Este es el segundo de los tres años de Gabriel Calderón al frente de la Comedia Nacional. En conversación con la diaria, el dramaturgo, actor y director evaluó la experiencia de 2022 y repasó la programación de este año, titulada Nuevos clásicos, que traerá nuevas versiones de títulos familiares.

¿Cómo fue 2022 con relación a tus expectativas?

Hay muchísimas cosas que estuvieron por arriba de mis expectativas, aunque eso no quiere decir que no soñara en grande, y otras que no es que estuvieran por debajo, sino que eran problemas que ni siquiera sabía que existían. Algo bueno es que la Comedia apareció en la mente de mucha gente. Gente que tal vez ni siquiera vino una vez, pero a mí me interesa eso. Me confirma que tenemos que seguir trabajando para esa gente que todavía no viene, que tal vez no venga nunca, pero que tiene que saber que hay un actor cultural en la ciudad.

Después, hay muchas cosas que uno diría que conseguimos, que si este año no las reafirmamos y el otro más, te olvidaste. Esa apertura de la Comedia de poder pensar espectáculos de distinta manera, coproducir con el teatro independiente, ahora hay que pensar qué paso más damos en ese sentido. Como la internacionalización. Fuimos a dos o tres lugares, y si este año vamos a dos o tres, tampoco va a ser una confirmación. Tenemos que empezar un camino para que pase algo de lo que pasó el año pasado en Almagro, que vean que Uruguay es valorado, y que eso nos ayude a poder defender mejor la herramienta, que afuera no la tienen y la envidian.

Por lo que decís, además de la crítica y la taquilla, el partido se juega en la recepción.

Yo creo que sí. Todo lo otro respondió, pero no serviría si no hubiera estado la recepción, que no tiene que ver con la cantidad de gente que vino. Hay mucha gente que no tiene ni idea, y me entusiasma pensar en cómo llegamos a ellos. No para que vengan, porque tengo una capacidad muy limitada. Pero que sepan que se puede venir. Que sepan que hay una línea de la vida cultural del país en donde la Comedia está tallando.

Nosotros ahora tenemos un problema de crecimiento. Podríamos repetir 60% o 70% de las obras del año pasado, porque bajaron agotando. Pero no tenemos salas donde hacerlas, o no podría estrenar las obras de este año. Ese es un problema de crecimiento: no tener salas para hacer lo que ya hicimos. Quiere decir que hay gente que las quiere ver y no las va a poder ver.

Gabriel Calderón.

Gabriel Calderón.

Foto: Alessandro Maradei

¿Se pueden articular cambios a largo plazo con la rotación de directores?

Yo no nací para ordenar el mundo. Ya tengo la ardua tarea de hacer que esto, a mi parecer, crezca. Seguramente hay mucha gente del sistema teatral que cree que esto no es un crecimiento, y tiene todo el derecho de venir y hacer los aportes que crea. Yo aprendí de Luis Mardones y Hugo Achugar que no estamos acá para contentar a la ciudadanía. Respondemos a ella, pero hay que decidir y por eso se es director, para decidir. Ahí yo tengo que ser noble con lo que a mí me gusta.

La programación del año pasado me gusta. Hay gente a la que no, está bien, ya vendrán. Yo la firmo. Hay alguna cosa que no me gustó del todo, pero eso me pasa incluso con mis obras. Lo que no puede pasar es que yo termine programando o haciendo cosas de las que no estoy seguro, por el afán de dejar a un sector contemplado. Creo que para eso está la alternancia, y eso me da libertad. De la misma manera, les digo a las autoridades, al público y al elenco: ¿están defraudados? Tranquilos, porque yo estoy dos años más y después pueden elegir a otro que tenga ese afán. Es liberador para mí sentir que soy eventual.

Hablemos entonces de la temporada 2023. Primero las reposiciones.

Vamos a hacer mucha reposición; no toda la que quisiera y no toda la cantidad de funciones que quisiera. En la sala grande dividimos la temporada de principio de año en dos, y hacemos mitad Estudio para La mujer desnuda (24 de febrero) y mitad Esperando la carroza (abril), mostrando la amplitud de lo que hicimos el año pasado, porque son públicos totalmente distintos y teatralidades muy distintas. Y en la sala Verdi vuelve Constante (marzo), porque las giras que hicimos el año pasado a España tuvieron como consecuencia invitaciones de Chile, España nuevamente, Colombia y Argentina. Entonces la vamos a mantener viva todo el año, aunque no con funciones todo el año.

¿Imaginabas el éxito de Esperando la carroza?

La contundencia de la respuesta fue sorpresiva. Y mirá que tengo tiempo haciendo cosas en teatros grandes, donde va gente, pero nunca vi ese nivel de celebración. Se ve que ahí tocamos una fibra, con una obra que festeja lo que la gente quiere. Jimena (Márquez) trabajó muy bien para no arruinarle la fiesta a la gente que viene a festejar. Ya tenemos obras para experiencia, para cuestionar... En esta obra, si bien Jimena tiene que expresarse artísticamente, yo le dije: “No hagamos una versión que no respete nada, y que quien viene a escuchar ‘X ravioles’ no lo escuche”. Después, hay una artista trabajando, y me parece que ella lo logró.

Vuelve en la sala grande porque agotó las entradas de una manera obscena. Pero La mujer desnuda agotó sus 11 funciones y es el anverso, en el sentido de que no es popular, no la conoce nadie, no es fácil. Incluso está en los límites de la performatividad clásica teatral nacional. Y la gente venía y venía. Que convivan esas dos cosas a mí me gusta mucho.

¿Aplicaste algo de lo aprendido en 2022 a la hora de programar los nuevos títulos?

Soy un autor contemporáneo y me gusta hacer cosas del hoy, pero también me gusta jugar con la mente de la gente. Vamos a hacer cosas que vos tenés en tu cabeza, tocando algunas teclas que a vos te suenan, pero de una manera que no tenés en la cabeza. Tal vez nunca escuchaste hablar de (Christopher) Marlowe, pero sí del Fausto. Los títulos tratan de hacer ese juego.

Otro aprendizaje es que fue muy difícil para nosotros salir al interior. Es muy compleja la maquinaria de llevar una obra. Entonces este año la idea es apropiarnos de la performatividad de las lecturas públicas. Hay clásicos que no me da para programarlos, para dedicarles tres meses, pero los puedo ensayar dos o tres veces y hacer una lectura actuada que quede potente. Así empezás a estar de manera mucho más flexible, y en lugar de tres lugares, podés visitar 15 en el año. Vamos a mostrarles lo potente que es Romeo y Julieta en una hora y cuarto, con actores que están muy entrenados en hacer esos textos. Y que, no teniendo que habérselos aprendido de memoria, los pueden performatizar.

Gabriel Calderón.

Gabriel Calderón.

Foto: Alessandro Maradei

Por otro lado, cada vez que comienza un ensayo teatral hay un trabajo de mesa, y nosotros vamos a llevar ese día de trabajo de mesa a un lugar, y vamos a invitar al público, a juntar 50 personas alrededor de la mesa para que vean cómo el director lee por primera vez con los actores. Eso lo vamos a hacer con todas las obras.

Ahora sí, hablemos de los nuevos clásicos.

Quisimos evitar los clásicos clásicos del teatro. Tratamos de no programar Shakespeare, no programar Chéjov, no programar Molière, no hacer Ibsen, Strindberg, algunos fuertes del teatro. Igual tenemos nombres fuertes porque está Lorca, pero sentimos que estamos en algunos periféricos que no son los usuales. Cuando salimos de Shakespeare pensamos en otros isabelinos y apareció La trágica historia del doctor Fausto de Marlowe (abril). Y viene Rubén Szuchmacher de Argentina a dirigir la versión de Lautaro Vilo, en la Zavala Muniz. Es el primer estreno del año y respira mucho de lo isabelino, con poca escenografía y actores que entran y salen, que tienen seis o siete personajes.

Este año estamos intentando que la venida de directores internacionales sea más fluida. Muchas veces les ganamos por el corazón. Y algo que les atrae mucho a todos es que en el mundo ya no son comunes los elencos estables. La parte más trabajosa es adecuar el presupuesto del espectáculo a la realidad uruguaya, pero lo artístico no tienen que adaptarlo porque tienen actores y actrices que responden.

Las tres reposiciones y Fausto serían la primera franja.

Sí. En la segunda franja, a mitad de año, vamos a hacer Edipo rey (junio) en versión de Alfredo Sanzol y dirigido por el español André Lima, que dirigió dos veces la Comédie-Française, es un rara avis y un número uno, que viene a dirigir un clásico de Sófocles y le está poniendo algo de Séneca. Una tragedia griega textual. Eso en la sala grande.

En la Zavala Muniz vamos a hacer La gallina degollada, de Horacio Quiroga (junio), en versión del director de cine Adrián Caetano. Un autor clásico nuestro, que hay que versionar teatralmente, y que implica discusiones contemporáneas muy complicadas: la mirada sobre la discapacidad, la maternidad, la paternidad, la responsabilidad, la crueldad... Si lo pasás por el tamiz de lo políticamente correcto, deja de tener interés, entonces tenés que resolver el problema respetando su original. Versión y dirección de Adrián, que tenía un guion cinematográfico y empezó a adaptarlo teatralmente, con Roberto Suárez como un tutor.

En la Verdi vamos a hacer La zapatera prodigiosa (junio), la voy a versionar yo y la va a dirigir María Dodera, en su primera dirección en la Comedia Nacional. Tiene las canciones clásicas de Lorca que se sabe mucha gente de la comunidad teatral, entonces hacer una versión es tener que trabajar con la tradición teatral de la ciudad. María está muy copada. Y desacoplada de la franja del medio, porque no va en una de nuestras salas, vamos a hacer Frankenstein, de Mary Shelley (julio), dirigida y versionada por Andrea Arobba (junto a Gabriela Escobar y Pablo Casacuberta). Si agarramos una novela como la de Shelley, con toda su tradición en relación al feminismo, y llamamos a una coreógrafa como Andrea, es para que suceda algo más interesante que una obra de teatro.

¿Y la tercera franja?

Brecht decía “ser fiel al original es traicionarlo”, así que nos sentimos muy autorizados para reescribir La ópera de los dos centavos (octubre), que era una reescritura de la ópera de John Gay. Vamos a hacer una reescritura de la ópera, tanto la de Gay como la de Brecht, con la Banda Sinfónica y en El Galpón, en coproducción con El Galpón, porque fue el primer grupo en América Latina en estrenar Brecht en 1956. La va a dirigir David Gaitán, un director joven mexicano especializado en reescritura de clásicos, y nos gusta ese pequeño guiño de llamar a un director mexicano, en la tradición de El Galpón con México.

Por último, no menos importante, en octubre vamos a hacer Macondo. 100 momentos de soledad. Vamos a invitar a por lo menos 50 escritores, guionistas y poetas contemporáneos latinoamericanos a versionar una partecita de Cien años de soledad en una o dos páginas. Vamos a transformar la sala grande con sus palcos y platea en Macondo, y vamos a invitar a los espectadores a estar itinerando durante dos o tres horas, escuchando las historias, no de la novela sino las que utilizaron los artistas contemporáneos.

Ese es un poco nuestro año de clásicos, latinoamericanos, contemporáneos, nacionales. Me gustaría que el último año trabajáramos sobre un concepto de creación total de cero, que me permita liberarme un poco. Los clásicos del futuro.

La primera temporada fue Arde. Y este año sigue ardiendo.

Algunos en la oficina dicen que le pongamos Comedia Nacional: Tranqui. Y soy un poco de la idea de que no estaría mal.