Juan Viggiano entiende que la pandemia fue la responsable de potenciar los juegos de mesa, si bien el Catan ya tenía una popularidad considerable: cuenta que cada país tiene un campeonato mundial del juego y que en Alemania se disputará el mundial 2025.

Hacía tiempo que Viggiano, que se dedica al sector comercial en las áreas de tecnología y servicios, pero frecuentemente lleva adelante iniciativas de índole social, como una inquietud personal de bajo perfil, venía planificando organizar algún tipo de acción dirigida a niños y adolescentes, preocupado por cómo los absorben las pantallas: “Veo eso de la play y que no salen a jugar a la pelota al parque. Entonces, me pareció un juego atractivo como para que ellos usaran el balero y aparte disfrutaran, que sepan ganar y perder”, explica quien, sin embargo, perdió la batalla con su hija, a la que los juegos de caja no le llaman para nada.

Como la crisis sanitaria retrasó aquella idea inicial, cuando Viggiano la retomó, un año y medio atrás, le agregó otras características. Buscó bares históricos o que tuvieran algo que contar aparte de recibir a los contendientes. El primer encuentro fue en el centenario La Giraldita; luego las partidas pasaron por el Expreso Pocitos, por el Tasende, El Imperio, y así fue generando eventos a los que suelen concurrir unas 40-45 personas de distintas edades, incluyendo parejas, amigos, un nieto que va con su abuelo y otro niño, en el espectro autista, que asiste con su padre. Para el próximo 23 llama a ir a jugar al Cabildo de Montevideo, que como recalca, es “un edificio de 1804”.

En cuanto a la dinámica de los encuentros de Catan, usualmente se maneja una inscripción para cubrir los gastos, aunque los menores no pagan. En paralelo, el organizador se contacta con una serie de empresas que aportan premios para los participantes, desde cortes de pelo hasta masajes, artesanías, comidas y juegos. Las partidas duran un promedio de cuatro horas y media en las que lo principal es mantener un clima distendido y de respeto. “O sea, hay normas que están sumamente claras: se pide que el uso del celular sea el menor posible, para que hablen, se rían o se calienten, pero hasta cierto punto”, agrega el responsable.

Normalmente eligen el sector más reservado del boliche, “para no contaminar ambas situaciones”, es decir, los parroquianos comunes y los jugadores de Catan.

Sobre el juego en sí, Viggiano dice que es “una cuestión de cuál es la mejor decisión que tenés que tomar en el juego para poder ganarlo y las estrategias las van a ir variando durante la partida”. Para aclararse, pone un ejemplo: “Uno no puede decir 'voy a hacer esto', porque los mismos dados te van a llevar para otro lado o las mismas necesidades, para poder obtener puntos, te van a conducir. Para ganar las partidas, vos tenés que cambiar recursos -hay cinco- por trigo, bosques, madera, piedra... Hay un aspecto de negociación y está el complicarle la partida al otro”, resume. Es la resolución de esos extremos lo que Viggiano describe como “lo lindo del juego”. “Solamente una vez tuve que pedirle que se retirara a una persona sola, que no entendió la lógica”.

“Cuando subo al Instagram una jornada que se va a amar, tengo un grueso ya de 20-25 personas que van siempre”, asegura. Hasta ahora pasaron más de 350 personas por estas citas lúdicas, gente que “hace un año y medio no se conocía y hoy se junta en distintas actividades que hay en Montevideo, de otro tipo de juegos, de hecho hay grupos de Whatsapp que crearon entre ellos y se van a la casa de uno a comer un asado y jugar a Catan o lo que sea. Eso para mí es la mayor satisfacción que puede haber”.

Viggiano se inició en el Catan por intermedio de su hermano, “uno de los primeros en haberlo tenido acá en Uruguay hace 14 años” y recuerda que los viernes de noche los conocidos empezaron a tocar timbre para jugar, sin previa cita. ¿Por qué cree que provoca tanta adhesión? “Primero que nada porque es un juego en el que el nudo es ese azar. Hay juegos que son solamente azar; acá tiene distintos aspectos. Como comentaba, está la negociación y también es un juego muy competitivo. Existen dos tipos de juegos de caja modernos: los competitivos y los cooperativos. Acá vos tenés que lograr que el otro no te gane”.

Cierre lúdico

Viggiano, que arrancó 2024 con todas las locaciones seleccionadas, intenta hacer dos eventos grandes al año, uno en junio, coincidiendo con su cumpleaños, al que la última vez congregó 72 jugadores, y el otro como forma de despedirlo. De ese modo, espera que el 23 de noviembre, a partir de las 11.00 y hasta las 17.00, el Cabildo sea una fiesta.

Para este “Tsunami de Catanes”, dispondrán mesas de cuatro jugadores en los dos patios del Cabildo, donde va a haber pantallas que informarán sobre el reglamento y los premios. Entre otras cosas, se aseguró que esta vez haya la misma cantidad de premios que de jugadores, o sea, que cada uno se va a llevar algo.

En el corte para almorzar, sugiere ir por un menú especial que Café la diaria preparará para la ocasión.

Viggiano oficiará como maestro de ceremonias y moderador, pero tendrá ayuda en el armado y desarmado de los tableros. Dice que quiere “de a poco, ir sacándole esa carga de competitividad, que ya de por sí tiene el juego”.

Para anotarse o saber más, comunicarse al Whatsapp 091799900.


Maldito Fest

El primer festival en mesa Maldito Fest será un encuentro lúdico enfocado en la editorial Maldito Games en el primer piso de Mercado Ferrando (Chaná 2120) el sábado 9 de noviembre de 15.00 a 21.00. Habrá 35 mesas y más de 60 juegos para disfrutar con 150 personas jugando en simultáneo, guiados por profesores que explicarán cada dinámica. Será la oportunidad de conocer las primicias 2024, los lanzamientos exclusivos en español que todavía no llegaron a Uruguay, incluyendo el esperado Pampero.

La jornada comprenderá el primer campeonato de Scythe en Uruguay, para el cual prometen grandes premios, y un campeonato amistoso de Cubirds.

Habrá sorteos, merchandising y la experiencia de escuchar a expertos del mundo de los juegos de mesa compartir sus anécdotas y consejos.

La entrada cuesta $ 400 para adultos y $ 150 para niños de hasta 12 años. Se venden en Sparta Board Game o en la puerta del festival.