Hacia 2018 Alfonso Terrón y Agustina Parada estaban haciéndose una casa. La inversión en materiales y herramientas que iban a necesitar una sola vez les resultaba excesiva. En el transcurso de la obra, a la pareja se le ocurrió un proyecto colaborativo, que la llevó a adquirir el dominio notelocompres.com. Había mucha maquinaria que sabían que iba a quedar ociosa una vez que terminaran y además de caro, eso les parecía un despropósito. Así llegaron a un concepto que se traduce en “Ganá alquilando lo que no estés usando”, “Dale valor a lo que no usás” y “Comprá menos. Compartí más”, ganchos de un emprendimiento que, desde el logo, presentan como una forma de consumo sostenible, pero que es sobre todo un modo de sacarle partido a lo que queda arrumbado y, del otro lado, de darle acceso al que no podría comprarlo. “Más allá de que hubo otras ideas similares a la nuestra, nos basamos en nuestra propia necesidad, que en aquel entonces era conseguir las herramientas para construir nuestra casa”, subraya Parada.

A fines del año pasado hicieron una revisión de las tecnologías con las que podían concretar la plataforma, o como explica Terrón, “tratando de acomodar piezas con licencias que íbamos adquiriendo”, ya que no utilizan desarrollo de software específico, sino que encontraron que diversas herramientas de e-commerce podían proveerles un prototipo para testear si el usuario tenía la intención de usar algo como lo que proponían.

Vale decir que Terrón es programador y Parada diseñadora, y que cuando retomaron aquella iniciativa y el emprendimiento tuvo una evolución, llegó el respaldo del Centro de Innnovación y Emprendimientos de la Universidad Ort, donde se formaron, y de la Asociación de Jóvenes Empresarios. Lograron lanzar No te lo compres en marzo pasado. Aparte de afinar detalles, básicamente necesitaban ayuda para llegar al usuario, para que la gente se entere de que existe este servicio, que comparan con la lógica de Airbnb.

Eficiencia e ingresos extra

En la era de la obsolescencia programada, su propósito es “proveer un espacio de intercambio y colaboración promoviendo una economía circular. Utilizar de una manera más eficiente la vida útil de los productos, como también facilitarlos a personas que quizás por sus altos costos no pueden acceder a ellos”, se lee en el flamante sitio local, que aspiran, una vez validado el proyecto, cumplidos los requerimientos legales y el desarrollo de una app, empezar a expandir por latinoamérica. La estructura que encontraron fue denominar garages -una palabra que funcionara en diversas geografías- a las cuentas que crean los usuarios y donde ofertan sus objetos. Hasta la fecha declaran tener 250 personas inscriptas en todo el país y, contando su propio garage, más de 100 garages activos en siete departamentos, principalmente de usuarios registrados de Montevideo y Maldonado.

La utilidad de la plataforma se basa en brindar soluciones más económicas a necesidades puntuales. “Nos sorprendió gratamente cómo las personas empezaron a crear sus cuentas y a publicar productos que no teníamos en los planes”, admiten. Si bien la categoría de herramientas y construcción, el punto de origen, es la más nutrida, la oferta varía desde una máquina para cortar césped hasta una tabla de surf, desde hornos hasta muebles, desde alfombras para fiestas hasta cochecitos de bebé, desde accesorios ortopédicos o extractores de leche materna hasta juegos de mesa, como el Catán, para divertirse un fin de semana. Igualmente, dicen, “intentamos promover otras categorías, como camping, por ejemplo, pero la verdad es que lo que más están publicando y alquilando a través de la web son herramientas”.

El precio final lo pone el usuario. El modelo de negocios, que entienden terminó siendo “simple pero grande”, implica una comisión del 10% que quien publica paga al portal sobre la reserva. En tanto que la persona que alquila elige el artículo que va a necesitar en las fechas de su preferencia y le deja un 15% de su reserva a la plataforma. “Todos estos porcentajes están fijados por nuestros costos”, explica Terrón, “para permitir que el usuario pueda pagar en cuotas, para que pueda validar su identidad de manera automática online, tomando un escaneo facial y subiendo un documento de identidad, para poder gestionar los depósitos de garantía (que se retienen hasta que el producto vuelve al garage)... todo eso va incrementando los costos”.

Ya que se comprometen a ofrecer una experiencia segura y confiable tanto para los usuarios como para los proveedores, la intermediación es una condición indispensable. Aunque hasta ahora no han tenido problemas mayores, de existir reclamos por el estado de la devolución del producto, se procede a “abrir una disputa, muy similar a lo que hace Mercado Libre o Airbnb, quedando como mediador entre las partes” y se evalúa si hubo mal uso o desgaste, si es necesario repararlo y utilizar el dinero de la reserva. Por el momento muchos procesos son supervisados personalmente, algo que saben que no podrán sostener una vez que el proyecto escale.

“Uno de los principales desafíos es el cambio de paradigma de ese impulso que tiene la humanidad de comprar, usar y guardar. Pasar a la oportunidad de ver si lo necesito verdaderamente todos los días guardado o lo alquilo. Ahora se abre una opción de la que, al menos, no teníamos registro. Es una de las batallas más grandes que tenemos”, admite Terrón. “Logramos un buen índice de oferta”, agrega. “Falta que más gente se anime a alquilar”, suma su pareja.