Ambientada en el estallido de la crisis de 2002, la obra Cheta, escrita y dirigida por Florencia Caballero, transita por las diversas imágenes de la memoria individual y colectiva de sus protagonistas, para así poder elaborar la historia de un país. Para la directora, Cheta registra su historia y la de su generación y, en paralelo, la violencia que implicó la decisión de tomar consciencia de quiénes eran y en dónde se encontraban. Por eso, Cheta también es la “imagen distorsionada que a veces tenemos de nosotros mismos, nuestra clase socioeconómica y nuestras afiliaciones ideológicas”.

En 2015, cuando Caballero participaba de un seminario en el Instituto Nacional de Artes Escénicas (INAE), intervino para hablar sobre cómo la interpelaban la memoria y las marcas del año 2002. Uno de los encargados del curso que impartían los británicos Sean Holmes y Simon Stephens le dijo que su inglés sonaba “posh”, y en seguida una colega acotó que su español también sonaba “concheto”. “Les respondí que eso era muy curioso, porque hasta los 25 años viví en una de las zonas más pobres de Montevideo. En ese momento surgió el relato sobre cómo mis padres se criaron entre Las Acacias, el Marconi y el Coppola, y sobre su convicción de que no bastaba con trabajar y luchar por conseguir algo de justicia social, sino que había que estar ahí, formando parte de eso que querían construir. Y cómo, finalmente, yo me fui. Simon me dijo que debería escribir sobre eso y al otro día ya tenía la primera escena de la obra”, recuerda.

El año pasado, la dramaturga ganó una beca de la Dirección Nacional de Cultura y el INAE para participar del Obrador Internacional de Dramaturgia (de la sala Beckett de Barcelona), y, casualmente, al seminario lo dirigía Stephens. Allí concluyó el núcleo duro de la obra. A partir de entonces los actores jugaron un rol muy importante, ya que en la obra hay mucho “material que surge de trabajar los vínculos entre ellos, y del comportamiento de sus personajes. Y existen algunas escenas que funcionan más como un mapa que como una partitura”, admite.

Cheta, dramaturgia y dirección a cargo de Florencia Caballero. Con Alejandra Artigalás, Matilde Nogueira, Jonathan Parada y Bruno Travieso. Jueves y viernes a las 21.00 en Tractatus (Ituzaingó 1583).