El objetivo es involucrar a la mayor cantidad de niños y jóvenes y de referentes educativos posibles. Eureka! Learning Days se define como “un festival gratuito que tiene como eje celebrar el disfrute de aprender y la manera de llevarlo a cabo es traspasando saberes de generación en generación, de manera lúdica, accesible e integradora, ampliando la mirada desde la exclusividad de las aulas hacia espacios del entorno cotidiano que pueden ser igual o más significativos para que quieran y busquen conocer más”.
Hay una confianza en el valor de agruparse, en que este tipo de vivencias deja huella. Para esto, decenas de anfitriones compartirán sus talentos entre el 27 y el 29 de abril. Los eventos del festival ofrecen una variedad de opciones y están organizados por temas: incluye artes, creación, movimiento maker, aprendizaje al aire libre, ciencia, tecnología y voz juvenil. “También hay sesiones de desarrollo profesional para educadores de todo tipo, ya sean escolares, extraescolares, de cuidado infantil o educadores no tradicionales. Cada propuesta buscará dejar una enseñanza y todas tendrán un foco con perspectiva de género, sustentabilidad e inclusión”, adelantan. Aunque dependerá de la cantidad de eventos que finalmente se confirmen, en esta primera edición aspiran a movilizar a unas 500 personas.
El origen de este festival está en Pittsburgh (Estados Unidos), propiciado por la organización Remake Learning. “Lo fundaron educadores e innovadores de esa ciudad, hace 15 años, buscando generar un cambio”, explica Cecilia de la Paz, coordinadora de Eureka! en Uruguay. “Ellos habían padecido el cierre de muchas industrias y empresas, estaban en un estado de pesimismo propio de las comunidades que han pasado por experiencias fuertes, de ese tipo. Se reunieron para dar vuelta esa situación, para las siguientes generaciones, y primero crearon Remake Learning y después impulsaron un festival para generar alegría y visibilidad, un movimiento del aprendizaje como camino de reconversión y de optimismo”.
Efectos de la motivación
Remake Learning Days es la iniciativa que esta maestra y emprendedora pensó replicar acá. Se lo propuso luego de un trayecto propio en el área: “Edúcate Uruguay, una ONG que fundé en 2009, busca reducir la brecha de acceso a oportunidades entre los niños del campo y de la ciudad. Hemos estado trabajando en tres líneas principales de innovación volcada a la generación de equidad y de bienestar en las nuevas generaciones: diseño de proyectos, implementación e investigación. En ese camino hemos generado un ecosistema de cambio, en la búsqueda de hacerlo sostenible en el tiempo. Así hay otras tres líneas de trabajo: tomar la comunidad como proyecto, no solamente un lugar donde ir a implementar, sino generar capital humano que quede allí. Otro objetivo es activar el ecosistema local; o sea, sumar a las escuelas que ya están los otros actores involucrados, y tener una cultura de mejora continua. Tenemos la filosofía de ampliar los horizontes geográficos y de conocimiento, tanto para los niños como para los maestros”.
La afinidad con la iniciativa de Pittsburgh le resultó evidente: “Conocimos una organización inglesa que se llama Big Change, que también está trabajando en ecosistemas de cambio a nivel de países. Entonces, había una organización de India, otra canadiense, una australiana y una estadounidense; hispanoparlantes estábamos nosotros”. Mientras buscaban entre todos “cómo catalizar cambios”, tomaron contacto con Remake Learning, que este año recibió el premio WISE, que reconoce a las iniciativas de mayor impacto en transformación social a nivel global. “Hacía tiempo que estábamos en la búsqueda de cómo generar un vínculo afectivo y efectivo de los niños con el aprendizaje, pero que fortaleciera el ecosistema, no sólo lo que ocurriera dentro del aula de clases, sino su entorno. Ahí conocimos el proyecto Remake Learning Days y les preguntamos si alguna vez habían probado hacerlo internacionalmente”, cuenta. La curiosidad de la uruguaya cayó oportunamente: justo este año planeaban hacer un festival piloto en Inglaterra y en Nueva Zelanda. “Es un proyecto interesante, probado y premiado. Y nosotros estamos en la misma búsqueda”, resume, “en cómo Uruguay puede sumar las experiencias que han funcionado en el exterior para beneficio propio”.
Inspiración replicada
Desde su lanzamiento en 2016, Remake Learning Days suma más de 2.350 eventos organizados, que alcanzaron a unas 175.000 familias, recalcan. Hay una deliberada apuesta a la participación y el intercambio intergeneracional. “La manera de hacerlo”, explica De la Paz, “es ofreciendo decenas de propuestas que salgan de la comunidad. O sea, no es un lugar, no es una feria a la que uno va y recorre. Son diferentes espacios de aprendizaje que ya están en las comunidades, pero que ese día abren sus puertas para recibir a las nuevas generaciones”. La educadora da la pauta de lo amplio que es el rango de propuestas que pueden agregarse a la grilla del festival: “Si tenés una cafetería, podés abrirla una hora para enseñar a hacer café a los niños del barrio, o puede ser que seas parte de una organización tan grande como Telefónica, por ejemplo, que es parte del proyecto, y quieras dar una jornada de tecnología y placas arduino para jóvenes. O puede ser un colegio, o una escuela, que ese día quiera hacer algo especial. Por ejemplo, en Cerro Largo van a hacer una movida súper linda con un muralista y un tallerista, sobre un pintor icónico del lugar, y el resultado se va a poder ver cada vez que vayas por la ruta rumbo a Brasil. Para ellos es un símbolo de identidad. En el museo Atchugarry también va a haber una actividad para jóvenes sobre emociones y arte. En Maldonado hay, además, una escuela de karate que se sumó, y otros van a dar una experiencia en el bosque. Entonces, si uno tiene la posibilidad, o tiene un taller, es un individuo curioso, la idea es transferirle a alguien de las nuevas generaciones algo que inspire a aprender igual que como te inspiró en algún momento a ti”.
En el intento por reforzar la oferta en todo el país, la coordinadora local del festival invita a todos los posibles anfitriones que quieran ser parte. Aquí la condición es que el evento sea gratuito y que la unidad mínima que se destine sean 60 minutos. Actualmente tienen confirmados alrededor de 20 puntos o actividades y aspiran a llegar a unas 50. “Si bien en algún momento nos preguntamos si lo hacíamos local o nacional, somos una ONG que está trabajando en 11 departamentos, hemos reconocido las diferentes idiosincrasias, las diferentes fortalezas de cada una de las comunidades, y nos parecía que no éramos nosotros los que teníamos que determinar en dónde iban a abrazar esto como una oportunidad de generar aprendizaje enriquecido y posibilidades de encuentro... por lo menos estos tres días”.
Por otro lado, Cecilia de la Paz señala la importancia de poner en la conversación lo motivacional en el aprendizaje: “La idea es poder estructurar y dinamizar las actividades para que muchos puedan sumarse y que esta comunidad crezca. Como en su momento fue el Día del Patrimonio, que en sus primeros pasos era en algunos puntos y hoy en día cobró vida propia. Aunque es muy ambicioso llegar a ese posicionamiento, queremos que una vez al año haya una celebración de lo que es aprender, que se salga en familia, que las nuevas generaciones lo estén esperando y que cada vez más los adultos estemos disponibles a enseñar eso que sabemos hacer, desde el lugar que podemos, desde el espacio que tenemos, tanto sea en representación de una institución como de nosotros, ciudadanos de a pie”.
Agenda de actividades: https://remakelearningdays.org/find-events/?fwp_region=uruguay. Para sumarse como anfitrión: @educateuruguay
Entre la televisión y las escuelas rurales
Cecilia de la Paz fue conductora de televisión cuando tenía 18 años, “hace tres vidas”, apunta, justo cuando estaba transitando su formación como maestra: “Los niños me recibían con afecto porque a ellos les llamaba la atención la televisión, en realidad. Entonces, desde muy tempranas etapas en mi carrera me empecé a preguntar qué es lo que hace que los niños tengan un interés particular, y eso fue creciendo”. Dice que en las investigaciones en las que participó desde ese momento avalan esta sensación “con cifras y una proyección más macro de lo que son las relaciones entre los resultados académicos y la calidad de los vínculos, la generación de equidad, la importancia del bienestar, de cuál es el ambiente en clase y en tu barrio y en tu casa. Cuáles son los logros personales que el aprendizaje te puede impulsar a dar, qué es lo que perdura. Aquella integración hoy se llama tecnología educativa, tiene un montón de nombres, pero en aquel momento lo que era incipiente para mí es que hay algo en el vínculo y en el medio que termina generando una experiencia con un impacto muy distinto en aquel que aprende. Nunca sabés qué movimiento generás. Y eso no se lo olvidan nunca más. Cuántas veces asumimos que otro tiene lo que para nosotros es un cotidiano”, señala.
Todo empezó para ella cuando trabajaba para un programa de recaudación de fondos para Unicef y en Tacuarembó se le acercó un niño, Nicolás, para regalarle una foto abrazado a su maestra. “Encuentro una riqueza humana fuera de serie que se contrapone con una pobreza de acceso a herramientas fundamentales. Yo me formé como maestra en Montevideo, pero hacía prácticas en la periferia, y encontraba niños que no tienen ambientes tan armoniosos como tiene el niño del campo, pero por ahí si tienen otras oportunidades que, muchas veces, no pueden aprovechar. Trabajar con las escuelas rurales para mí siempre fue una gran satisfacción, por los niños, por los maestros y por la comunidad en general, que no tiene las mismas posibilidades que alguien que está en un entorno urbano, y las posibilidades de transformación son muy grandes”.