En marzo Julieta vino a Montevideo por primera vez. Caminó atenta por sus calles y un día se encontró con la sala Verdi. “Me pareció muy hermosa”, nos dijo sobre la fachada del viejo edificio, e imaginó que sería muy linda por dentro también. “Los artistas soñamos cosas. También conozco el teatro Solís y la sala Zitarrosa. Un día vi un show de Diego en La Cretina y enseguida le mandé un mensaje: ‘Acá vamos a hacer un show’”.
El próximo viernes El revés de la sombra, el primer disco de Julieta Díaz y Diego Presa, podrá escucharse en todas las plataformas digitales, aunque antes ya pudimos conocer “Beso”, la carta de presentación de este dúo rioplatense: un folk de carretera sobre promesas, y todo lo que pasó después.
Puede resultar extraño (o para nada, plenamente natural) el motivo que los unió primero y los impulsó a hacer algo juntos. De Diego ya conocíamos su habilidad para hacer canciones conmovedoras y su capacidad para trascender la experiencia musical, tanto con los discos de Buceo Invisible como con los que llevan su firma en la portada y los que hizo en El Astillero; para encontrar las palabras de lo indecible y recorrer con ellas los bordes de las cosas, con niebla, frío, lluvias y tormentas.
De Julieta supimos, desde el principio de su carrera actoral, que se arrojaba al abismo sin previo aviso, casi como un deporte. Que podía, a través de sus personajes, salir de la pantalla cuando se le diera la gana para ponernos incómodos o eufóricos, con la nariz frente a la suya, metidos en el desasosiego de su desventura ocasional, con momentos en que, vale reconocerlo, no siempre supimos qué hacer, aunque por suerte y en el último segundo (o capítulo) la actriz nos salvó la noche con el camino elegido. Por eso, supongo, y a pesar del riesgo, volvemos a mirarla cada vez.
“La confianza tiene que ver con cosas intangibles y bastante inexplicables. En cualquier caso es difícil de explicar, y también cuando se da en una relación artística. Hace muy poco tiempo que nos conocemos. Creo que la confianza funciona como un flash. Cuando uno conoce a alguien, en una primera charla se genera o no se genera esa sensación en la cual uno puede entregarse y, de alguna manera, abrir las puertas de un mundo creativo, o personal. Y en este caso sucedió eso”, cuenta Diego, quien se ve a sí mismo como un introvertido de manual, que eligió el oficio de músico “para salir del crustáceo”.
“Yo soy extrovertida”, dice Julieta. “Hacemos chistes con Diego porque él es bastante más parco, y me definió a mí como emocional, y me encanta, porque es verdad. Le mando audios de Whatsapp largos, muy emocionada, sólo me falta decirle ‘te quiero mucho’”.
“Me lo estás diciendo, ahora”, acota Diego, se ríen, e imaginan en broma que el título de la nota podría remitir a estos trazos gruesos. Luego Julieta agrega: “Me considero una persona muy sociable, pero a veces me agarran mis momentos de soledad. Viví sola muchos años, y soy hija única. Durante la pandemia sentí mucho placer de quedarme en mi casa y hacer nido”.
En esos meses de encierro a los dos lados del Río de la Plata fue que coincidieron, y un día primero fue una canción y luego un disco. “Yo, además de saber de su trabajo en el cine, la tevé y el teatro, la conocí a Julieta como cantante al mismo tiempo que empezamos a charlar, por Instagram y Whatsapp, de cosas que nos gustaban a los dos, como David Bowie o Gabo Ferro”, cuenta Diego, que se fue encontrando, además, con los poemas que Julieta subía a su Instagram.
“Yo conocía las canciones de El Astillero, y por Troche [dibujante uruguayo] me enteré de que Diego tenía una carrera solista, y empecé a escuchar esos discos, también. Cuando nos dimos cuenta de que teníamos algo en común le propuse hacer algo juntos. Así empezó una correspondencia muy fluida y estimulante, con música, letras y voces, y nos pusimos a armar las maquetas para el disco”, cuenta Julieta.
“Conceptualmente el disco está pensado, de alguna manera, para que lo musical, lo arreglístico y lo instrumental estén al servicio de la voz poética. Es decir, todo está subordinado a lo que se dice, con cierta austeridad y sin grandilocuencias, y con especial atención a la esencia de la voz de Julieta, y de nuestras dos voces juntas. Eso es parte de esa síntesis dialéctica entre música y poesía”, explica Diego, que también se encargó de la producción artística del disco.
Muchas veces habla uno por los dos, para expresar que, en este caso, no importa mucho quién escribió tal o cual verso. Son de los dos, o mejor, de esa tercera voz, nacida para interpretar estas canciones. “Hay algo de nuestras poesías que son medio familiares, o un lenguaje que se siente cercano”. Así lo define Julieta, que más de una vez nos contará, a propósito del proceso de grabación, sobre su insistencia para que Diego la acompañara más con su voz en estas canciones, que son de los dos, y ahora serán también de quienes se queden con ellas, pero que en el fondo, según me parece, luego de escuchar por primera vez y de punta a punta El revés de la sombra, cuentan bastante más de Julieta.
Me animo entonces a preguntarle por ese despertar musical muy singular y personal: “Ese despertar también me surgió al escuchar a Diego como poeta. Yo estaba pasando por un viaje de descubrir un montón de cosas mías internas, que no tenían que ver con cantar ni nada, y al escuchar a Diego pensé ‘es por ahí’. A mí musicalmente y artísticamente me encanta lo que hace, por eso también lo fui a buscar, y por eso aparece esa cosa del encuentro y la búsqueda en las letras, porque es cierto que hay algo que yo estoy buscando en mi vida, una búsqueda que nunca termina”.
La última canción del disco se llama “Perro”; la cantan los dos juntos y resume perfectamente de qué se trata este descubrimiento compartido. “Es un cuento de una imagen que tuve una noche antes de irme a dormir. Yo venía muy pasada de revoluciones, y cuando me acosté de repente me apareció la imagen de un perro que me miraba desde un sillón, como su sombra, y ahí me desperté. ‘No me voy a quedar con esa sensación’, pensé. Fue tan fuerte la imagen que me senté en la cama, prendí la luz, y me puse a escribir. Y apareció el texto medio que de una”, recuerda Julieta.