Por contrato, cada uno o dos años tengo que citar una frase de Joss Whedon que (creo) marcó toda una época del cine de entretenimiento, especialmente en las películas del Universo Marvel. Consultado sobre cómo debían ser las historias, el creador de Buffy, la cazavampiros dijo: “Hazla oscura, hazla sombría, hazla difícil, pero luego, por el amor de Dios, cuenta un chiste”.
Durante varios años se estrenaron en cine un montón de aventuras protagonizadas por personajes listillos, que tenían momentos profundos de esos en los que la banda sonora aumentaba de volumen para emocionar a los espectadores... e inmediatamente después eran pulverizados por un chiste tonto. Como para decir “¿pensaban que yo podía tomarme algo en serio?”.
La doctrina Whedon no volvió con tanta fuerza después de la pandemia, y me gusta pensar que algo aprendimos después de todo. Lo que antes era la norma hoy es una herramienta más, y Borderlands es una película que abre la caja de herramientas, saca un puñado de chistes pulverizadores de momentos profundos y los espolvorea por todo el guion.
En los primeros minutos de la película conté tres e hice lo posible por anotarlos en mi cuaderno, con las dificultades de escribir en la oscuridad: todo comienza con una narración solemne de Cate Blanchett sobre una antigua raza que compartió desarrollos tecnológicos con el universo... para después hacer un quiebre, quitándole importancia. Enseguida aparece un guerrero amenazante de casco... que luego se lo quita con dificultades para respirar, igual que la parodia de Darth Vader en la versión de Mel Brooks. El tercero llegó poco después, pero no me entiendo la letra.
Hay que reconocer la honestidad del film. En la era en la que las películas musicales estrenan tráilers en los que no se canta, el director y coguionista Eli Roth apuesta por el modelo Whedon a tal punto que todos sus protagonistas, o al menos el grupo de los buenos, tienen esta clase de actitudes. Cuando no son directamente listillos de la peor calaña.
El personaje de Blanchett se llama Lilith y es una cazarrecompensas que es enviada de regreso a Pandora, su planeta natal. Una jovencita llamada Tina (Ariana Greenblatt) sería la clave para abrir una cámara secreta que contiene secretos de la antigua raza ya mencionada. Pero actualmente ella tiene paradero desconocido gracias a la ayuda de Roland (Kevin Hart), con quienes Lilith formará un equipo al que se sumarán el bruto Krieg (Florian Muntenau), el robot Claptrap (voz de Jack Black) y la doctora Tannis (Jamie Lee Curtis).
Lilith es una cínica con buen manejo de las armas, Tina es... bueno, una pequeña cínica con buen manejo de las armas. ¿Se sorprenderán si les digo que Roland es un cínico con buen manejo de las armas? Claptrap no maneja armas, pero tiene tantos quiebres a situaciones emocionales que debería entrar en el Guinness. Los otros dos escapan un poco de la norma, pero porque tienen menos que hacer.
La misión de rescate se convierte en misión de apertura de la cámara secreta, para lo cual deberán completar una colección de McGuffins. La película no intenta subvertir las expectativas de ningún espectador, aunque sufra para poder cumplirlas. El humor tiene ese toque autorreferencial que está tan de moda, sin llegar a coquetear con la rotura de la cuarta pared, pero con gran cantidad de remates sarcásticos, del estilo “Eso salió bárbaro” (cuando en realidad no fue así).
En la narración del principio se menciona que en el pasado Pandora se llenó de corporaciones, pero para cuando lo conocemos ya es un planeta repleto de chatarra que calzaría perfecto en algún episodio de la longeva serie de fantasía Doctor Who, con un presupuesto mucho mayor. Hay detalles del diseño que sí se destacan, como las máscaras digitales que llevan algunos personajes.
El condimento ineludible, claro está, son las escenas de acción, y aquí hay numerosas. Abundan las persecuciones y los clásicos enfrentamientos contra enemigos infinitos con armas que cargan balas infinitas. Y quien logra destacarse entre la multitud es la señora Blanchett, cuyo personaje tiene los movimientos más estilizados y algo que se podría acercar a lo cool. Los demás se pierden en ese gran genérico que envuelve a toda la película.
Por momentos Borderlands recuerda al universo recargado de Ready Player One, la película de Steven Spielberg basada en la novela de Ernest Cline. Pero en lugar de tener miles de referencias a creaciones pop de los 80, la atmósfera está simplemente recargada de cosas. Sospecho que quienes conocen el material original descubrirán referencias y seguramente tengan otras cosas que decir del film. Yo tengo muy poco videojuego arriba. De hecho estoy mensajeando a los creadores del juego de hacer kangreburguers de Bob Esponja para ver si puedo recuperar lo que había avanzado en el teléfono anterior.
Borderlands. 102 minutos. En cines.