“No tengo miedo de lo que pueda pasar”, escribe en su página de Instagram, @davusito, mientras en la foto reza al sol con el pelo recién cortado a un santo que sólo él conoce y a otra santa que aparece detrás como ornamento de una iglesia muy antigua.

A los pocos días, la foto del mensaje místico y con un poco de joda queda traducida en imágenes digitales en el video de su canción “Ángel” (que grabó junto al español Juicy BAE). Es lo más nuevo de su repertorio, una historia de amor que transcurre en un mundo que mezcla tecnologías y eventos que nunca se cruzaron, salvo en este instante de ficción trapera.

Cuando David Oliver, más conocido como el Davus, gira con pachorra y seguridad la perilla gris con la que modula la actividad de su computadora, cualquier cosa parece fácil de hacer.

Desde su escritorio, que ahora está instalado en un cuarto algo frío de la calle Magallanes, cerca de 18, hace lo que se le antoja, como ponerse a grabar sus discos de principio a fin sin ayuda de nadie, diseñar los avisos de sus conciertos, pedir comida y vichar las gorras deportivas de los 90 que un amigo suyo consigue. Esa es una de las cosas que más le gustan, como andar en skate y buscar música; uno de sus mejores descubrimientos es el de Baby Stones Gorillas, una banda de Los Ángeles de melodías tranquilas para tardes de sábado.

“En realidad, ahora ya casi no produzco. Mando el material crudo”, aclara sobre las bases de sus canciones. Menciona a Bnt, uno de los uruguayos en los que puede confiar para encontrar ruiditos contagiosos. Lo otro que le gusta a Davus es dibujar y reinventar su personaje.

Ya pasaron tres meses desde que llenó 18 de Julio con copias de la tapa de su mixtape No cap; ahí su álter ego luce fajos de billetes de dólares y unos championes gigantes.

David tiene 23 años. En agosto tocó en Argentina, en Buenos Aires, Córdoba y Rosario.

“Todo comenzó en la época del liceo”, dice, cuando descubrió la primera escena del trap en España: “Me volví loco. No podía creer lo que estaban haciendo allá”, recuerda, y también que de inmediato pensó: “Me quiero meter en esa movida”. Se bajó el Audacity, “un programa [de edición] muy rústico”, y compró en Mercado Libre un micrófono “de 600 pesos”.

En esa etapa de experimentanción, en bastante soledad, un amigo –Toma3– le dijo que si se tomaba su trabajo en serio podían salir cosas muy buenas y se dijo: “Pah, puede ser”.

Davus probó suerte rápido en los escenarios. “Mi primer toque que salió bien fue en el Living”, rescata, y luego saca otras buenas credenciales. “No entrés ahí”, dice cuando menciona un galpón que cambió muchas veces de nombre y del que se fue sin cobrar. También actuó en otros escenarios más convencionales.

Esta es una etapa muy inicial, que transcurre entre 2017 y 2019, antes de que un montón de aficionados al trap en Argentina y en otros países de habla hispana cambiaran su perspectiva, todavía algo casera, sobre lo que estaba pasando con su música en lugares muy lejos de su casa.

Antes de compartir departamento y Play Station con varios amigos en el Cordón, Davus vivió en otros barrios. Nació en la Unión y se crio con sus padres y una hermana. “Mis viejos son creyentes, se conocieron en una iglesia del Buceo”, cuenta. Con ellos vivió hasta los 18, y luego decidió irse a vivir solo, o con una pareja que llevaba años en un hotel de la Ciudad Vieja. “Igual, en la pandemia volví con mis viejos”.

Perdió la cuenta de los mixtapes y canciones que subió a internet, pero puede identificar que “la pegó” con su disco Corito sano, en plena pandemia: “Creo que lo que pasó con ese material es que las canciones son muy genuinas. No estaba tratando de mostrar nada que no fuera, cuando lo más común en este género es hacerse el zarpado”.

Justo antes de la cuarentena obligatoria, Davus se preparaba para un gran concierto en Niceto, en Buenos Aires: “Estaba a punto de explotar. La pandemia me tiró para atrás como a todo el mundo, pero en vez de perder el tiempo, me puse a grabar y cranear qué podía hacer”, relata.

“Hay meses muy buenos y meses muy malos”, dice sobre los vaivenes de su trabajo. “A veces laburás un día” y ganás como en tres shows, agrega. Davus autogestiona todo su negocio y toda su obra. Te puede hablar de pasajes, comidas, costos y alojamiento.

Davus tiene cada vez más fans en Argentina y disfruta del encuentro con ese público: “Hay de todo. En uno de los conciertos que hicimos allá me encontré a una abuela que había ido con su nieto. Estaba en el pogo, re copada. Y acá también, van barbudos de 40 y algo, pibitos de 15, gente que va de traje. Me gusta esa diversidad”.

La mentalidad de Davus es la misma de la gente con la que trabaja: “Acá hay una banda de artistas consagrados que se llenan la boca diciendo ‘sí, hay lugar para todos’, pero después no te contestan un mensaje y te bardean por atrás”, dice. “En el caso de nuestro grupo, si estás haciendo fotos o produciendo algo nuevo, te decimos ‘vení de una’”.

Davus se presenta en Sala del Museo (Rambla 25 de Agosto esquina Francisco Maciel, Ciudad Vieja) el próximo jueves 22 a las 20.00 en el marco del festival DirecTV, Urbano Fest. Entradas en Redtickets. Anticipadas, $ 690.