Ir al cine exige tomarse un tiempo, desaparecer por un rato de las redes sociales (aunque lamentablemente esto está cambiando), enfocarse en una trama y, por supuesto, hacer un modesto desembolso económico. Lo ideal es que luego uno deje la sala sintiendo que valió la pena la dedicación, y que la película vista aportó eso que los yanquis denominan bang for your buck, un retorno a la altura de lo pagado. Yo no pedí nacer en una sociedad capitalista, pero aquí estamos.
Es que la expresión bang for your buck apareció más de una vez en mi mente mientras miraba Profesión peligro (The Fall Guy), la comedia romántica y de acción dirigida por David Leitch, un tipo que ya estuvo detrás de bangs como Deadpool 2, Rápidos y Furiosos: Hobbs y Shaw y Tren bala. Y que sigue demostrando que se puede ofrecer acción colorida y sobrecargada sin que el espectador se maree mucho.
La historia está inspirada en la serie televisiva homónima que encabezó Lee Majors a comienzos de los años ochenta, pero este dato solamente es importante para algún guiño de cierre. Lo importante es que tenemos a un doble de acción, esos personajes históricamente ninguneados que arriesgan su vida para que el galancito no tenga que hacerlo, y a una ascendente directora con la que mantuvo una relación en el pasado.
Técnicamente, la historia comienza en ese pasado en el que Colt (Ryan Gosling) y Jody (Emily Blunt) están en pleno enamoramiento. El destino los separará de manera abrupta y la filmación de una película de romance e invasión extraterrestre volverá a enfrentarlos. Así que se pasarán buena parte de las dos horas sacándose chispas y redefiniendo la relación entre ambos. Que todos sabemos hacia dónde conduce y no esperaríamos otra cosa de esta clase de películas. Eso es parte del bang.
El resto está en la acción, que trae una gran cantidad de bangs, crashs y booms. Porque el trabajo de Colt en esa superproducción consistirá en pilotar automóviles que explotan y dan vueltas en el aire o pelear contra seres de otros mundos mientras lo prenden fuego. Pero la cosa no termina ahí, porque el protagonista de la serie original tenía una doble vida como investigador, y Colt se verá obligado a investigar la desaparición de la superestrella Tom Ryder (Aaron Taylor-Johson, tan gracioso como desagradable), que está poniendo en peligro la continuidad de la película de Jody.
La búsqueda de Tom enfrentará a nuestro protagonista con numerosos enemigos, la mayoría de ellos anónimos e intercambiables, a quienes sorteará gracias a todo lo aprendido en su oficio como doble de acción. La acción está asegurada, pero es solamente una de las tres patas, además del humor y un toque de romance.
Estas últimas dos dependen fundamentalmente de la pareja protagonista y ese examen es salvado con honores por ambos. Está claro no solamente que Ryan Gosling es una verdadera estrella de Hollywood, sino que sabe elegir bastante bien sus roles (les pido encarecidamente que vean Dos tipos peligrosos en Netflix). Y la química que tiene con Blunt, quien debe jugar a ser la media naranja que desconoce lo que verdaderamente ocurre con su otra mitad, hace que hinchemos por ellos en todo momento.
El guion de Drew Pearce (quien coescribió Iron Man 3 junto al director Shane Black... el mismo de Dos tipos peligrosos) incluye varios guiños metarreferenciales que funcionan muy bien, ya que Jody discute varios recursos posibles para incorporar en su película que luego son usados en la que nosotros estamos viendo. Y no es casualidad que la gran escena final sea durante la filmación de la gran escena final. La música también está muy bien utilizada, incluyendo un tema de Taylor Swift y otro de Phil Collins que caen en los momentos justos.
Del resto del elenco solamente se pueden decir cosas buenas, incluyendo una aparición hilarante cerca del final. La única que quizás desentona es la talentosa Stephanie Tsu, quien se destacó en Todo en todas partes al mismo tiempo y en Locas en apuros, pero acá no logra ponerse a tono con el resto de la historia. Quizás esté relacionado con el único elemento que le juega en contra al film y es que en un momento hay demasiadas puertas abiertas y uno puede sentirse desnorteado (tan desnorteado como puede estar en esta clase de entretenimiento, obvio). Lo importante es que para el final todas se irán cerrando, algunas con portazos más explosivos que otros.
Para una película que resalta el trabajo de los dobles de acción, los créditos de cierre son ineludibles, ya que obviamente Gosling no fue quien dio las volteretas por el aire con el auto o peleó contra extraterrestres prendido fuego. Vaya nuestro reconocimiento a los héroes anónimos y ojalá algún día la Academia cree una categoría para darles el Oscar que les corresponde.
Profesión peligro, de David Leitch, con Ryan Gosling y Emily Blunt. 126 minutos. En cines.