En la cédula dice que se llama Daniel Umpiérrez, pero todos lo conocemos como Dani Umpi, escritor y artista multifacético que supo hacer, entre otras tantas cosas, versiones en inglés del disco Sur (1987), de Jaime Roos, en las que, por ejemplo, el legendario inicio de “Despedida del Gran Tuleque” (“carnaval, / el Dios Momo te ha vuelto soñar / y la murga despierta divina”) se transformaba en : “Carnival, / god Momo has dreamed you again / and the murga wakes up divine...”. Umpi presentará su último disco, Lechiguanas (2017), el martes 29 de marzo en La Trastienda, y este viernes (a las 19.00) participará en un conversatorio con el artista hispano-croata Filip Custic en el Centro Cultural de España (CCE), en el marco su exposición Presente mental.

Hace tres años que estás en Buenos Aires. ¿Cómo te adaptaste a esa ciudad?

En realidad, voy y vengo a Montevideo. Aunque me gusten las ciudades grandes, como San Pablo, el DF [Ciudad de México] o Buenos Aires, llega un momento en el que me brota lo pueblerino y me abicho; no lo aguanto mucho. Está bueno porque puedo laburar y hacer mis cosas, pero siempre estoy mirando para otro lado. Volver siempre fue una opción, y a la vez tengo mi familia en Tacuarembó y siempre salen cosas para hacer en Montevideo. Tengo una vida medio nómade: voy a donde me surja laburo y me adapto.

Estás escribiendo para el diario argentino Página 12. Hace unos días entrevistaste a Benito Cerati. ¿Cómo es estar del otro lado del mostrador?

Hago entrevistas para el suplemento Soy, que es de la comunidad LGBT y sale los viernes. Es el único suplemento de los diarios de Argentina que está en el tema, y me gusta mucho porque hago retratos de personas de la comunidad, además de charlar con la gente, porque no es que tenga que hacer un trabajo periodístico de investigación –aunque a veces sí lo haga, sobre determinados temas–. Es muy difícil editarlo, pero es divertido. Tiene algo que ver con lo que a mí me gusta cuando escribo: encontrar una voz, un tono y hacerlo hablar.

En el disco que vas a presentar en La Trastienda, Lechiguanas, volviste al estilo bailable. Hay un cambio respecto de tus dos anteriores álbumes, Piano Vol I y Piano Vol II, que eran con el piano de Álvaro Sánchez.

Sí, es un regreso que siempre hago, porque es de donde vengo. La música que escucho, y el lugar en donde más o menos estaba cómodo, y que más me influenció, siempre ha sido el boliche y la música para bailar. En general tengo otros proyectos con otros músicos y a veces las canciones no surgen a priori como algo pistero, aunque siempre las pienso desde ese lugar, y sigo la tradición del electro pop bailable a mi manera. En la banda que tengo acá, excepto por el guitarrista –que viene más del rock porque el padre es de Los Auténticos Decadentes–, todos somos más bien electro, y, en el disco Piano las canciones están como las compuse; después se hizo otra producción. Ese disco tiene algo que me resulta bastante increíble, y es su tono de cantautor uruguayo, sobre todo en las letras, que en su momento no percibí.

Si bien en Lechiguanas está lo bailable, me da le sensación de que te alejaś de la actitud paródica que había en tus primeros discos. ¿Lo hiciste a conciencia?

Se fue dando. Lo que hago tiene bastante de autoparódico, porque es muy importante el trabajo con lo bizarro y esa construcción de personaje bufonesco, más clown; estoy en ese arquetipo. Ahora sigo trabajando desde ese lugar pero hago otras cosas, no son tan humorísticas como antes. Aunque siempre está esa cosa medio mostra que tienen las canciones.

En aquellas famosas versiones en inglés de Jaime Roos obviamente había humor.

Sí, fue lo primero, y ni siquiera pensaba que iba a hacer un disco. Lo que pasa es que cuando era más chico era mucho más mostra y más sarcástico, pero eso sigue estando.

Escuché en Youtube la versión en inglés de “Despedida del Gran Tuleque”, de Jaime, traducida literalmente al inglés, y algunos comentaban que era una falta de respeto, cuando esa era la idea.

Sí, era la idea y a la vez no. En el momento tuvo un efecto fuerte, pero era como un juego. Son figuras o géneros que generalmente no se parodian, o de los que no se hacen versiones humorísticas, y eso continúa hasta hoy. Yo lo hice porque soy puto y estoy acostumbrado a eso; es el lugar que me dan. Pero ahora no hay alguien que esté parodiando a los cantautores indie o al rock, por ejemplo, que es algo que queda raro y tiene que ver con la hegemonía y con otros temas para tratar más en profundidad.

¿Te llegó algún comentario de Jaime sobre algunas de estas versiones?

No directamente, porque no tengo trato personal, a no ser cuando le pedí los derechos para incluirla en el disco [“Loving you”, la versión en inglés de “Amándote”, que aparece en Perfecto, de 2005], porque ese disco [North, versiones en inglés de Sur] originalmente formaba parte de una muestra. Yo vengo más de las artes visuales. Pero como soy amigo del hijo de Jaime, Yamandú, él me contó que su padre no sabía cómo tratar el disco, pero que le parecía bien. A veces lo que yo trato es muy ambiguo: no te guía la lectura, lo tomás como lo evaluás vos, es una obra abierta. Y eso lo mantengo, sobre todo en la manera de cantar. Me gusta descolocar.

La versión en inglés de “Amandote” ya estaba en tu primer disco, pero North es inconseguible en las redes.

Porque originalmente era para una muestra en el Subte, y a partir de eso fue que empecé a componer. Esa obra con el tiempo tuvo otras lecturas; la han incluido hasta en muestras en Alemania. Si bien es algo que continuó, a veces me gusta y a veces no. Me parece que es muy facilista y muy redundante, pero está bien porque inició algo en mí. Es medio simple: el disco Sur en inglés, que se llama North... en su momento estuvo bien, pero me parece mucho más interesante todo lo que hice después.

¿Ves una diferencia en el ambiente musical actual comparando con la época en que arrancaste, hace como 15 años?

Sí, porque generacionalmente soy de la movida de Pachamama, de principios de los 2000, y era muy efervescente; surgieron muchos grupos y en todas las áreas de las artes. Ahora hay una crisis pero no es tan drástica como esa, que era medio desesperante. En la actualidad cambió todo, porque en esa época ni había Facebook. Mi caso es de los primeros que se difundió por las redes, por un lugar que no fue la radio, y se copiaban los CD. Fue una época de transición con lo que vino después, que duró más, como es el caso de las redes. Fue un momento histórico bastante particular, pero para mí no es comparable con lo de ahora.

Recuerdo una performance tuya en el programa Zona urbana, de Canal 10, por 2003 o 2004, en la que versionaste en inglés a “Amándote”, y jugabas con unas frutas. Eso te abrió a mucho más público.

Sí, hasta ahora se acuerdan. Incluso en algunas muestras lo puse como video. Fue una idea a medias con [Gustavo] Escanlar, que quería que fuera al programa. Zona urbana en su momento fue súper polémico, estuvo bueno.

Mañana vas a participar en un conversatorio en el CCE junto a Filip Custic.

Justo ahora estaba mandándome mails con el artista para ver de qué vamos a hablar, porque no nos conocemos personalmente, y discutíamos qué eje tomar: vamos a hablar sobre procesos creativos. Como lo mío es muy interdisciplinario capaz que puede ser más interesante charlar de esto que sentarse y mostrar “yo hago esto y esto otro”.

¿Cómo va a ser el toque de la La Trastienda en marzo?

Hacía montones que no tocaba. La última vez fue con el proyecto que tuve con Rosario Bléfari, en la sala Camacuá, hace dos años, y ahora está saliendo una gira por Córdoba, La Plata y otros lugares. Este será el primer toque que haga en Montevideo con el formato banda –antes era más raro, con gente que bailaba y cosas así–. Voy a tocar todo el disco y también agregaremos otras canciones. Va a estar bueno.

Y no habrá versiones de Jaime.

No, no hago más. Versionamos otras cosas. Ahora con Coghlan, que es un músico argentino con el que estamos por grabar un EP, vamos a samplear “Can't Get You Out of My Head”, de Kylie Minogue, pero no sé si la vamos a llevar a otro lado o directamente vamos a hacer un cover.