El usuario promedio de internet pasa aproximadamente dos horas y media por día utilizando redes sociales (la cifra es muchísimo mayor en el público joven) y en ese lapso recibe determinados contenidos: videos en Youtube, texto en Twitter, imágenes y videos en Instagram, etcétera Ahora, ¿quién determina exactamente qué vemos cuando scrolleamos en Twitter o vamos a la sección Para Ti en Tik Tok? Nadie. Al menos, ninguna persona física. Lo hace el famoso algoritmo.

Un algoritmo no es más que una serie de reglas, un proceso de cálculos que una computadora, un sistema o incluso una persona sigue para resolver un problema o una operación. Los diferentes movimientos que una persona hace para resolver un cubo de Rubik, por ejemplo, conforman un algoritmo. Las reglas que rigen las variables por las cuales se viraliza un tuit y te aparece cuando abrís la aplicación, a pesar de que no seguís a la persona que lo publicó, también.

Mucha tinta se ha derramado y teclas se han presionado respecto de los algoritmos. El centro de la cuestión está en el hecho de que estos algoritmos no son públicos. Son lo que en la jerga se denomina proprietary technology: básicamente, secretos comerciales. A veces incluso más: hay muchos sistemas dentro del código fuente de estas plataformas que son cajas negras, principalmente los que utilizan aprendizaje automático. En este caso, los ingenieros que los diseñaron no pueden explicar cómo funcionan ni por qué generan lo que generan, es decir, por qué producen determinados resultados.

En parte por esto es que sorprende que Elon Musk, que no tiene demasiado apego a sus palabras, cumpliera su promesa e hiciera público el algoritmo de Twitter, o al menos gran parte de él.

Al analizarlo podemos entender qué factores se toman en cuenta y en qué grado tiene un impacto en campañas electorales y procesos sociales de todo tipo. Por ejemplo, podemos ver el peso que les da el algoritmo a distintos tipos de interacción con un tuit a la hora de decidir si lo promociona, o sea, si le da más alcance o no.

El análisis revela que Twitter potencia a un tuit 30 veces más por cada like que obtiene, y 20 veces más por cada retuit, mientras que cada respuesta lo potencia solamente por un factor de 1. Pagar por la verificación también aumenta el alcance. En cambio, que el tuit incluya links hacia fuera de Twitter reduce su alcance, entre otras variables.

No todo es lo que parece: transparencia y claroscuros

El funcionamiento de Twitter, en lo que respecta a su algoritmo pero también a su política institucional, ha estado inmerso en polémicas desde la compra de la plataforma, en octubre, por parte del magnate Elon Musk. Tras adquirirla, una de sus primeras acciones fue trabajar con un grupo de periodistas, entre ellos Matt Taibbi, exescritor de Rolling Stone, y el columnista Bari Weiss, para publicar los llamados Twitter Files, que buscaban echar luz sobre los procesos internos de la plataforma, incluyendo su algoritmo de recomendación pero también factores más delicados, como el grado en que la compañía compartía información con las autoridades, en particular con el FBI.

Sin embargo, el proceso periodístico se basó más que nada en declaraciones de exejecutivos y empleados, y hubo realmente pocas pruebas tangibles que indicaran algunas alegaciones que había hecho Musk previamente, como las relacionadas con el porcentaje de bots en la plataforma y con el acceso del FBI.

Hoy el proyecto Twitter Files parece haberse venido abajo, ya que Taibbi cayó en desgracia con Musk. Cuando se anunció que Twitter iba a bloquear los links hacia Substack, plataforma que permite a periodistas independientes publicar y cobrar suscripciones por su trabajo, porque lo consideraba “competencia desleal”, Taibbi anunció que no compartiría más su trabajo en Twitter, ya que en Substack es donde realmente podía monetizarlo y vivir de él.

La decisión de bloquear los links en Twitter que dirigen a Substack duró menos de una semana antes de ser revertida, con el mismo grado de incertidumbre y personalismo con que han estado marcadas casi todas las decisiones desde que la empresa fue comprada por Musk. Sin embargo, el CEO de Twitter dejó de seguir al periodista luego de sus declaraciones.

El pecado original

El “pecado original”, de acuerdo con Jack Dorsey, cofundador de Twitter y CEO de la compañía por varios años, fue convertir a Twitter en una empresa. Según el ejecutivo, que ahora se desempeña como CEO de la plataforma de pagos Square, esto afectó los fundamentos de Twitter: las presiones intrínsecas de ser una empresa que cotiza en bolsa y debe responder a las demandas de sus accionistas erosionaron el debate público mediante mecanismos que favorecen la retención de los usuarios en la plataforma y su monetización. Ahora Dorsey busca enmendar el pecado por medio de inversiones y experimentos en redes sociales descentralizadas como Nostr, una plataforma vinculada al ecosistema de Bitcoin.

Otro de los factores fuertemente criticados por la comunidad tecnológica, cuestionamientos de los que se hizo eco la publicación especializada Wired, fue la restricción de la API (Application Programming Interface) de Twitter desde que Musk se hiciera cargo de la plataforma. Esta herramienta, que permite acceder a la información de la plataforma en forma anonimizada para poder, entre otras cosas, medirla y estudiarla, es altamente utilizada por investigadores para analizar el comportamiento social en Twitter.

Aunque el código fuente nos permite entender la estructura de Twitter a grandes rasgos, para obtener datos en tiempo real del comportamiento de sus usuarios es necesario tener acceso a su API. Musk ha tuiteado que la API tiene que “rehacerse totalmente”, y aún no hay fecha para su reapertura. Además, se ha anunciado que la nueva API dejará de ser gratuita una vez que esté habilitada nuevamente.

El personalismo en sus decisiones empresariales ya es casi una marca registrada del sudafricano Musk. De hecho, de acuerdo con la web Semafor, dentro del código fuente del algoritmo que rige lo que vemos en la sección Para Ti de Twitter hay una función específica (llamada author_is_elon) que diferencia los tuits de Musk de los del resto de los usuarios. Además, hay funciones específicas para usuarios demócratas, republicanos y power users (usuarios que pasan mucho tiempo y publican mucho en la plataforma).

Con base en esto, la empresa ha sido acusada de potenciar los tuits de su dueño por sobre el resto de los usuarios, generando reglas del juego desiguales a la hora de promocionar contenido en una de las redes sociales que, a pesar de no ser de las que mayor cantidad de usuarios tiene, es extremadamente relevante a la hora de influir en la agenda pública debido a su penetración en ámbitos políticos y periodísticos.

La explicación oficial de Twitter, que reconoció la existencia de todas estas funciones, es que existen con fines de medir el rendimiento de estos grupos de usuarios (incluido el de los tuits personales de Musk), pero no necesariamente para potenciarlos. Musk declaró que esto “le parecía raro” y que “era la primera vez que se enteraba”, deslizando que esta función ya existía previamente a la venta de la plataforma y, por lo tanto, su equipo no era responsable. Este segmento de código luego fue removido, de acuerdo a Business Insider.1