Lejos de la fama de alcance mundial de la que siguen gozando ritmos brasileños como la samba y la bossa nova, el típico folclore portugués conocido como fado sigue sin apartarse demasiado de sus raíces locales, y si viaja en una valija o emerge por la carambola del algoritmo, aún puede resultar una especie exótica, un fruto que inspira el respeto del veneno, una reliquia de varios siglos conservada con estrictos rituales y pesadas leyendas de fundación.

“Creo que el público joven es cada vez más consciente de la música de raíz, ya se trate de fado, tango, o samba de Brasil”, discrepa con propiedad la exponente más popular de este género en el mundo, la cantante e intérprete Raquel Tavares, en diálogo con la diaria.

“Todas estas canciones han atravesado su contemporaneidad, y creo que la nueva generación está cada vez más interesada en comprender los orígenes de su música, de sus lugares y su gente; por eso soy muy optimista sobre el futuro de música tradicional”, reflexiona la artista nacida en enero de 1985 en Lisboa, al tiempo que asegura que en su país “hay cada vez más jóvenes interesados en hacer música con la guitarra portuguesa”, en referencia al instrumento del siglo XVIII inspirado en la cítara.

La primera estrella del fado fue la cantante y guitarrista María Severa (1820-1846). El esplendor de La Severa se produjo en el seno de la realeza del imperio portugués. Alrededor de 1930 esa música de origen noble fue precursora del saudade, un lamento de la especie del blues que se coló en tabernas y prostíbulos de sus viejas colonias, tanto en Brasil como en África, y con otro hervor de tiempo se volvió expresión sonora de raigambre popular.

Los discos de Raquel Tavares son una preciosa enciclopedia que permite conocer los encantos del fado. Se recomienda ir directo a Raquel (2016), aunque puede ser una patada en el alma. Una voz sabia y grave, acompañada por guitarras criollas, sugiere calles y pasillos de piedra, la presencia de un mar testigo y una mochila de penas inconsolables cargadas de historias de otros. Ahí están, por ejemplo, “Não me esperes de volta”, de António Zambujo y Paulo Abreu Lima, “Para o destino”, de Mallu Magalhães, y “Coração vagabundo”, de Caetano Veloso.

“La música ocupa un lugar muy importante en mi vida”, admite Tavares. “No puedo hablar de mí sin hablar de música, y ni siquiera hablo sólo de fado. Me levanto por la mañana y lo primero que hago, antes de tomar café, es poner música. Hice teatro, cine, televisión y me encanta bailar, pero en las canciones sigo encontrando mi verdadera identidad”, asegura la artista, que se presenta este jueves en Montevideo junto a los músicos Bernardo Nogueira (guitarra), Bernardo Couto (guitarra portuguesa) y Francisco Brito (contrabajo).

El show de la cantante será en la sala principal del teatro Solís y transcurrirá en el marco del nuevo Festival de Fado. La actividad cuenta con el apoyo de la Embajada de Portugal en Uruguay y su decimocuarta edición está dedicada a la conexión entre “el fado y la libertad”.

“Creo que ser artista y ganarse la vida en la industria musical requiere cierta perseverancia y cierta terquedad”, reconoce, a propósito de su carácter obstinado. “No soy una persona absolutamente testaruda, pero sí he sido bastante persistente para poder seguir adelante con el destino en el que creo. Ya voy casi 30 años en esto del fado y cada vez que me subo a un escenario me sigo emocionando al interpretar la música con la que nací”, concluye.

Raquel Tavares. Jueves a las 21.00 en el teatro Solís. Entradas desde $ 800 a $ 1.600 en Tickantel. Comunidad la diaria 2x1.