Además de un documental, El país sin indios ha sido una experiencia para el cine nacional. Con su estreno en el contexto del festival Tenemos que ver de 2019, a sala llena, con personas incluso ocupando la escalera, la película comenzó por llevarse el premio del público y la mención del jurado joven. En su primera proyección, la gente decidió celebrarla con ululeos en vez de aplausos.

El lunes 21 de diciembre, sus directores, Nicolás Soto y Leonardo Rodríguez, decidieron liberar el documental para todo aquel que quiera verlo: “Que siga su propio rumbo”, escribieron en la publicación en las redes donde lo postearon.

Sobre la decisión de liberar este documental, que tiene como fin principal cuestionar las raíces de nuestra identidad nacional, conversamos con los realizadores.

¿Cuál es la historia de este documental?

Leonardo Rodríguez (LR): La historia, lo que siempre pretendió ser, es un estado de situación, y en ese estado de situación entendemos que existe una violencia que está en el plano simbólico. Desde ahí es que emana la denuncia. Hay tres personajes centrales: el Uruguay, Mónica y Roberto, y fue a partir de ellos que fuimos dando sentido. Pero es real que hay una pata fuerte en la investigación. Nos parecía importantísimo hablar con propiedad del tema, con información de calidad, que nos costó mucho encontrar en los medios. Cuando nos metimos con el tema no había material claro, simple: lo que encontrábamos era lo que decían los charrúas o los activistas, y por otro lado, dentro de la academia era un lío en ese momento. Esto es algo que está vivo y está cambiando, y en este sentido un aporte de la película fue que no se puede repetir cualquier disparate así porque sí, porque cada disparate implica algo.

Nicolás Soto (NS): Embarcarse en esta temática te cuestiona tu lugar de poder y el poder de los grupos y de las etnias. Acá, en Uruguay la sociedad no está preparada para hablar de esto. Existe mucho mito que tiene que caer antes, para dar una discusión fría sobre qué hacer con el tema. Teníamos que ser muy cuidadosos con el discurso. Si bien no queríamos hacer un documental solamente académico, desde la ciencia, teníamos que tener fundamentos para justamente darle un respaldo, porque sabíamos que mucha parte de la audiencia iba a intentar atacar el tema. Buscamos comprender a través de la veracidad. Tampoco estábamos dispuestos a dejar de lado el retrato de todo lo espiritual que envuelve la vivencia de estas organizaciones y su historia.

LR: El proceso de investigación nos hizo ser conscientes del racismo que tiene la cultura uruguaya, tan metido que ni siquiera somos conscientes, y cuando hacés foco en esta población y sos consciente de esa negación, de ese silencio, de esa indiferencia respecto del asunto, también se evidencian las consecuencias de este racismo estructural.

Foto del artículo 'El documental El país sin indios quedó liberado en Youtube'

Hay temas que aparecen, subtemas, inevitables: la dualidad, ser y no ser, ellos y la diferencia entre un nosotros occidental y un nosotros originario, toda la cosmovisión indígena. En definitiva, todos los cuestionamientos que integran un discurso de violencia, racista y de marginalización de un sujeto silenciado. Haciendo el documental nos dimos cuenta, por ejemplo, de que mucha de la población descendiente se encuentra en los sectores más vulnerabilizados de la sociedad, y lo único que los unen son sus historias y por tanto el sentido de pertenencia.

¿Por qué la historia tiene como protagonistas a Mónica y a Roberto?

NS: Siempre estuvo clarísimo que Mónica iba a formar parte de la película, porque era una persona que ya conocíamos por su militancia y lucha. Era la presidenta del Conacha [Consejo de la Nación Charrúa] en ese momento, una persona que nos generaba seguridad, una mujer líder, con todo lo que eso implica. Sabíamos que Mónica iba a representar esa lucha en la ciudad desde la esfera más política pero también desde calle, con los colectivos. Por lo tanto, después pensamos en un hombre para equilibrar, pero justamente que no estuviera en ningún movimiento, porque la mayoría de los descendientes no pertenecen a un movimiento. Precisábamos a un personaje que representara a todos esos nativos del territorio que traen esas memorias y esa conciencia pero no necesariamente son parte de una lucha organizada. Ahí fue mayor el desafío, porque para llegar hasta Roberto conocimos a muchas personas identificadas con los pueblos originarios, y fue un trabajo de búsqueda y de viaje muy enriquecedor para el proyecto. Estas relaciones nos hicieron vernos a nosotros mismos con otros ojos. La película fue un proceso personal grupal muy fuerte, de permitirnos darnos el tiempo para entender por dónde venía la cuestión, hacernos preguntas y tratar de responderlas con la misma gente. Fue toda una experiencia vivida y compartida con los colectivos, para entender realmente. Si bien no era un documental de causa, sí era importante que se sintieran representados con respeto. Eso siempre lo tuvimos presente, y hoy en día ellos lo valoran también.

LR: Los dos vimos un sujeto de estudio muy vulnerado, entonces fuimos muy cuidadosos, porque la sociedad le pega todo el tiempo a la gente que está defendiendo la memoria. Una cosa que nos unió mucho es la importancia del audiovisual para masificar el mensaje, y queremos destacar que si bien ganamos un fondo, este es un proyecto independiente, de unas personas que se juntaron y dijeron: está bueno hablar de este tema, hagámoslo lo más profesional posible, con las herramientas y el conocimiento que tenemos.

¿Por qué decidieron liberarlo?

NS: Porque siempre fue un objetivo que estuviera al alcance de todo el mundo. La idea era aportar a este debate, y para aportar tiene que estar al alcance de cualquiera que quiera saber algo sobre el tema o acercarse a esta historia. Nos dimos el gusto de llevarlo a sala, al interior, lo cual fue una experiencia hermosa para nosotros. Que viajara por algún festival, también, pero ya sentíamos que era un buen momento para que empezara a rodar por sí solo, y a mí, personalmente, me hizo muy bien dejarlo ahí. Se cerró una etapa, se cumplió un objetivo. Tenía que quedar a disposición. En la agenda de hoy no hay mucho material que ilustre este tema. Todo el año nos escribieron para usarlo para dar clase.

LR: Para nosotros el documental no está terminado acá, ahora sigue su propio proceso, y es un insumo que dejamos para quien quiera adentrarse en este tema. Que hoy la película esté circulando libremente y recibiendo comentarios, agitando discusiones, es una satisfacción plena para nosotros, que vivimos este proceso de tanto años. Hace más de 30 años que las organizaciones luchan por sus derechos, y Uruguay, si bien teóricamente es una sociedad con una madurez democrática súper amplia, lo tiene bajo total silencio. En este contexto, lo único que podemos proyectar son puentes: que la película pueda dialogar con la gente es un paso fundamental y, a fin de cuentas, nuestro propósito más importante.

Esta película se puede ver en su canal de Youtube: El país sin indios Documental.