A Santiago David Messano (Mesita) no le falta su “BZRP music session”. Esperaba la salida de un barco hacia Buenos Aires cuando un mínimo temblor en su teléfono le avisó que el mismísimo Bizarrap -todavía no tan internacional- quería incluirlo en su selecta lista de invitados. El uruguayo viajaba a la gran ciudad, como tantas otras veces, para probar suerte, siempre al acecho de una oportunidad como la que ese día se le presentó.
La sesión número 12 del popular productor se estrenó un 8 de agosto de 2019 y actualmente cuenta con más de 50 millones de reproducciones. Sin embargo, Santiago identifica el despegue de su carrera sólo un poco más adelante en el tiempo, de la mano de composiciones como “No soy yo” y “Dubái” (2020), según le contó al periodista Bruno Podestá en su programa Todo está bien.
En el video alusivo a la ciudad árabe el artista festeja la vida al límite junto a sus amigos y algunas motonetas, mientras de fondo se puede ver la Torre de las Telecomunicaciones de Antel y una botella de cerveza Patricia en una postal de vista rústica que parece haber quedado atrás, luego de sus colaboraciones con Duki y Lit Killah, entre otras figuras del género, y de su decisión de radicarse en Argentina.
Hace un par de semanas Mesita lanzó “Una foto” y en pocas horas superó las primeras 100.000 vistas de los dos millones que acumulará antes de que comience la primavera. “Actualmente es el segundo artista uruguayo más escuchado en Spotify, sólo precedido por No Te Va Gustar. En julio de este año logró el puesto 1 en esta plataforma digital, siendo el primer artista urbano uruguayo en alcanzar dicho puesto”, aseguran sus promotores.
En el video de su nuevo sencillo ya no aparece la obra impulsada por el contador Ricardo Lombardo, ni otras referencias directas o indirectas a su lugar de origen, como las incluidas en “Halloween” (el tema que grabó con Dillom) dedicadas al Hospital Vilardebó y el vino Faisán. La acción transcurre entre contenedores en un puerto que podría ser el de cualquier país, salvo por la leyenda “Transportes Schiavone”, pegada en la ventana de un camión junto a una cifra de característica telefónica bonaerense.
En la simple sonatina de poco más de dos minutos, el trapero sigue el manual de estilo al pie de letra y logra la más genérica pieza de música urbana. Con pocas palabras deja expresada su obsesión por los culos grandes, en el contexto de una vida “fuera de la ley” impulsada por el consumo de drogas y el gusto por “los lujos” y “los autos caros”.
En la canción domina el sonido RKT y fue producida por Rodrigo Molina. Para su edición se utilizaron herramientas de inteligencia artificial.