Para José Gurvich, la libertad de la imagen producía, inevitablemente, espontaneidad. Desde ese espacio infinito de posibilidades, él se proponía tejer “con inmenso placer” una experiencia, ya que, si existía un espíritu libre, siempre habría un espacio libre. El artista que reivindicaba la libertad estética y creativa murió en Nueva York (1974) mientras pintaba una fiesta judía. Había nacido en Lituania (en 1927) y crecido en el Barrio Sur de Montevideo, como muchos otros inmigrantes. En la adolescencia, luego de empezar a trabajar en una fábrica de impermeables y artículos de goma, ingresó a la Escuela Nacional de Artes Visuales. Las clases de José Cúneo lo impulsaron a abandonar el estudio del violín, y en 1945, a los 17 años, luego de una extensa entrevista que encaminó su vocación, ingresó al taller de Joaquín Torres García, apropiándose de los colores y el mundo de las formas, que luego derivaron en múltiples apuestas: escenografías (para grupos como el Club de Teatro o el Teatro del Pueblo), dibujos y programas del Cine Club Montevideo, aunque su obra más recordada sea la pictórica, entre sus chimeneas humeantes de barcos, edificios y frigoríficos; sus ritmos urbanos, fachadas de cafés y puertos; su marca del orden estético, de los kibutz, del caos.

En 2005, Martín Gurvich (hijo) y Totó Añorga (viuda, fallecida en 2011) inauguraron el Museo Gurvich. En diciembre, luego de que la ministra de Educación y Cultura, María Julia Muñoz, anunciara la propuesta de compra del museo, se desataron varios cuestionamientos vinculados con la pertinencia de la adquisición del inmueble, y de preponderar la obra de Gurvich sobre otros artistas visuales. Hace unas semanas, el tribunal de cuentas aprobó la operación (la compra se divide en 700.000 dólares por el edificio ubicado sobre la peatonal Sarandí y 2.100.000 por la colección permanente), y mañana, a instancias de la diputada nacionalista Graciela Bianchi, Muñoz comparecerá ante la Comisión Permanente del Parlamento.

Mariano Arana –miembro del Consejo de Administración de la Fundación Gurvich– dijo a la diaria que esta propuesta de compra surgió hace un tiempo, cuando la familia expresó que no podía seguir manteniendo el museo (el Ministerio de Educación y Cultura ya financiaba 50% del presupuesto anual), al que, en su momento, dedicaron una “importante inversión, ya que fue transformado gracias a un proyecto muy bien elaborado por los arquitectos Rafael Lorente y Fernando Giordano, quienes incorporaron distintos planos para la exhibición permanente de significativas obras que revelan la trayectoria total de José Gurvich, junto a otras muestras temporales que han tenido muy buena resonancia”.

El arquitecto considera que este aspecto técnico es fundamental, ya que ofrece un museo que cuenta con variadas posibilidades para montar exposiciones, además de que se trata de un “sitio ubicado sobre la peatonal Sarandí, frente a la catedral y a muy pocas cuadras del Museo Torres García, que cuenta con una colección de obras clave”. De las 226 obras adquiridas, que abarcan pinturas, dibujos, grabados, collages y pequeñas y medianas esculturas, Enrique Aguerre, director del Museo Nacional de Artes Visuales y conocedor de la colección, destaca óleos emblemáticos como Formas, símbolos e imágenes (1967), Pareja astral (inconclusa) (1968-1969), Kibutz, homenaje a Brueguel (1956), Sueño de Jacob (1970), Sucot (1973), Constructivo en espiral (1960) y Constructivo en B/N (1960).

“Hay que decir la verdad: es más significativo el acervo cultural de uno de los alumnos más jerarquizados de Torres García que el propio museo Torres, que está lejos de tener una representatividad de su obra enorme. Y esta otra colección sí es muy ilustrativa de la producción general de Gurvich”, plantea Arana, que se mostró sorprendido por la polémica. “En vez de alegrarse porque el Estado cuente con un nuevo museo, que además es representativo de una de las personalidades de mayor jerarquía de la modernidad, posterior a la presencia de Torres García en Uruguay, cuando, si no, había que cerrarlo. Eso es un orgullo. Y no me cabe en la cabeza tanta polémica. Se ve que estamos en año electoral”, conjeturó.