“Durante mucho tiempo quise parecerme a los demás, pero me di cuenta de que era imposible porque lo único que nos hace a todos iguales es que somos distintos. Quiero ser un puente para que abraces estas diferencias, para que aprendas en ellas”, es parte de los postulados de Stardust, una marca de ropa que apunta a tener impacto social. El objetivo de diseñar prendas como soporte de un mensaje surgió, cuenta la periodista Magdalena Prado, una tarde de introspección junto a su pareja, Felipe Pilón, Licenciado en Relaciones Internacionales: “Hacía fecha del fallecimiento de mi primo y estábamos en un momento de filosofar sobre cómo queríamos transitar la vida y que la gente nos recuerde. Hablábamos de que a veces no encontramos los vehículos para hacerlo. Con esa necesidad y con las ganas de tener un proyecto común surge esta idea”. Básicamente querían amplificar ciertos temas que los habían reunido y atraviesan sus familias: él, que tiene un sobrino con síndrome de Down, Facundo, y ella a su hermano Matías, se conocieron a través de la Asociación Down del Uruguay.

Por otro lado, Pilón trabaja desde hace años en contacto con migrantes y refugiados, de modo que unir esas inquietudes y darles difusión les resultó natural. “El concepto transversal es que entendemos que la diversidad nos hace una mejor sociedad”, recalca Prado. “Es un problema, porque tendemos a hacer homogénea nuestra vida, porque nos relacionamos con los que son parecidos a nosotros. Mi hermano y todas las personas con síndrome de Down que conozco son como una especie de quitavelos. Cuando vemos lo que las personas down pueden dar es que empezamos a incluir. El conocimiento es fundamental, y creo que lo mismo pasa con las personas refugiadas. Hay un estudio que dice que los uruguayos sentimos que incluimos a los migrantes pero, por ejemplo, nos cuesta mucho invitarlos a nuestra casa, hacernos amigos, tener un vínculo, y creo que esto es por desconocimiento”.

Prado está convencida de que la información “es la puerta principal para salir de la ignorancia y la entrada para elegir con libertad”. Dice que “conocer de primera mano las historias que atraviesan a las personas es la llave para construir una sociedad más justa”.

Vestirse con propósito

“Y a mí la moda me gusta”, agrega quien al momento de iniciar el emprendimiento estaba trabajando en televisión y ahora lo hace en radio. Dice que buscaba “remeras rockeras, con estampas que estuvieran buenas, y las que había estaban en tiendas de gran superficie y les faltaba personalidad”. Aprovechando ese nicho de mercado, la pareja se puso en contacto con la diseñadora gráfica Florencia Ponce de León para desarrollar las estampas y buscar un diseño que no fuera literal: “No queríamos que la remera dijera ‘Síndrome de Down’ ni ‘Migración’. Queríamos que fuera un proceso creativo a través de imágenes que también fueran comercializables, que pudieran competir con otras prendas aunque no fueran de tendencia, porque mañana se van a seguir usando. Y que la persona que la comprara lo hiciera porque le gustó y se llevara la sorpresa del mensaje, o porque conoce el mensaje y quiere ser parte de este colectivo y lo que está diciendo”.

Junto a la remera, el cliente recibe un cartón que explica lo que hay detrás del proyecto y la fundamentación del motivo que lucen: “Por ejemplo, la del síndrome de Down tiene 21 estrellas irregulares, por el cromosoma del par 21”, explica Prado, así como otra lleva la frase Rise and Shine (en inglés, Levantate y brillá). También de esa tormenta creativa nació el nombre de la grifa, relata: “Somos lo que dejamos a nuestro paso como ese polvo de estrellas [stardust]”.

En primera instancia hicieron 300 remeras y ya están en el proceso de creación de nuevas prendas para verano, siempre con el denominador común de generar empatía. “La idea es que crezca y, el día de mañana, incursionar en otros artículos con el mismo concepto. Hoy nos vamos a especializar en remería”. Las remeras de Stardust, confeccionadas en algodón, se entregan en un empaque hecho con tela plástica de sillas de playa en desuso, que fueron cosidos en Ciudad de la Costa y bordados por un emprendimiento ubicado en el PTI del Cerro; que puede ser usado luego como monedero o sobre. Para empezar, las comercializan a través de la cuenta de Instagram @stardustuy y físicamente en la tienda multimarca Casa Valenza (21 de Setiembre y Williman) y en Marimba (Schroeder y Arocena).

Además del mensaje implícito, un porcentaje de las ventas irán para la Asociación Down del Uruguay (Addu) y para el Servicio Ecuménico para la Dignidad Humana (Sedhu, que trabaja además con Acnur), dos organizaciones que conocen de cerca, aunque advierten que más adelante la ayuda podrá volcarse a otras instituciones y causas. En lo que respecta a la Asociación Down, en particular, apuntan a colaborar con un curso de TIC y fotografía que busca enseñar a las personas con este síndrome a relacionarse con herramientas digitales, celulares, tablets, computadoras, para que puedan potenciar su autonomía. “Esta semana la Addu, junto con Inefop [Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional] y otras entidades, lanzó un curso de habilidades digitales para el empleo dirigido a personas con discapacidad intelectual del todo el país”, remarca Magdalena Prado, “para que estas personas no quedan atrás en el cambio de matriz del trabajo”.

La campaña de difusión de Stardust “es bastante movilizante”, señala Prado, “cuando los cuerpos hegemónicos son lo que abunda cuando se comunica moda”. En este caso sus protagonistas son Melisa Montero, una joven con síndrome de Down, y Yeiri Merchan, una fisioterapeuta venezolana que hace tres años que se instaló en Uruguay, quienes intentarán mostrar el carácter de la marca junto a la modelo Magela Borrás.


Foto del artículo 'Un proyecto de indumentaria que apunta a tener impacto social y una marca familiar que prescinde de talles y géneros'

Percha universal: Hermanística y sus líneas de prendas no binarias

Piezas textiles libres de talle y género son parte de la propuesta de Hermanística, más allá de una marca de moda, un proyecto de diseño no binario que busca la inclusión por medio de la indumentaria. Eso dicen las hermanas Correa, que desde hace un año lo materializan. Rocío se ocupa del diseño hasta la confección, mientras que Melissa colabora en la comunicación y otras tareas que van surgiendo, pero juntas empujan este emprendimiento que nació en la pandemia y busca perfilarse despegado de ciertas convenciones. “Cada pieza apuesta a la comodidad, la versatilidad, la calidad y tiene la posibilidad de ser adaptada a las medidas requeridas de cada persona”, se presentan, parafraseando al escritor Haruki Murakami: “Creo que mi trabajo es observar a las personas y el mundo, y no juzgarlos”.

La mayoría puede adaptarse a cualquier cuerpo o usuario por dos motivos: ya sea porque son oversize (es decir, más bien grandes) o porque fueron provistas de elementos que facilitan aflojarlas o ajustarlas a la medida requerida; también esto permite que se amolden al gusto o la ocasión, sin importar el género, aseguran.

Hermanística comercializa sus prendas en redes sociales, incluyendo su tienda online (@hermanistica en Instagram y https://hermanistica.kyte.site), pero también cuentan con un showroom en Ciudad Vieja donde, con previa coordinación, el cliente puede ir a probarse y rearmar la ropa escogida.

Trabajan en base a un pequeño stock y el resto se confecciona a medida que se realiza la compra, por lo que la entrega tiene una espera estimada de cinco días a partir de esa fecha. Los artículos con mayor aceptación hasta ahora son el pantalón An-Anatómico, un buzo poncho y la polera Aire, entre un rango de mujeres y hombres de 22 a 45 años. Se trata, dicen, de “un público que apoya emprendimientos locales, que le gusta la ropa de diseño y más exclusiva, que además busca prendas de calidad”.

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Lograr que sean funcionales y adaptables a variables corporales es una de las principales preocupaciones, aunque no la única: “No hay sobreproducción ya que se hace en base a la demanda”.

Para difundir su primera colección contaron con la participación musical de Francisco Fattoruso y la dirección fotográfica de Pablo Sosa.