Quienes visiten el Museo de Arte Precolombino e Indígena (MAPI) de la Ciudad Vieja por estos días, podrán subir hasta el segundo piso del edificio y encontrarse con la voz y la imagen del exintendente Mariano Arana (1933-2023).
“En más de una oportunidad hemos señalado que a las ciudades no las hacen tan sólo los arquitectos, los ingenieros y los intendentes; a las ciudades las hace la gente, sus pobladores, en un proceso acumulativo y continuado de permanencia y cambio. La ciudad es siempre, como lo indicaba el arquitecto Antonio Cravotto, una obra coral, y yo agregaría, además, polifónica. En esa obra, cada generación, cada persona, tiene derecho a incorporar sus anhelos, sus inquietudes, su contribución”, decía Arana en un discurso de reapertura del teatro Solís de 2004. El video, proyectado en el interior de una pequeña sala cerca del ascensor, forma parte de la exposición Arana es Montevideo: una iniciativa del MAPI y la intendencia capitalina, en el marco de las actividades por los 300 años de la ciudad y a un año de la desaparición física del exintendente.
“Se trata de una muestra retrospectiva cuyo propósito es presentar la personalidad y la rica trayectoria de una persona polifacética y entrañable, a un público amplio y diverso en lo generacional, no necesariamente informado en asuntos relacionados con la ciudad, la arquitectura y la vida política”, explica su curador, el arquitecto Salvador Schelotto, en el texto introductorio de la muestra.
Abierta al público de lunes a sábados, de 10.30 a 18.00, y hasta el 11 de octubre, incluye espacios del museo en los que se ordena y jerarquiza una narración sobre los intereses, emprendimientos y la participación en la vida social, política y cultural del arquitecto, docente, historiador, urbanista y dos veces intendente: “Mariano, el inconformista”; “Arana, ciudadano”; y “Mariano en la cultura”.
En las tres áreas temáticas, dominadas por fotografías grandes, se puede acceder a documentación histórica y pertenencias queridas de Arana, como obras de arte de su patrimonio personal, cartas, o planos y bocetos de una casa de veraneo pintada en colores, de 1962.
Arana, ciudadano
Vestido como inspector de tránsito, el arquitecto protagoniza una caricatura del dibujante Ombú, en la tapa de una revista Guambia que lo destaca como candidato frenteamplista para la Intendencia de Montevideo, de cara a la apertura democrática de 1984.
En el reportaje central de la revista, consultado sobre su plan de gobierno por la célebre barra de periodistas, responde: “No creo en los grandes cambios espectaculares. Nosotros no estamos para hacernos el cartel, sino para respetar a la gente en aquello que fue capaz de hacer por sí misma con grandes dificultades, en condiciones totalmente negativas. La gente sacó de las limitaciones, posibilidades de supervivencia, que tenemos que valorar como hechos muy positivos”.
En otra pared de la sala, tres afiches recuerdan su paso por el Grupo de Estudios Urbanos: un espacio de resistencia y acción política, destinado a proteger el patrimonio de Montevideo y a detener la eliminación de edificios históricos, fundado en 1980, durante la dictadura militar. “¿A quién le importa la ciudad?”, se lee en la portada ampliada de la publicación más difundida del colectivo.
“Es la hora del pueblo”, indica otra fotografía, con el mensaje en letras gigantes sobre el telón de un escenario instalado en Avenida Libertador. En la imagen del cierre de la campaña electoral de 1984, Arana está acompañado por José Pedro Cardoso, Héctor Rodríguez, Germán Araújo, Juan José Crottogini y Liber Seregni.
“Coraje, felicitaciones y un abrazo”, firma el ingeniero Eladio Dieste, en una nota escrita a mano con la que felicita a su amigo, luego del triunfo de Arana en las elecciones municipales de 1994.
“Siempre ha sido así: desde los más diversos centros de iniciativa, desde lo público y desde el ámbito privado, desde la población organizada o desde los ámbitos académicos, la ciudad fue discutida, imaginada y pensada. Montevideo, siempre inconclusa, siempre en construcción, ha sido siempre una realidad y al mismo tiempo un proyecto, una aspiración colectiva”, expresa Arana intendente, en diciembre de 1997, ante la Junta Departamental, al momento de presentar un nuevo plan de ordenamiento territorial.
Mariano, el inconformista
Este espacio está dedicado a los retratos familiares, su infancia y juventud y sus años de estudio, que son también, a partir de su ingreso en la Facultad de Arquitectura, sus primeros años de militancia política, como integrante de la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (FEUU).
En un retrato de la década del 40 se lo ve junto a Máximo, su hermano, y María, su madre. En otro, sacado en el Patio Andaluz del parque Rodó, se suma Pedro, su padre, y en el más pintoresco, de agosto de 1938, los dos hermanos comparten la foto junto a un Mickey Mouse de cartón.
Su pasaje por la Facultad de Arquitectura queda reflejado en fotografías junto a sus compañeros, en su etapa de estudiante, y también en planos y dibujos de sus primeros proyectos arquitectónicos.
En este espacio también se cuenta sobre su faceta vinculada a las letras. Arana fue uno de los impulsores y fundadores del sello editorial Banda Oriental, para el que diseñó varias portadas, y en el que editó, entre otras publicaciones, Una ciudad sin memoria: una versión en libro del audiovisual del mismo nombre, realizado por Grupo de Estudios Urbanos.
Su etapa como docente de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de la República (FADU) la vemos en la práctica, a través de un borrador escrito a mano de un plan de actividades del Instituto de Historia de la facultad; en imágenes de viajes y encuentros con colegas extranjeros, y en una fotografía de su casa universitaria, el día de su cortejo fúnebre: “Muchas gracias, profesor. Hasta siempre”, reza el cartel sostenido por estudiantes y docentes de la facultad.
Mariano y la cultura
“¿Cómo imaginás Montevideo en el futuro?”. “Es difícil hacer futurología, pero creo que Montevideo tiene potencialidades muy grandes. El asunto es saber si nosotros, y los que vengan después, seremos capaces de aprovecharlas. Montevideo debe recuperar plenamente su bahía, la gran oportunidad dejada de lado”, responde Arana, en un reportaje realizado por los escritores Mario Delgado Aparaín y Pablo Vierci. El libro que lo incluye, Escritos: nada de lo urbano me es ajeno (Banda Oriental, 1999), reposa sobre una pequeña mesa blanca de madera a la que los visitantes pueden acceder, en un rincón de una de las salas. Cómodamente sentados, pueden hojear esa y otras publicaciones con la palabra del exintendente, como Papeles dispersos: arte, patrimonio y sociedad (Banda Oriental, 2021) y En la casa. Mariano Arana (FADU, 2023).
“Con mi padre íbamos al Cambio Sturla, en Sarandí y Treinta y Tres, a la botica de Colombo, en la esquina de Reconquista y Ciudadela. Mi padre me mostraba y hablaba de obras que no siempre me entusiasmaban. Una de ellas era la esquina más linda de Uruguay, ya no de Montevideo, como calidad arquitectónica: Misiones y 25 de Mayo, donde las cuatro esquinas son soberbias”, rememora Arana en la misma entrevista, y sobre sus placeres preferidos, confiesa: “Yo iría todas las noches al cine, si el municipio y las propias distribuidoras me lo permitieran”.
En una de las fotografías más grandes de esta sala, el referente frentista posa como un director de orquesta, antes de una actuación de la Filarmónica de Montevideo, en 1999. “Mariano heredó la afición de su padre, quien recorría casas de remate en busca de objetos de arte. También le despertó el gusto por la música llevándolo a espectáculos del teatro Solís, así como el interés por la ciudad en las caminatas”, cuenta el arquitecto Rafael Lorente Mourelle, en un texto recogido en el catálogo de la muestra. Su amiga China Zorrilla, Ruben Rada, la escritora y poeta Idea Vilariño y el cantautor español Joan Manuel Serrat acompañan a Arana en diferentes etapas de su vida, en su permanente actividad de difusión, promoción y consumo cultural.
Del mismo modo, su vida de jerarca municipal es recorrida de punta a punta, desde su encuentro con Fidel Castro hasta otro, en el pasillo de un avión, en la que el intendente en ejercicio dialoga con el expresidente Julio María Sanguinetti.
La sala también está munida de obras de arte de la colección personal del urbanista, entre ellas, unas figuras de candombe de la artista plástica Cecilia Ríos, y una escultura en bronce y madera de Octavio Podestá.
Otra de las fotografías gigantes invita a la búsqueda en detalle: una cargada biblioteca hogareña guarda ejemplares dedicados a los arquitectos Le Corbusier, Víctor Horta, Alvar Aalto, Marcel Lajos Breuer y Antoni Gaudí, entre muchos otros.
Influencia, amistad y legado
Tuve el privilegio de ser alumna de Arana en mis primeros tiempos de estudiante, a mediados de los años 80. Asistí a sus clases febriles y apasionadas, donde no ahorraba adjetivos ni reprimía su sesgo subjetivo: se dejaba arrastrar por amores y odios y así nos llevaba por la historia de la arquitectura. Era un imán que nos mantenía atentos y en vilo, con su famoso puntero que marcaba el paso de una imagen a otra y –como decía él con gracia- despertaba de un golpe seco a quienes dormían. Sentía un gran amor por la arquitectura, en especial por el Montevideo fulgurante de los años treinta. Eso flotaba en el aire, nos rondaba en la penumbra, latía en medio de aquel ritual colectivo.
Ese impulso afectivo lo llevó a fundar el Grupo de Estudios Urbanos y a emprender su más célebre cruzada: el rescate de la ciudad mutilada, la defensa de sus valores genuinos; una gesta que dio sentido social al concepto de patrimonio y derogó el enfoque vacío y tautológico de la dictadura. Lo llevó también, más tarde, a gritar sus ideas aun ante el silencio y la hostilidad de compañeros y amigos, con coraje y autonomía. Arana se opuso a los “disparates” urbanos que le dolían y lo hizo sin cálculos mezquinos, con firmeza y valentía.
Pero ese Arana gigante se convirtió también, para mí, en algo parecido a un amigo. El tiempo tejió entre nosotros un lazo hecho de complicidad, sostenido en el azar cotidiano o en la urgencia por contarme algo que lo indignaba o encendía. Nos vinculaba una chispa, un modo peculiar de la simpatía. Uno de esos lazos dilatados e imprecisos que duran toda la vida.
Arana era un hombre singular, con gran sentido del humor y apego a la vida. Agudo, sensible, distendido. Ajeno a imposturas y convenciones. Fiel a sí mismo. Renuente a los rituales solemnes y a los rodeos burocráticos de todo tipo. Y era, ante todo, de una modestia visceral, profunda. Su vida estuvo sellada por una hermosa paradoja: la de quien es superior a todos porque impugna toda jerarquía, en especial la suya. Así es. Saber andar en el llano lo colocó bien alto, en la cima.
Laura Alemán, arquitecta, docente e investigadora en historia de la arquitectura (Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Udelar) e integrante del colectivo Por la Rambla Sur, del que también fue parte el exintendente Mariano Arana.