La santísima trinidad de la música popular de este país, Fernando Cabrera, Rubén Rada y Jaime Roos, lo mencionan en alguna de sus canciones o directamente le dedicaron una entera. Hasta hay una canción para niños, de Cacho de la Cruz, cuando hacía de Bochinche (“Mi abuelita baila el rock”), que lo recuerda por sus típicos lentes.

Mañana se cumplen 80 años de aquel día en que Julia Stanley trajo al mundo a John Winston Lennon, en el Liverpool Maternity Hospital. Lo demás es historia universal de la música, a cargo de la que para no pocos es la voz del siglo XX, obviamente en The Beatles, pero también como solista, porque vaya si pudo demostrar que solo bien se lame.

Por desgracia, también es inevitable recordar su asesinato, del que dentro de dos meses se cumplirán cuatro décadas, a manos de un maníaco del que mejor ni recordar el nombre, en la puerta del edificio Dakota, en Nueva York. De todas las muertes prematuras de la historia del rock es sin duda la más insólita.

Acá, allá y en todos lados por estos días recordarán al genial músico, y no hay nada mejor que que sean sus colegas los que le rindan tributo, sobre todo en este país, que siempre tuvo ínfulas de ser más beatlemaníaco que la media y parió a la banda más beatle después de los Beatles (Los Shakers, ¿hace falta acotarlo?). “No creo en Hitler, no creo en Jesús, no creo en Kennedy”, cantaba Lennon en “God”, para rematar que sólo creía en él ‒y en Yoko‒. En Uruguay hay varios músicos que profesan la misma religión.

El primero de febrero de 1991 en el estadio Luis Franzini se realizó el espectáculo Por siempre Lennon, a raíz de los diez años de su muerte. El evento fue comandado por Hugo Fattoruso, Rada y Roos, y terminó con todo el mundo cantando “All You Need Is Love”. “Fue una noche maravillosa, había 9.000 personas en el Franzini. También cantamos ‘Amigo lindo del alma’, de nuestro Lennon, Eduardo Mateo. Recuerdo ese momento porque después de ese recital me fui del país”, cuenta Rada. Al día siguiente tocaba en un boliche del Cordón, pero fueron sólo diez personas, y por eso decidió tomarse el buque ‒literalmente‒ e irse a Buenos Aires.

Rada seguía afuera del país cuando en 1996 editó Montevideo, un disco para el sello Big World Music grabado en Estados Unidos que, además de reversiones de clásicos (como “Dedos”), tenía “Lovely John”, con una coda de fiesta beatlera. “Soy hincha de Lennon, le compuse la canción porque fue el único beatle que hizo en la vida lo que cantaba. Era más importante que el presidente de la república, y por algo de eso fue que lo mataron, porque aunque no creaba conflictos, era conflictivo”, dice Rada.

Love Me Do, el primer simple editado por el cuarteto de Liverpool, que arremetía de entrada con la armónica de Lennon, fue lanzado en Reino Unido en octubre de 1962. Vio la luz en Estados Unidos en abril de 1964, en plena explosión de la beatlemanía, y desde allí se diseminó por todo el mundo. Ese año Rada tenía 21 años y trabajaba en el novel Show del mediodía, en Canal 12, en el que era, básicamente, un showman: cantaba “Guantanamera” y todo eso. Pero cuando escuchó “Love Me Do” le nació el compositor. Recuerda que en aquella época era difícil conseguir los discos y la información sobre los músicos, al punto de que fue a ver a “Los Beatles” tres veces al cine Trocadero, pero, claro está, no eran los originales. “Imaginate la bobera que teníamos por estos lados. Cantaban y se vestían igual, pero eran de Argentina”, rememora.

“Nos abrió un mundo increíble. Es insólito cómo sólo con esa canción ya hubo un cambio en la música en general”, dice Estela Magnone, que junto con sus hermanos escuchó “Love Me Do” en la radio, el disparador para luego arrasar con cada disco del cuarteto. Los padres de Magnone eran músicos académicos, por lo tanto, en su casa casi que sólo se escuchaba música clásica, pero aquel primer simple de los Beatles fue la puerta de entrada a la música popular en general.

“En un tiempo tuve a Lennon como favorito, después me pasé a McCartney, pero eso es muy parcial, porque en definitiva lo que más me gusta siempre son las canciones de los Beatles. Lennon me gustaba por esa cosa más contestataria, más rebelde; la idea que se tiene es que McCartney era un poco más light, pero con los años me di cuenta de que no era nada light”, cuenta Magnone. De todos modos, en su momento se compró todos los discos que lanzó Lennon como solista (son 11, contando los que grabó con Yoko Ono y el póstumo Milk and Honey, de 1984).

Magnone recuerda que escuchaba los discos sin parar, al punto de que “(Just Like) Starting Over”, la canción que abría Double Fantasy (1980), el último disco que Lennon lanzó en vida, fue la semilla de la canción “Carbón y sal”, que abre Mujer de sal junto a un hombre vuelto carbón (1985), el disco que Magnone grabó junto a Roos. “Muchas veces me han dicho que esa canción es muy McCartney, pero no; capaz que es por el toque de piano, pero se me ocurrió un poco por la canción de Lennon. La música de los Beatles me ha inspirado una cantidad de cosas, eso es lo más directo. Pero de todas maneras está siempre, es imposible que se independice del resto de tu vida musical”, agrega.

I read the news today, oh boy...

Cerca de las 11.00 de la noche del 8 de diciembre de 1980, cinco balazos terminaron con la vida de Lennon. Al otro día el mundo se despertó con la noticia. Por estos lares Magnone llegaba a su trabajo y vio un recuadrito “ridículo” en la tapa de un diario que anunciaba que lo habían asesinado. Le pareció que era mentira. “Fue como perder a un pariente”, recuerda.

Ese mismo sentimiento de cercanía con los cuatro de Liverpool tenía Fernando Cabrera, por eso hasta el día de hoy, con sus amigos y colegas se refieren a The Beatles por sus nombres de pila. Por esas casualidades, el 8 de diciembre es el cumpleaños de Cabrera, que nunca fue muy entusiasta de festejar, pero justo aquella noche, impulsado por su pareja de entonces, decidió hacerlo, e invitó a amigos y colegas. Lo que pasó a las pocas horas no lo olvida más, es un recuerdo que tiene muy marcado.

“En esa época todos cantábamos canciones de los Beatles, y de Lennon, lógicamente, sin saber que lo estaban matando en ese momento. El festejo terminó, me fui a dormir. A la mañana siguiente crucé a comprar algo en el almacenito de enfrente. Cuando volví mi compañera se iba a trabajar y en la vereda me dijo: ‘Mataron a Lennon’. Me quedé paralizado, recostado al murito, diez o quince minutos, sin poder moverme, ni físicamente ni mentalmente. Pasaban los vecinos y me miraban, yo no podía reaccionar”, cuenta Cabrera. Además, recuerda que ese mismo día, más tarde, tuvo que ir al Centro a dar unas vueltas, y miraba a la gente adentro de los autos, en los semáforos: “Todo el mundo estaba llorando”.

En 1964, cuando la estela de la explosión beatle llegó a Uruguay, Cabrera tenía siete años, ya tocaba la guitarra y cantaba folclore ‒principalmente argentino‒, entonces, la sonoridad de la banda le movió toda la estantería, porque no era algo a lo que estuviera acostumbrado. “Compará a Jorge Cafrune, Atahualpa Yupanqui o Los Chalchaleros con los Beatles... Lo primero que le llamó la atención a mi oreja de niño fue lo agudo de las voces, al punto de que en las primeras escuchas en la radio, distraído, creía que era un grupo femenino, y recién cuando vi algunas fotos me di cuenta de que eran cuatro tipos. Cantaban en un registro súper agudo, muy propio de la cultura anglosajona, y acá en el Río de la Plata las voces eran más graves, Julio Sosa estaba en su apogeo”, recuerda.

Llegando a su adolescencia, con los primeros discos solistas de Lennon, Cabrera se volcó por el de lentes, pero al igual que le pasó a Magnone, luego su favoritismo se apagó y ahora no tiene una preferencia marcada. Sostiene que si bien “todo el mundo lo recuerda más que nada como esa especie de símbolo de la lucha por los derechos civiles”, la importancia de Lennon “es tremenda desde el punto de vista musical”.

“Tenía una capacidad melódica fuera de serie, y marca muy claramente toda la primera etapa de los Beatles. Los seis primeros discos del grupo están dominados por la inspiración y el liderazgo natural de Lennon ‒en Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band empieza el dominio de Paul, aunque no absoluto‒. Es un autor de canciones tremendo, con circuitos armónicos notables, con gran sentido del ritmo, una cosa muy contagiosa”, subraya Cabrera.

Para elegir un par de canciones como “paradigma” del estilo de componer de Lennon, no duda ni un segundo y va con “Help”, del disco homónimo, de 1965, y con “Nowhere Man”, del mismo año pero del álbum Rubber Soul. Destaca que si bien “Help” tiene un aporte importante de McCartney ‒su contrapunto vocal‒, en la letra ya aparece algo que claramente Lennon comprendió gracias a Bob Dylan: que “también se podía ser confesional”. “Entendió que podía usar sus canciones, así como un pintor o un poeta usa sus materiales, para desnudarse, para sacar estados de ánimo y emociones. Una especie de documental de su propio interior”, señala.

“Por él gritaron los / que nacieron de la guerra, / atados, / los que crecieron / alejados, partidos”, dicen los primeros versos de “Tuviste”, la canción con la que Cabera homenajeó a Lennon, para manifestarle su “profundo amor”, el mismo que siente por los demás Beatles. La canción aparece en su primer disco solista, El viento en la cara (1984), y le sigue “Palabras de Lennon”, un fragmento de una de las últimas entrevistas que dio el músico inglés antes de ser asesinado. Cabrera decidió incluirlo para que marcara presencia su legendario timbre de voz.

La noche del 8 de diciembre de 1980, mientras por acá Cabrera festejaba su cumpleaños, Hugo Fattoruso, con su hermano Osvaldo y Gary El Búho Gazaway (teclado, trompeta y percusión), estaban tocando allá en el norte, en un bar de Atlanta al que no los fueron a ver más de 20 personas, a dos dólares la entrada. En el escenario del bolichito el trío usaba un televisor de esos bien chicos que ya en esa época eran viejos, en blanco y negro. Gazaway  manejaba el aparato, lo dejaba sin volumen y graduaba la imagen para que subiera, bajara e hiciera cosas raras. De repente, mientras estaban tocando, en el pequeño artefacto saltó la noticia.

Cuando se le pregunta a Hugo Fattoruso por la figura musical de Lennon, dispara el siguiente sintagma: “Capo máximo, compositor increíble, lapicera crack, campeón mundial. Impresionante”. Por eso, aquella fatídica noche pararon de tocar cuando se enteraron de la noticia: “Aquel arregló el televisor para ver y le dio volumen. Una locura, están de la cabeza. Es probable que luego siguiéramos tocando. La puta que lo parió, al tipo ya lo habían matado, ¿qué vas a hacer? Ya está muerto, loco. Se llevaron a Kennedy y al hermano, a Martin Luther King, y a este con un soplido. Puf, pa’ fuera”.