de marca, pero tenía un relojito muy lindo, muy simpático, que adoraba. Después hay una cruz de hierro forjado, grandota, como de un metro por un metro, del siglo XIX, que no se sabe de dónde la sacó”, dice Zorrilla, y detalla que la pieza estaba colgada contra una pared del balcón de su casa porteña.
Ya que se trata de una subasta presencial y en la que se puede pujar online en simultáneo, no escasean los interesados del exterior, en particular de Argentina, pero además hubo consultas que los sorprendieron, como un cliente de Estados Unidos preguntando por ciertos libros, y de uruguayos en España, por ejemplo. “Creo que los seguidores van a querer más los elementos vinculados al teatro, los reconocimientos o las cositas más personales, como una pashmina o una bufanda, y los coleccionistas de arte van a buscar seguramente obras del padre –hay muy buenos dibujos y unos óleos fabulosos que ella tenía arriba de su sofá en el living de Buenos Aires, que son la tragedia y la comedia–”, comenta Zorrilla, quien considera que “es una linda selección que habla un poco de lo que era China; no son generalmente cosas de mucho valor, pero sí muy simpáticas y con mucha personalidad”.
Hasta el momento el público que se acercó a curiosear es muy variado, dice, desde fanáticos del teatro hasta familiares o personalidades y amigos. “Era una persona muy querida”, afirma. “Siempre cuento la misma anécdota: en 1995 se hizo una reunión de todos los descendientes del poeta en el museo Zorrilla y éramos como 500 personas, porque él tuvo 12 hijos, en la rama de mi abuelo eran diez hermanos, en la de mi padre siete... una familia grande. Cada uno estaba con el cartelito en la solapa, contando la relación con Juan. Pero China era como un satélite que atraía. Estaba lleno de gente de todo tipo, pero todo el mundo se acercaba a China y se escuchaban risas a su alrededor. Tengo esa imagen de ella muy linda, siempre rodeada de gente”.
Una gira por recuerdos y una “química brutal”
Algo de la conmoción que la inconfundible China Zorrilla causaba a su paso se repite desde hace unos 20 días en el local de la calle Soriano donde se exhibe su legado. El lunes las cámaras de América TV acompañaban al showman Carlos Perciavalle entre los recuerdos que despertaban en el comediante las cosas de su entrañable amiga y socia en las tablas que irán a remate la semana próxima. No fue el único medio argentino que se acercó a difundir la muestra previa, ni al que Perciavalle brinda testimonio sobre una partenaire a la que consideraba una hija, por más que aquella le llevara 19 años. La conoció de adolescente, cuando la actriz que empezó figurando en los programas como Concepción Zorrilla, integraba el elenco de la Comedia Nacional, y se deslumbró: “En aquel tiempo, cuando en las clases de literatura llegábamos al Siglo de Oro Español, nos mandaban al teatro Solís. Así que ahí estaba yo un día, sentado solo en un palco bajo, esperando que empezara la función de Don Gil de las calzas verdes. Fue entonces que vi a China por primera vez, entrando en el escenario vestida de hombre. Y me flasheó, mucho más que cuando veía a las estrellas de Hollywood o de Francia en los festivales de cine de Punta del Este”, cuenta Perciavalle en el catálogo de la subasta.
Dentro de la colección llama la atención un pequeño escenario (prácticamente de juguete), que se estima que fue un regalo de un admirador y la representa junto a Carlos Perciavalle haciendo El diario de Adán y Eva. “Fue un show mágico, que tradujimos y compusimos juntos, acompañados por Federico García Vigil y su música”, agrega el actor en el mismo folleto. “Era un papel que yo quería hacer de cualquier manera. La idea original era para ser interpretada por una chica jovencita, monísima, y un muchacho espléndido, buen mozo. ‘Bueno, lo vamos a hacer Carlitos y yo’. Y el éxito fue brutal. ¡Así era China! Con esta obra recorrimos muchos países, la llevamos a los lugares más inesperados”.