Cuando lo urgente relega lo necesario, hay quejas que nunca se atienden o que se encaran mal, a las cansadas. Luego de relatar algunos casos repetidos de sufrimiento que llegaron a su clínica, Lorena Estefanell advierte que “este no es un libro científico, pero tampoco es producto de una opinión personal”. Una de las primeras cosas que rescata en Mi hijo me saca (Penguin/Grijalbo, 143 páginas) es el valor de los vínculos. Cuenta que este volumen es el resultado de combinar dos décadas de experiencia como profesora y otras tantas como terapeuta. Asegura que nace de observar cómo no basta con que las familias pongan voluntad en hacerlo mejor. Que a ella misma, como madre de tres, le sirvió esa vivencia para mejorar en su profesión: “Conocí la culpa de un grito a destiempo, de un rezongo mal dado o de una palabra de la que me arrepiento en el mismo instante en que la digo”.
Partiendo de la base de que criar es difícil y cansador, Estefanell propone sondear caminos que funcionen, para evitar frustraciones cuando no se logra aplicar con éxito los mandatos de moda. La psicóloga advierte que el libro es una guía para saber qué estás haciendo bien y cómo disfrutar al máximo esta etapa.
En sus páginas hay bastantes herramientas para el control de ira del adulto a cargo, como aprender a activar el “botón de pausa” antes de responder o “identificar tu patrón de calma y cultivarlo”, para mantener un ambiente saludable desde el reconocimiento de las emociones que se generan pero sin dejar de poner límites. Las capacidades de empatía, negociación y planes B, y, sobre todo, un cambio de mirada y de dirección, persiguen un objetivo: enojarse bien.
Estefanell hace énfasis en el lenguaje utilizado para influir en las conductas del niño y elabora cuadros en los que se observa el pensamiento desbocado del progenitor o tutor con bronca y el impulso de control perfeccionista.
Seguramente muchos prefieran ir directamente al capítulo 3, “¿Cómo hago para que se porte bien?”, pero será mejor seguir las estrategias de la docente para abordar el asunto mediante una comunicación abierta. Nunca deja de proponer que se distinga cuál es el problema y por qué se lo considera así, qué tono se utiliza al dirigirse al niño y qué acciones toma este, cómo generar entonces un contexto que sea emocionalmente fortalecedor. Tal como advierte, los castigos no enseñan habilidades; es mejor mostrarle opciones para que el niño sepa que puede actuar de otra manera y aprenda a desarrollar alternativas.
Se trata de un libro breve que apuesta a comprender la convivencia intrafamiliar y trabaja sobre la autorregulación para reforzar el tan mentado “tiempo de calidad”. Los textos se complementan con una serie de contenidos ampliados a los que se accede mediante códigos QR que conducen, por ejemplo, a guías y videos de Unicef en los que esta psicóloga participó como asesora.