Tarascón, un bar para comer rico en la calle Durazno

Paula Rossi y Paula Tucuna se conocieron hace un año y medio, cuando trabajaban en una cafetería. Charlando durante el servicio, las cocineras se dieron cuenta de que habían ido al mismo colegio, Sagrada Familia, y que las coincidencias venían de lejos, ya que ambas veraneaban en el balneario Solís. Las dos veinteañeras se hicieron amigas mientras hablaban de independizarse, de “darse manija”, como resumen, para poner un local propio. Cuando encontraron dónde, se lanzaron y encontraron apoyo dándoles cabida a otros proyectos femeninos, por eso la cerveza que sirven en Tarascón, por ejemplo, es del colectivo La Fuerza.

La esquina parece una fuente de soda, un bolichito pop en pleno Barrio Sur, a cuadras de donde arranca el desfile de Llamadas. Fue la verdulería de Danilo, después un almacén y hoy cultiva un perfil gastronómico simple y fresco. Buscar Tarascón Radio en Spotify dará una idea de la vibra del comedor: un poco de Marvin Gaye, Jamiroquai, D’Angelo.

Querían ponerle un nombre atrevido y ya tenían elegida la combinación de amarillo y rosado. Hoy una boca hecha en luces led recibe a los clientes. La perrita Katsumi, locataria del bar, redondea el concepto de este espacio para 30 personas (hay tres mesas en la vereda).

Los vecinos que entran a pedir un chivito o una milanesa para salir del paso quedan desorientados, pero se van acostumbrando. Por el momento abren principalmente de noche y en la carta hay tortilla (siempre en punto babé), fainá, berenjenas, croquetas, pero “con un poquito más de amor que en otros lados, pequeños detalles en cada plato que lo levantan un poco”.

Los 29 los ñoquis son regla, esos días abren al mediodía, y si pasa algo, como en febrero, igual los corren para el 19. Los postres no son flojitos; para muestra: hay carrot cake, tarta de ganache de chocolate con caramelo salado y una poderosa “galletita”, que está rellena de chocolate derretido y sale con una bocha de helado. El trago Tarascón lleva frutos rojos, almíbar, jugo de limón y ron.

De tanto contestar “qué le pusieron” terminaron armando un sector de alacena, con productos como rabanitos encurtidos, el toque de las ensaladas de la casa, que llega condimentada con vinagreta y aceite de perejil. En ese rinconcito también venden granola, chutney de remolacha, mermelada de tomate, chocolate con frutos secos, alfajores de dulce de leche y mantequilla de maní, aceite de oliva, vermut Rooster, vino de la bodega Santero, gin Patrimonio, remeras y bolsas de lona.

“Somos Pau y Pau, dos mujeres que emprendimos en un mundo de hombres. Dos mujeres que hacemos de cocineras, de cajeras, de mozas, bartenders, bacheras, constructoras, pintoras, organizadoras de eventos, auxiliar de limpieza, community manager y un etcétera gigante”, postearon el 8 de marzo pasado a modo de declaración de principios. Confiesan que muchas veces se sintieron vulnerables en la cocina, por eso escribieron: “Luchamos contra el ‘¿dónde está el dueño?’, ‘¿me traés la cuenta, bonita?’, ‘andá acompañada de un hombre para que te respeten’, ‘¿te puedo comprar a vos?’, ‘pero tranqui, era un chiste’, ‘vienen muchas mujeres acá, les voy a traer hombres’, ‘te ayudo porque no podés con eso’”.

Como aspiran a que “El Tara”, como le dicen, sea, más que un bar, “una sede de intercambio”, están empezando a albergar otros proyectos, como un club de escritura y un taller de tarot. Ya hicieron una noche mexicana y están planeando una asiática.

Tarascón está en Héctor Gutiérrez Ruiz 1100 esquina Durazno y abre de martes a viernes de 20.00 a 00.30, sábados de 12.00 a 16.00 (sirven brunch) y de 20.00 a 00.30. Las entradas y los postres salen $ 250 y los principales van de $320 a $ 380. El día de ñoquis, plato, postre y bebida cuesta $ 450. Venden el frasco de rabanitos encurtidos a $ 160. Consultas e inscripciones a cursos: [email protected].