En Habla tu espejo (2014), el penúltimo disco de El Cuarteto de Nos, hay un tema de Santiago Tavella titulado “Whisky en Uruguay”, que es una versión de la canción tradicional irlandesa “Whisky in the Jar” (la grabó medio mundo, y se destacan las versiones de Thin Lizzy y Metallica). Ese tema resultó ser el último trazo de los viejos y clásicos colores de El Cuarteto, ya que es una adaptación picaresca del estilo que 20 años antes había hecho Roberto Musso con “Please Mr. Postman” (rebautizado “Bo, cartero”, uno de los hits del rock uruguayo en los 90). Justamente por esto el tema contrastaba con los demás de aquel disco, que eran todos de Musso, pintados con la paleta de colores de El Cuarteto 2.0 (pos Riki Musso e internacional), con temas serios –y sin referencias vernáculas– como “No llora” y “21 de Setiembre” –en el que Roberto canta sobre el Alzheimer que padecía su madre, sobre piano y cuerdas–. Y así, el trazo compositivo de Tavella fue desapareciendo hasta llegar a Apocalipsis zombi (2017), el último disco de El Cuarteto y el primero en el que no hay ninguna canción entera del bajista.
Por lo tanto, resultaba lógico y natural que un tipo inquieto creativamente como Tavella se largara por la suya a grabar un disco para mostrar sus colores, que ya no tienen lugar en el cuadro de su banda de toda la vida. El bajista lo dejó claro desde el nombre que eligió para el grupo que lo acompaña en su debut solista –si se permite tal oxímoron–: Otro Tavella & Los Embajadores del Buen Gusto. Es otro Tavella, diferente del de El Cuarteto 2.0 pero también del 1.0 –así como ¡Formidable! (2014), de Riki Musso, tampoco tiene mucho que ver con las dos etapas de su ex banda–. Por ejemplo, en Fuera de la realidad (así es como se llama el disco de Tavella; ¿será fuera de la realidad de El Cuarteto?) no encontramos canciones serias sobre niñas o enfermedades, pero tampoco aquellos juegos de palabras guarangos y adolescentes como los que el bajista se mandaba en “Problemitas”, incluida en El tren bala (1996), en la que le cantaba a un cajero que le prestara un poco de plata porque había una mina que “se excita de ver guita”, y a un enfermero que hiciera lo propio con una venda porque una muchacha “quiere ver gasa”.
Si hay que poner etiquetas, Fuera de la realidad es en esencia un disco de pop/rock con estribillos trepadores, en el que resalta el engranaje de la banda, que suena natural y sin chucherías digitales (en contraposición a la maquinaria de Auto-Tune que se percibe en los últimos discos de El Cuarteto). Pero si hay algo que se destaca sobremanera a lo largo del álbum es la guitarra eléctrica de Ignacio Lanzani, bastante limpia, que dibuja pequeños riffs y punteos destellantes, como en la atmosférica “Hadas oscuras”, una de las gemas del disco. Luego de una introducción misteriosa –como las leyendas de las que bebe la letra–, Tavella desparrama los juegos de palabras que son marca de la casa (“leyendo leyendas,/ fantasmasombrosas”), de “hadas oscuras” y “príncipes rosas”, “historias impuras” y “verdad mentirosa”, para mandarse un estribillo en el que encara un camino melódico con una estirada aguda a la que no solemos estar acostumbrados: “Y beben una sobredosis de gualicho. / Y viven un embrollo cuya ley es eeeeel capricho”. El detalle de la canción es el coro femenino: lejano, misterioso y espectral, como las hadas.
Fuera de la realidad es bastante largo para los tiempos que vuelan: dura 50 minutos y trae 14 canciones. Parece que Tavella no quiso dejar casi nada afuera. Pero hay una canción que bien podría haber entrado en su banda, por lo menos en El Cuarteto 1.0, y es “Baile de mierda”, que se desmarca rítmicamente de todo el disco por ser una cumbia y recuerda a aquellas que otrora supo cultivar el bajista, como “El calzoncillo a rayas” y “Siempre que escucho al Cuarteto”, pero con bastante más groove y un sonido natural que se aleja de “Bipolar” –por mencionar un acercamiento cumbiero de El Cuarteto 2.0–. En los versos del tema el músico nos recuerda que no es otro Tavella sino el de siempre, porque canta con sus típicas estiradas vocales en algunas palabras en las que desprende lascivia como si fuera un tío pervertido (“en ese antro reina la decadencia, / sólo concurren chicas turras o lerdas”). En este caso, el coro femenino le pone el toque bizarro al cantar “baile de mierda” en forma casi angelical,
Al igual que en su banda, para escribir algunas de las letras Tavella echó mano a fuentes literarias de lo más diversas, a veces para parafrasearlas o simplemente tomar un fragmento tal cual es. De esta forma nos topamos con partes de La ingenua libertina (1990), de la francesa Colette (“Un amor cualquiera”), Desayuno en Tiffany’s (1958), del estadounidense Truman Capote (“Desayuno en Tiffany’s”), y el poema “Sonatina”, de Rubén Darío (“La princesa”). “La princesa está triste, / ¿qué tendrá la princesa?”, preguntaba el poeta nicaragüense. “La princesa se aburre, la princesa bosteza. / Se hartó de los presagios de su exótica médium. / Se hartó de la champaña combinada con válium”, le agregó Tavella en la primera estrofa (también hay referencias musicales, aunque no acreditadas, como el riff de “Las vecinas de Satán”, que es muy parecido al de “Misty Mountain Hop”, de Led Zeppelin).
La temática de las letras del disco rompe los oídos: el amor, el amor y el amor, en casi todas sus formas, hasta el obsesivo imaginario, como en “Ella es mi novia”, cuyo estribillo reza: “Ella es mi novia pero no lo sabe todavía”. También aparece el amor en el camino bizarro de la vieja escuela de El Cuarteto, como en “Sacerdotisa de Afrodita”, en la que Tavella narra el triste devenir de una muchacha que tenía un cargo superior en el templo de la diosa del placer, que era “habitué de la taberna de Platón y muy amiga de Aristóteles”, pero “tuvo la desgracia de viajar en el tiempo y llegar al Uruguay actual”. “Sacerdotisa de Afrodita, / devenida trabajadora sexual. / Aunque lo promiscuo no la irrita, / no le gusta que a lo que hace / lo llamen trabajar”, dice el pegadizo estribillo.
Además de por la música, Fuera de la realidad también es una joya por su presentación en formato físico, por lo que vale la pena comprarlo y no piratearlo. Es básicamente un librillo en el que cada canción está comentada por diversos escritores, como Ignacio Alcuri, Patricia Turnes y Hoski, entre otros.
Como dato curioso, en su disco Tavella no toca el bajo –instrumento que tocó siempre en El Cuarteto– sino la guitarra. No en vano es Otro Tavella, aunque al finalizar la escucha queda la duda de si el otro es el de Fuera de la realidad o el de El Cuarteto actual.
Fuera de la realidad. Otro Tavella y Los Embajadores del Buen Gusto. Yaugurú, 2017.