La sandía puede alcanzar hasta diez kilos de peso. Es el fruto de la sandiera, una planta de la familia de las cucurbitáceas que incluye unas 850 especies. Estas plantas producen frutos generalmente de gran tamaño, protegidos por una corteza dura. Es una de las frutas con mayor porcentaje de agua en su composición (93%), por lo que su aporte en calorías es muy bajo (apenas 20 cada 100 gramos), mientras que los niveles de vitaminas y sales minerales son poco relevantes, siendo el potasio y el magnesio los que más destacan, pero en menores cantidades comparados con otras frutas.
El color rosado de su pulpa se debe a la presencia del pigmento licopeno, una sustancia con capacidad antioxidante. El potasio es un mineral necesario para la transmisión y generación del impulso nervioso y para la actividad muscular normal, interviene en el equilibrio de agua dentro y fuera de la célula.
Las primeras se cultivaron en Egipto hace unos 4.000 años y antiguamente se vaciaban y se utilizaban para transportar agua, ya que su cáscara es totalmente impermeable.
La zafra en nuestro país se ubica habitualmente entre noviembre y marzo, y es en la localidad de Tranqueras (a 20 kilómetros de la ciudad de Rivera) donde se concentra casi el 90% de la producción de sandía que llega anualmente a la Unidad Agroalimentaria Metropolitana.
Original uso
En general, únicamente se utiliza la pulpa y se desecha la cáscara, la corteza blanca que separa a estas dos y las semillas. Pero la cáscara de sandía, para sorpresa de algunos, contiene muchísimos nutrientes. Además, ayuda a eliminar el nitrógeno de la sangre, mantiene el corazón saludable y relaja los músculos. Entre otros beneficios es antioxidante, gracias a su contenido de vitaminas A y C, aparte del citado licopeno. Favorece la circulación y cuida el corazón debido a que contiene citrulina, un compuesto que se convierte en arginina, un aminoácido vital para este y el sistema circulatorio, que ayuda a que las arterias se mantengan en forma y conserven su elasticidad. A su vez, sus nutrientes tienen la capacidad de regular la presión arterial.
Existen múltiples recetas que no sólo aprovechan esas virtudes, sino que le sacan partido a lo que para muchos es un simple desecho. En milanesa, conserva, mermelada, jugos, en almíbar o cruda en ensaladas, tanto la superficie blanca como la cáscara se pueden aplicar en diversas preparaciones. Bien lavada se puede utilizar en preparaciones de chutneys o dulces.
Chutney de cáscara de sandía
Lavar la cáscara con la parte blanca y con una cuchilla bien afilada quitar la parte verde de la superficie de modo de aprovechar el máximo posible. Cortar en cubos no muy grandes. Colocar en una olla 500 g de cáscara, 300 g de azúcar y 2 tazas de vinagre de manzana. Cocinar a fuego muy suave por unos 15 minutos revolviendo de vez en cuando para que no se pegue la preparación. Pasado ese tiempo, agregar 2 cucharadas soperas de granos de mostaza (pueden ser mitad negros y mitad amarillos). Cocinar unos 10 minutos más o hasta que el chutney tome consistencia. Ideal para acompañar quesos en una picada o pescados al horno o grillados.
Cabello de ángel
Lavar muy bien la cáscara de la sandía y cortarla en tiritas muy finas. Colocarlas en una olla, cubrir con un poco de agua, agregar una pizca de sal y cocinar por unos 15 minutos. En una sartén colocar las tiritas de cáscara de sandía cocidas junto con el mismo peso de azúcar y cocinar a fuego muy suave por unos minutos hasta que se evapore casi toda el agua de la cocción que quedó en la cáscara. Cuando ya no quede agua, dejar caramelizar un poco, para que tome apenas color dorado.
Esta receta es ideal para acompañar con helado o con cremas. Debido a su sabor similar al zapallo, se le puede agregar un toque de clavo de olor o canela en rama al momento de cocinarla con el azúcar.
Mermelada de cáscara de sandía
Hoy en tu casa comieron sandía y quedó casi 1/3 de esta deliciosa y refrescante fruta que ahora hay todo el año. No la tires, ya que vamos a hacer una sabrosa mermelada. Para eso es importante que laves la cáscara con la parte blanca incluida. Con una cuchilla bien afilada quitar la parte verde de la superficie todo lo que se pueda. Cortar en dados medianos y colocar en una olla la mitad de cantidad de azúcar que de cáscara de sandía (por ejemplo, 500 g de cáscara con 250 g de azúcar).
Agregar un toque de cáscara de naranja rallada, una vaina de vainilla o una rama de canela, lo que más te guste. Llevar a fuego muy suave y revolver de vez en cuando hasta que tome consistencia de mermelada. Para verificar el punto, colocar en un plato una cucharada y dejar enfriar. De esta manera obtendrás una consistencia perfecta. Guardar en frascos de vidrio pasteurizados que hayan quedado vacíos de otras compras. Es ideal para desayunos, meriendas o para acompañar quesos.
Para un sueño reparador
El consumo de la cáscara de sandía sirve tanto para ayudar a conciliar el sueño y mejorar la calidad del descanso como para aportar energía al organismo, y contiene vitamina B6, un nutriente esencial para sintetizar el magnesio y la dopamina y así mejorar la energía.
Además, los expertos aseguran que los compuestos de la cáscara de sandía ayudan a impedir la formación y acumulación de grasa en el organismo y favorecen su eliminación, así como de otros desechos que el cuerpo no necesita.
También son ricas en fibra, lo que favorece el sistema digestivo y brinda sensación de saciedad. Entonces, ya sabés, la próxima vez que vayas a comprar sandías, no tires la cáscara, ya que es un regalo de la naturaleza que pocos conocen y aprecian, pero digno de difundir y consumir.