“Sé que es tarde y quieren ir todos a dormir. Gracias por venir con este frío”, dice Gonzalo Julián Conde, más conocido como Bizarrap. Se termina noviembre de 2021 en Ciudad de México, y parece que también la pandemia. El Biza, como lo conocen sus amigos –también así le dicen sus fans– saluda a miles de personas luego de terminar su show en el Flow Festival, absolutamente triunfante.

Durante el año anterior se había convertido en el artista argentino más escuchado en el mundo y lo sigue siendo hasta hoy. Para dimensionar su grado de popularidad resulta más fácil pensar en Lio Messi, Manu Ginobili o Diego Armando Maradona. Ni Los Fabulosos Cadillacs en su mejor momento, ni nada que haya inventado Gustavo Santaolalla, ni Charly o Fito se han acercado a la masividad acumulada por este joven de 24 años que sigue escalando peldaños, escondido bajo una gorra de sol y unos lentes oscuros.

Ahora mismo, en noviembre de 2022, Bizarrap está en el puesto número 12 de los artistas más escuchados en todo el mundo a través de Spotify con la Music Session que grabó con el trapero español Quevedo. Detrás del argentino vienen Rosalía, Bad Bunny, Shakira, Beyoncé, Rihanna y Eminen.

Biza todavía piensa que es “casi imposible”, pero si es por soñar, le gustaría trabajar con Radiohead. “Escucho mucha música que no tiene nada que ver con lo que hago”, dijo en el programa de Vorterix Caja negra. También nombró a PJ Harvey, una influencia musical que le llegó por los discos de su padre, unos años antes de meterse con la electrónica y particularmente con las pistas de Skrillex.

A los 14 se bajó una versión de prueba del FL Studio, un programa de edición de audio anteriormente conocido como Fruity Loops, pero a los pocos días lo desinstaló porque le pareció muy complicado. Al tiempo recordó “lo bueno que estaba” y decidió volver a intentarlo. Se puso a buscar tutoriales en Youtube para conocer los detalles de su funcionamiento. Algunos estaban en inglés y le resultaron más fáciles, otros los encontró en ruso, pero prestando mucha atención a las indicaciones del lejano interlocutor y a los movimientos grabados del cursor de un mouse sobre la pantalla, en poco tiempo supo cómo armar sus propios beats.

No fue sólo eso. “Piano a full”, contó en otra entrevista, en México, como un camino de apariencia sencilla por el que se puede acceder a la matriz de este lenguaje. Estudió piano durante dos años, y a su profesora le explicó que no pretendía tocar música sino saber cómo se hace. Aprendió entonces, a la par del instrumento, teoría musical.

El tercer elemento que explica su exitosa fórmula podría parecer algo accesorio, pero en esta historia va junto a la palabra “revelador”. Cuando todavía no sabía muy bien qué hacer, o precisaba confirmarlo, un psicólogo le hizo un test vocacional. La ecuación de intereses dio: productor musical y especialista en marketing. El profesional no sólo le entregó la hoja con el resultado, sino que le pidió que subiera al altillo de su casa y le mostró un estudio de grabación. “Acá ensayo con mi banda de rock todos los viernes; si hay algo que te gusta con pasión, nadie te lo va a poder sacar y lo vas poder hacer durante toda tu vida. Te recomiendo que estudies marketing; a lo sumo, eso también te va ayudar a promocionar tu música”, le dijo.

Biza le hizo caso, o siguió su instinto. No terminó la carrera de marketing sólo porque la música le sacó casi todas las horas de sueño, pero mientras estudió tuvo las mejores notas y luego aplicó lo aprendido a su carrera artística.

Las Bizarrap Freestyle Sessions, y las Music Sessions son los productos que lo hicieron más conocido, pero su impacto viral de millones de visitas es previo a todo eso. Alcanzó los 100.000 suscriptores en Youtube con un canal al que subía remixes de raperos argentinos y sus Combos locos, una especie de videos humorísticos basados en las batallas argentinas de freestyle de la célebre competencia El Quinto Escalón. En 2017 pocos sabían qué cara tenía, pero muchos hablaban del talento y del ingenio de Biza.

Abrí la laptop

No aparecía nunca en sus videos ni arengaba de ningún modo a eventuales suscriptores a apretar la campanita o poner me gusta. Sin embargo, el 20 de setiembre de 2017, en el programa audiovisual de El Quinto Escalón, dio su primera entrevista y se dejó conocer bajo un antiguo modelo de lentes, todavía sin su clásica gorra de visera.

Ese día hizo algo más significativo, “sin ningún problema” ni misterio: abrió su computadora y los espectadores del programa pudieron ver uno de sus proyectos desarmados y vueltos a armar en su estudio virtual. Tomó dos acordes de guitarra del sintetizador digital Harmor, un sonido de bajo y un fragmento de voz pitcheada una octava hacia abajo. Juntó las piezas y puso a sonar un beat. Tan simple como un ritmo, pero, a la vez, único y especial.

Al principio, además de practicar muchísimo, Biza se hizo de cientos de bibliotecas de instrumentos. Cuando comenzó a hacer remixes, se animó a pedirles a algunos de los raperos argentinos más destacados sus pistas vocales limpias –a capella– para poder trabajar más libremente y dejar su marca en la nueva versión de sus canciones. Hubo quienes aceptaron la invitación, pero también recibió negativas o desinterés de grandes figuras como Paulo Londra. Duki, uno de los traperos fundacionales del movimiento argentino y latinoamericano –también uno de los más populares– le dijo que sí, de una. Así salió su versión remix de “No vendo trap”. “Si no hubiera sido por él [Duki], no hubiera empezado a hacer remixes”, reconoció.

En este camino, Biza, que se reconoce como bastante tímido, comenzó a conectarse cada vez más seguido con distintos personajes de la escena del rap y el trap argentino, y a salir de su casa, en la que durante cuatro años había estado encerrado cocinando su fórmula.

Las sessions

No había un plan previo, pero su carácter resolutivo ya estaba ahí. La primera de las BZRP Freestyle Sessions es de 2018. Biza estaba en la casa de un amigo y ese día coincidió en el lugar con el rapero Kódigo, al que escuchó hacer un freestyle. “Boludo, tenés que grabar eso. A mí, que soy fan tuyo, me encantaría escucharlo”, le dijo. “No, yo qué sé”, le contestó Kódigo. Biza pensó en grabarlo en el momento con su teléfono celular, pero no sabía muy bien cómo hacer. “Lo convencí” y llamé a un amigo del barrio: “Che, vos sacás fotos, ¿no? ¿Tenés para grabar video, alguna luz?” Así, bastante improvisadamente, fueron para la casa de Biza; él inventó un beat y Kódigo rapeó encima.

El resto es historia conocida. Ya no tuvo que pedir pistas, y si bien siguió invitando a artistas que le gustaban a sumarse a la experiencia, en poco tiempo su bandeja de entrada de Instagram se llenó de mensajes de músicos ansiosos por sumarse a esta aventura.

En ese 2018 se sumaron con sus rimas improvisadas, entre otros, Lil Killah, Bhavi, Paco Amoroso, Dillom y el uruguayo Peke 77. “El pibe es re bien; en aquel momento uno no imaginaba que iba a pegarla de esa manera”, contó el Peke en Vorterix.

Otro de esa camada hoy es unos de los artistas más populares de la música urbana de América Latina: Mateo Palacios, más conocido como Trueno, grabó una Freestyle Session y luego reincidió con una Music Session. En esa segunda instancia probaron con tres beats diferentes. Pero Trueno no estaba convencido con la elección de Biza. A su padre y manager, el uruguayo Pedro Palacios, tampoco le convencía, y también sus amigos le decían que no iba. “Chabón, no me rompas las bolas, esto va a explotar, haceme caso”, les dijo Biza. El beatmaker tuvo razón y la session de Trueno sigue siendo una de las más vistas y escuchadas, con 130 millones de reproducciones en Youtube.

“Soy insistente. Cuando estoy seguro de algo, no lo dudo. Confío mucho en mi criterio”, le dijo a Julio Leiva en Caja negra.

La esencia casera

Luego de aquella primera grabación espontánea e improvisada con Kódigo, Biza fijó algunas condiciones que resultaron encantadoras pero también imprescindibles para su tarea. La mayoría de las sesiones fueron grabadas en su cuarto de la casa de sus padres en Ramos Mejía, en el conurbano bonaerense, con una computadora, un sintetizador, un micrófono, algunas cámaras y poco más. Los vecinos se acostumbraron a algunos ruidos en la madrugada y nunca hubo mayor drama.

La factura casera y cercana atrajo a los traperos y raperos más nuevos y también a los más consagrados. Los demos de los beats muchas veces viajaron por mensajes de Whatsapp, pero siempre había que llegar hasta ese rincón barrial de Buenos Aires para lograr la magia, en un cuarto que conserva el mismo empapelado que tiene desde que Biza tenía 12 años.

“Cuando empecé a tener contacto con Bizarrap hablamos por Instagram y me pasó una pista”, contó Elián Valenzuela, L-Gante, otro de los artistas más populares de la música urbana y la cumbia argentina. “Yo ya me fui con una letra y todo preparado. Pero cuando caí a su casa me dijo: ‘No, vamos a hacer todo de cero, acá’. La canción la habremos creado en 40 minutos y después nos fuimos a comer”. La de L-Gante es otra de las Music Sessions más populares, con 296 millones de reproducciones.

Antes, ya había explotado la de Nicki Nicole, y después la de Nathy Peluso. Para 2020 el experimento creció de tal manera que ya no hubo forma de contenerlo en un cuarto de adolescente. Hoy los sellos discográficos más importantes del mundo buscan al argentino para que encuentre lugar en su agenda y grabe con sus artistas emergentes o con aquellos que intentan mantener sus carreras a flote con un nuevo impulso. Biza ya no graba tan frecuentemente. Gira por el mundo como DJ y se presenta en grandes festivales, elige con serenidad entre muchas invitaciones y espera.

Festival America Rockstars. Sábado y domingo desde las 13.00 en el faro de Punta Carretas. Con Soledad Ramírez, Niña Lobo, Agusmor, Agus Padilla, Brenda Asnicar, Bhavi, Juani Laborda, Vilu Gonter. Bizarrap cierra la jornada del domingo. Entradas en https://america-rockstars.com/ desde $ 2.200 a $ 3.600 por día, abonos por los dos días desde $ 3.600 a $ 5.400.