Era claro el problema de la acumulación de residuos en zonas complicadas en torno a cursos de agua, pero a partir de la enorme inundación ocurrida el 17 de enero de 2022 la Intendencia de Montevideo (IM) tomó cartas en el asunto a través del trabajo de Áreas Liberadas, para identificar el comportamiento de los cursos de agua y los casos más urgentes desde una perspectiva ambiental que no pase por alto el contexto social. Con ese objetivo, entre otras tareas, se hacen recorridos semanales y una reunión de coordinación para ver cómo se va avanzando.
Esos residuos tienen diferentes orígenes: según se desprendía de un trabajo de consultoría hecho con el Banco Interamericano de Desarrollo que, como señala Verónica Piñeiro desde la Gerencia de Gestión Ambiental de la IM, “había hecho un análisis muy profundo de lo que pasaba en la cuenca del arroyo Pantanoso, con los sitios de disposición informal de residuos y materiales asociados a los cursos de agua”. Sobre esa base se desarrolló un proceso, junto a un equipo interdisciplinario, que permitió generar barreras a partir de material reutilizado. “Lo que esperamos que suceda es poder retener residuos flotantes o materiales que estén circulando en el agua e ir a limpiarlos de una manera un poco más eficiente. En lugar de que eso se acumule en diferentes puntos, lograr encontrar sitios en diferentes cuencas o subcuencas, porque este tipo de barrera está diseñado para cursos de agua menores, no el curso principal del Pantanoso o el Miguelete, sino sus afluentes”.
Establecieron contacto con la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República, desde donde propusieron este tipo de solución y se fue resolviendo el diseño y el formato de construcción. Con ese enfoque resuelto, plantearon un trabajo participativo para el que convocaron a grupos de escolares, en ecocentros, y también a jornaleros solidarios que son instruidos por talleristas, muchos de ellos estudiantes de Ingeniería.
La biobarda, que también se utiliza en otros países, es una alternativa de barrera flotante (trampa) elaborada para detener los residuos de mayor tamaño, arrastrados desde la cuenca alta de los cursos de agua a las partes medias y bajas.
Se fabrican de manera artesanal con botellas de plástico PET, procurando que sean todas del mismo tamaño, y una malla de polietileno. Su estructura no es compleja: los envases se disponen en forma circular, dejando en el centro, de manera alternativa, una botella cerrada llena de agua o de arena, para estabilizar la barda (a modo de ancla). Estas filas se colocan en el centro de la malla que se va cerrando con el lazo. Las botellas se organizan, colocándolas boquilla con boquilla, y en la siguiente fila, fondo con fondo. La barda tendrá el largo que requiera de acuerdo al ancho del curso de agua para poder amarrarse de ambos lados en sus orillas.
“Queríamos probarla, nos parecía bien”, dice Piñeiro. “Hay otras tecnologías, biobardas de una dimensión mayor, que requieren una inversión muy grande. En este contexto esto nos pareció una solución que es rápida de implementar con el apoyo de la Facultad de Ingeniería, que tiene datos de que este sistema puede funcionar. Ahora estamos implementándolo y viendo eso. Es algo que, a una escala de curso de agua menor, puede servir para ayudarnos a ser más eficientes en esa limpieza y mantenimiento que hacemos”.
Primera tanda
Fueron seleccionados más de 20 puntos en cursos de agua para instalar las primeras biobardas. Estarán ubicadas en la cuenca de Las Piedras, Pantanoso, Miguelete, Carrasco y cañadas del oeste. Al momento de instalarlas hay que tener en cuenta que deben quedar fijas con estacas o atadas a árboles de ambas orillas del curso de agua. No deben ubicarse de manera perpendicular a los márgenes, sino levemente oblicuas. De esta manera los residuos acumulados se agruparán en una de las puntas de la biobarda y será más fácil su extracción.
“Tenemos una serie de lugares identificados y ya instalamos biobardas hace diez días en Casabó, en Bajo Valencia, y vamos a tratar de instalar otras. También se instalaron dos en la cañada de las Canteras, que está próxima a Felipe Cardozo y al barrio San Nicolás, y estamos viendo de seguir con las instalaciones esta semana. Tenemos cerca de 20 biobardas confeccionadas, la idea es instalar en 25 puntos y ahora estamos viendo cómo funcionan en base a las tormentas que hemos tenido. Es importante decir que esto funciona en la medida en que corre agua. Entonces, los momentos de lluvia son los que nos muestran cómo anda el sistema”, explica Piñeiro.
Estas pruebas, que empezaron hace tres semanas, permitirán ver la capacidad de las redes según la cantidad de materiales flotantes que circulen. “Hasta ahora las visitamos asiduamente para ver cómo hacemos después su mantenimiento, que va a depender mucho de la dinámica que tengan y de las tormentas que haya”.
Las dimensiones son variables; pueden tener entre tres metros o más. Tiene armados algunos módulos con los que hacen las biobardas según el lugar. Lo próximo es intentar fabricar algunas más grandes para ver si funcionan en cursos mayores. En cualquier caso, el trabajo con los vecinos es fundamental, indica la jerarca.
Dependiendo de las condiciones climáticas, estas barreras pueden verse sometidas a un desgaste mayor; de allí que todavía no hay parámetro de vida útil o de recambio necesario de estas biobardas. Es hora de instalar y observar. Esta es una estrategia más, indicó Piñeiro, que se suma al mantenimiento constante de las zonas de acumulación de residuos en los cursos de agua, que generan contaminación, inundaciones y son de riesgo por el efecto que tienen en el entorno de los barrios.
En caso de tener una situación similar, se puede reportar al 092 250 260, la misma línea que se utiliza para denunciar residuos fuera del contenedor o para bocas de tormenta obstruidas en momentos de emergencia.