Esta segunda realización de Jordan Peele es más asumidamente “de terror” que su ópera prima Huye (2017). A juzgar por las predicciones luego de su estreno mundial el jueves pasado, va rumbo a plantarse entre las películas de terror más exitosas de todos los tiempos. Y si bien no es para tanto, Nosotros sale de lo común y tiene muchos méritos.

El aspecto de cada una de sus etapas evoca a un subgénero distinto, y quizás el prólogo es lo más genérico: un episodio traumático en la infancia de la protagonista, Adelaide. Luego se pasa al hoy, con una Adelaide treintañera, de clase media, casada con un hombre llamado Gabe Wilson y con dos hijos. Lo que tenemos aquí –es lo mejor de la película– es una versión sobrenatural de Funny Games (Michael Hanecke, 1997): la aislada casa al borde del lago en la que los Wilson están veraneando es invadida por extraños que pretenden matarlos y disfrutar despacito de su terror. Lo sobrenatural radica en que los invasores son dobles de cada uno de los integrantes de la familia, con igual aspecto físico pero con pequeñas diferencias: gruñen en vez de hablar, tienen ese tipo de actitud rígida que asociamos a los muertos vivos, y habilidades físicas superiores que los ponen en ventaja en las peleas. Luego descubrimos que pasó lo mismo con cada uno de los demás seres humanos (no queda claro si los de Estados Unidos o de todo el mundo, ya que Hollywood no suele establecer esa diferencia) y que la mayor parte de la humanidad (o de los estadounidenses) fue asesinada y reemplazada por dobles. Así, la acción se sale del ámbito doméstico hacia las carreteras y un pueblo desolado, con lo que gana un viso de apocalipsis zombi, pero sin el gore que asociamos a las películas de zombis actuales –serían más bien zombis pulcros a la manera de La noche de los muertos vivientes (George A Romero, 1968)–. El remate, en un extraño mundo paralelo subterráneo, es como un showdown de thriller en un contexto surreal.

Peele muestra mucha habilidad para generar inquietud con artificios no tan trillados, ya que es bastante pesadillesco eso de encontrarse con una versión mala y primitiva de la propia familia, extrañada, además, por el hecho de que todos visten enteritos rojos y están armados con tijeras, y que no se entiende bien qué quieren (una vez que matan a sus correspondientes de la superficie, se limitan a sumarse a una impasible muralla humana, tomados de las manos).

Nosotros está llena de toques que espesan la carga de subtextos. Los créditos transcurren sobre la intrigante imagen de decenas de jaulas de conejos mientras escuchamos la música fantástica de Michael Abels; el hippie-profeta apocalíptico de mirada fanática lleva un cartel de “Jeremías 11:11”, la cifra 11:11, que aparecerá en otras ocasiones, es una representación gráfica de la idea de espejo o doble, aludida también en el plano cenital de cuando los Wilson llegan a la playa: desde ese ángulo inusual sólo vemos los topes de sus cabezas, pero distinguimos sus siluetas por las sombras que proyectan en la arena. Cuando niña, Adelaide usa una remera de Thriller, de Michael Jackson, lo que contribuye a ubicarnos en 1986, alude a los muertos vivientes y, para nosotros, al abuso infantil. Además, la remera va a cumplir una función anecdótica importante. En la época actual, la remera de Tiburón que usa Jason evidencia las similitudes de la secuencia playera con el momento equivalente en la película de Steven Spielberg (1975).

Temor a lo sobrenatural

El natural temor que tenemos a lo extraño aquí se complica con el hecho de que se lo reconoce como una versión desalmada de nosotros mismos. El mundo subterráneo paralelo al nuestro, pero mucho más feo, triste, desvalido y primitivo, puede aludir, desde la perspectiva de la clase media, a los desfavorecidos de Estados Unidos (o del mundo), con su amenaza latente de revolución.

La potencial seriedad o pretenciosidad de esas metáforas se disuelve en buena medida con la actitud bien humorada de la película. Uno de los principales factores es Gabe, que corresponde al estereotipo del negro chistoso y no muy afecto a las complejidades conceptuales. También hay algunos absurdos que involucran a la rubia familia Tyler. Un refinado sistema de reconocimiento de voz tipo Alexa, vinculado a un smart speaker, propicia que la masacre más sangrienta que llegaremos a ver ocurra bajo la insólita ambientación musical de “Good Vibrations”, de The Beach Boys, y cuando un personaje pide a la computadora que llame a la Policía, ella lo malinterpreta y transmite “Fuck tha Police”, de NWA.

El gran pifie está en la necesidad de “explicar” qué son las criaturas subterráneas y por qué decidieron emerger y tomar la superficie. La “explicación” no llega a nada, y produce el efecto negativo de activar en el espectador un modo razonable, como si hasta entonces sólo hubiéramos vivenciado una pesadilla absurda. La historia está llena de agujeros y, si tratamos de racionalizarla, lo absurdo empieza a verse como tonto y ridículo (¿por qué diablos visten enteritos rojos?, ¿quién los confeccionó?, ¿de dónde habrán sacado tantas tijeras?). Para qué...

Eso abarata bastante la consideración que uno pueda tener de la película una vez que termine y se tenga tiempo para pensar. No es que el artificio de la seudoexplicación haya estropeado una gran obra maestra: ni es una obra maestra, ni llega a estropearla a menos que uno sea dominado por la censura crítica. Probablemente, lo más importante sobrevive (y se concentra en la parte inicial de la película): maneras ingeniosas de hacernos sentir miedo, procesar nuestras pesadillas, reírnos un poco de ellas, intrigarnos, fascinarnos con el grafismo y la simbología de las imágenes. Los actores están muy bien, especialmente en las versiones dobles, pervertidas, de sus propios personajes (vale sobre todo para Lupita Nyong’o, Elizabeth Moss, Tim Heidecker y la sonrisita atemorizante de Shahadi Wright Joseph).

Nosotros (Us). Dirigida por Jordan Peele. Con Lupita Nyong’o, Winston Duke, Evan Alex. Estados Unidos, 2019. En Ejido, Ópera, Grupocine Punta Carretas, Movie Montevideo, Nuevocentro, Portones, Costa Urbana, Las Piedras Shopping, Punta Shopping, Colonia Shopping, Shopping Paysandú, Shopping Salto, Siñeriz (Rivera).