Juan Pablo Tort (Knak) ve venir una nueva ola. En realidad, usa la palabra wave frente al micrófono de una transmisión para su canal de Twitch. “Ojo, se vienen pibitos de 20, 21, 18, amigo: Milo J, Knak, Zaiko”, avisa con la picardía y el entusiasmo del que intuye algo diferente a la mayoría, y una gran confianza en su propio talento y el de sus colegas uruguayos. “Siento que tenemos mucho para explotar”, sigue.
Criado en Melo, Cerro Largo, y afincado desde hace cinco años en Montevideo, estudió las carreras de las principales estrellas de la música urbana argentina y estuvo atento a las claves de su crecimiento mundial. Cree que lo que le hace falta al artista uruguayo es cambiar su mentalidad: “Yo siento que acá va a pasar algo muy heavy”, afirma. Lo bien que le está yendo, tanto en Uruguay como en Argentina, podría justificar su optimismo, pero ahora se refiere a otra cosa: “Irte de acá y no dejar nada en tu país no va conmigo. No todo es plata”, reflexiona.
“Hay gente a la que le interesa pegarla con un tema y ya fue. Piensa en términos de carrera individual y no tanto en la cultura de su país. Yo no quiero que pase rápido. Me interesa poder dejar algo”, añade. Además, y sobre todo, no pierde oportunidad para expresar la necesidad de una mayor unión entre los músicos que permita formar una escena fuerte y superadora de lo efímero.
A su discurso no le faltan credenciales. En muy poco tiempo, logró la aceptación de una masa de seguidores que lo alienta y salta de euforia en cada una de sus presentaciones en vivo. A mediados de junio llenó Niceto, emblemático antro de Buenos Aires para las figuras en ascenso; en mayo teloneó a Duki en su show del Velódromo de Montevideo y en diciembre de 2022 abrió el show de Ysy A en el Antel Arena. Su popularidad va de la mano de las canciones de Orgániko, su primer LP (2023), y de Korta (2022), el EP con el que encontró la voz definitiva para su trap-pop-melódico: “A partir de ahí traté de seguir una línea en cuanto a sonido y estética que sigo perfeccionando y evolucionando siempre que entro al estudio”, dice desde Melo, ciudad a la que viajó, como siempre, para pasar tiempo con sus padres y también, confiesa, “para calmar un poco la cabeza antes de lo que se viene”.
Universo naranja
No hace tanto que encontró la chispa que necesitaba para avanzar en el camino correcto. Había descubierto el rap en el liceo. Cree recordar que fue en 2014, cuando un amigo y compañero de clase le recomendó que viera el video de la batalla de rap entre los argentinos Dtoke y Sony. “A partir de ese día me metí de lleno a investigar más y más”, asevera.
“Inventé mi visión, es mi momento, ni miro el reloj”, canta en “THC”, el track de apertura de Orgániko. Knak hace canciones de amores obsesivos. A diferencia de muchos de sus colegas, no imagina escenas con armas y enfrentamientos violentos; se queda con las drogas, el sexo, la seducción y el metaverso vincular de las redes sociales. Ah, y nunca olvida a su madre. La base sonora y las inflexiones vocales con auto-tune del uruguayo recuerdan las del canadiense Drake, al igual que, en otra escala, el minimalismo y los escenarios elegidos para sus videoclips. Las letras, asegura, sólo están inspiradas en sus propias vivencias.
En 2019 se vino a Montevideo para estudiar comunicación, pero la pandemia lo mandó de vuelta a Melo a la casa de sus padres. En los meses de encierro en su cuarto se concentró en componer y grabar nueva música. Con una computadora, una tarjeta de sonido apenas decente, un micrófono y mucho tiempo libre, encontró un sonido elegante que les va ideal a sus textos.
Entonces volvió a la capital en 2021 y se fue a vivir con un par de amigos a un apartamento del barrio Cordón con un sillón para las visitas, una PlayStation y no mucho más: “Convivimos un año y pico con Davus y Shiro (otro amigo pero que no se dedica a la música), y fue una experiencia de crecimiento personal para todos, se vivió mucho en ese lugar y también se cranearon muchas cosas de las que hoy están pasando. De ahí nos tuvimos que mudar porque un día la casa se inundó toda y dimos de baja el contrato”, dice entre risas.
Ahora cada uno vive por su lado, Knak tiene manager y un equipo de trabajo, atento a una agitada agenda y un promisorio futuro dentro de la escena musical rioplatense que le permitiría, ahora mismo, afincarse en Buenos Aires. Sin embargo, y más allá de su ascenso personal, no pierde el foco en la concreción de su augurio.
“Cada vez estamos mejor”, dice sobre la escena uruguaya. “Cuando me refiero a la unión de los artistas, va mucho más allá de la música. Siento que primero, como ya viene pasando, hay que juntarse para tomar una, charlar, conocernos y compartir una visión. A partir de ahí es que puede venir la conexión para que salga un buen tema y para que todos podamos colaborar en que la movida de música urbana siga creciendo”.
Knak, el sábado a las 21.00 en La Trastienda (Daniel Fernández Crespo 1763). Entradas a $ 800 y $ 900 en Abitab.