Hay películas que existen como consecuencia de otras películas. No me refiero a las secuelas, ni tampoco a esas versiones baratísimas de las historias de Pixar que (según las redes sociales) existen por si la abuela se confunde cuando está comprando un regalo a su nieto y en lugar de Ratatouille le lleva Ratatoing (ejemplo real).
Hablo de una tercera categoría, la de aquellas películas que triunfan de tal manera en la taquilla que generan sucesoras. Estas sucesoras no son creaciones de estudios minúsculos que solamente buscan hacer dinero, sino que llegan desde sitios establecidos, con buenos valores de producción y distribución global. También buscan hacer dinero, pero ¿cuáles no?
Por ejemplo, el éxito de Los cazadores del arca perdida en 1981 generó varias inspicuelas (en inglés son crueles y las llaman rip-offs, o sea, robos) con aventureros guapos y guapetones que andaban en busca de algún tesoro, cruzándose siempre con alguna damisela que a veces estaba en apuros, desde Dos bribones tras la esmeralda perdida hasta Las minas del rey Salomón.
Colada entre las películas de superhéroes, en 2018 se estrenó una película cuyo éxito es más difícil de comprender conforme pasan los años. Una película biográfica (acá sí me gusta y me sirve lo de biopic) que no se alejaba de las fórmulas, que pasteurizaba su rico material y que cargaba con sus propios escándalos detrás de escena, incluyendo el despido de su polémico (por decir poco) director.
Si todavía no adivinaron, se trata de Bohemian Rhapsody: La historia de Freddie Mercury, que recaudó más de 900 millones de dólares y ganó cuatro premios Oscar, incluyendo el de mejor actor y mejor edición. A propósito, pueden encontrar ejemplos en Youtube de que la edición... no sería tan digna de destacarse.
No puedo asegurar que Bob Marley: la leyenda existe como consecuencia de la biopic de Freddie. Pero es posible imaginar una vorágine de ejecutivos de Hollywood entrando a Wikipedia en busca de “cantantes famosos” que en lo posible tuvieran una historia interesante para contar.
Dentro de las principales fórmulas del género podemos encontrar películas que cubren gran parte de la vida de la figura elegida, mientras que otras se concentran en algún fragmento especial. En ambas se mezclan las anécdotas en busca de dramatismo, pero es que es muy difícil encontrar vidas que se ajusten a la perfección dentro de la tradicional estructura de tres actos.
En el caso de Robert Nesta Marley (1945-1981) se optó por contar sus últimos años, apoyados por unos textos demasiado explicativos al comienzo y unos flashbacks (cortos) que se intercalarán para contar detalles de sus inicios, que en otro film coparían los primeros minutos. Aquí Bob Marley ya es Bob Marley, al menos dentro de Jamaica, país que por entonces atravesaba una tumultuosa época previa a las elecciones de 1977, con violencia que sacudió personalmente al cantautor.
Me ocurrió algo extraño con Bob Marley: la leyenda y es que el tráiler parecía anticipar que el arco narrativo tendría al atentado contra su vida como gran momento, el cuestionamiento sobre su presencia en el concierto Smile Jamaica y finalmente su presentación ahí. Pero todo eso ocurre antes de la mitad de la película, por lo que genuinamente no sabía hacia dónde iría la historia (hay un segundo concierto, pero no logran plasmarlo como algo tan diferente al primero).
La historia, entonces, incluye ese mojón fundamental en su vida y se concentra sobre todo en los meses posteriores, cuando Marley se instala en Londres y graba el álbum Exodus (1977), que lo convertiría en una estrella a nivel global, con más de un millón y medio de copias vendidas. Dato: Legend (1984), el greatest hits de Marley publicado luego de su muerte, vendió 28 millones de copias desde 1984 y 5 de sus 14 temas provienen de Exodus.
Todo gira alrededor de Bob, como es lógico, pero eso lleva a que no haya otros personajes desarrollados, salvo su esposa Rita. Hay un énfasis en mostrar su costado religioso (como parte del movimiento rastafari), su postura frente a algunos temas políticos y la relación suya y de su entorno con el consumo de marihuana, que gracias a los avances sociales puede ser vista con naturalidad. Las mismas escenas hace veinte años hubieran resultado escandalosas para buena parte del público.
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Kingsley Ben-Adir, quien fue Malcolm X en Una noche en Miami, tiene una ventaja sobre Rami Malek, que encarnó a Freddie Mercury: no tiene que usar una prótesis dental para interpretar al músico protagonista, aunque a su colega le valió un premio de la Academia. El guion lo presenta como una persona disciplinada, enfocada, que solamente tiene un momento cliché de debilidad cuando crece su fama y debe reconstruir su matrimonio. Hay una frase muuuy al pasar acerca de que Rita (Lashana Lynch) debió criar hijos que él tuvo con otras mujeres, pero los únicos errores documentados por el film son creérsela y no darles mucha pelota a los médicos.
Bob Marley: la leyenda no toma riesgos; está dentro de un género que lo hace poco. La preocupación del director Reinaldo Marcus Green, el mismo de Rey Richard: una familia ganadora es que todo fluya y se entienda. Con la ventaja de tener una banda de sonido maravillosa, que además de la música diegética se despacha con unas cuantas canciones de Marley y su banda que hacen que uno deje el cine con ganas de escucharlo. Imagino que era lo que todos querían, además de recuperar el dinero invertido, claro.
Bob Marley: la leyenda, de Reinaldo Marcus Green. Con Kingsley Ben-Adir y Lashana Lynch. 104 minutos. En cines.