Catriel Guerreiro (Ca7riel) y Ulises Guerriero (Paco Amoroso) llevan tanto tiempo juntos como el que se puede acumular desde la infancia, desde el día en que una maestra pronunció sus apellidos consecutivos en la lista de un salón de clase de la escuela primaria.

Algo de esa amistad sostenida durante tres décadas podría explicar la certera ejecución de las canciones del dúo en su célebre aparición en el Tiny Desk, pero tal vez haya algo más: un ingrediente secreto, un truco de oficio. O una sola nota, capaz de provocar tantos asombros alrededor del mundo, incluso en los lugares en donde poco o nada se sabe de Charly García, Astor Piazzolla o el Duki.

Este fin de semana, el dúo se presenta en Punta del Este, en el marco de la fiesta Brookl&n, orientada al disco, funk y soul, junto con los DJ Raca, Doba, Pabels, Juna y Vilariño.

Fiebre en la radio

El toque del dúo en el popular ciclo de conciertos desenchufados producidos por la NPR (la radio pública de Estados Unidos) y grabado en Washington DC se estrenó el 4 de octubre de 2024 y actualmente suma más de 122 millones de reproducciones, justo detrás de los dos episodios más aclamados en la historia del pequeño escritorio: el del desaparecido artista estadounidense Mac Miller (126 millones) y el primero de la cantante albanobritánica Dua Lipa, que al día de hoy conserva el primer lugar con 133 millones.

En la previa del evento, que implicaba un regreso del dúo argentino con cierta incertidumbre y una apuesta de su sello 5020 Records a la conquista de los grandes mercados, los episodios en las vidas artísticas de Ca7riel y Paco Amoroso no habían sido pocos ni faltos de intensidad. Tanto así que las canciones incluidas en su Tiny Desk, en sus versiones originales de estudio, sonaban más como una vuelta a sus raíces, con los sonidos de Astor (su banda de jazz del under porteño en la que Paco tocaba la batería y Cato la guitarra), que como una lista de nuevos éxitos.

El álbum que las incluyó, Baño María (2024), fue su primer larga duración, y se lanzó para avisar sobre el fin de una separación en buenos términos, que sucedió luego de una explosión latina y porteña y de temas -y videoclips- disruptivos, como “Ouke”, “Cono hielo” y “Ola Mina Xd”, con los que habían acariciado las grandes ligas.

Su Tiny Desk arranca con “Dumbai”, el track 2 de Baño María, que aquí se extiende en diez segundos extra, en una versión acústica y orgánica, con la que el partido puede darse por ganado anticipada y definitivamente, según lo confirman cientos de registros de reacciones.

Desde el frame de apertura, la banda se presenta vestida con la extravagancia atractiva de los Funkadelic de George Clinton, pero a no engañarse: lo que verdaderamente atrae hasta la adicción es la combinación estética y musical con la que consiguen el efecto conocido como swag; por aquí, el símil del término sería onda, y en otras partes, chévere, o flow, en el idioma universal del hip hop.

Detrás de esa primera y buena impresión se descubren armonías de jazz-fusión y soul sostenidas, en gran medida, en las voces y las interpretaciones de Ca7riel y Paco, y en un arreglo sutil de vientos, o en otros ajustes para que predomine una percusión sin brillos. También suena un teclado de lounge y al final se trafica una samba brasileña a la que Ca7riel, en el estilo de Ruben Rada, le agrega el sonido de una cuica emulada con su voz.

El movimiento es una de las marcas de Paco y Ca7riel, pero como en el reducido espacio de la NPR no pueden saltar -literalmente, tocan alrededor de una mesa de trabajo en un rincón de las oficinas de la radio-, le sacan jugo a la fórmula de lo pequeño. “Dumbai” se inocula como una sustancia de apariencia livianísima, una melodía de sala de espera con la que resulta imposible no reproducir escenas de baile con la mente y otras partes del cuerpo.

Luego viene “Única”, y si la prueba ya había sido superada, la canción podría compararse al pizarreo de un cuadro brasileño cuando se sabe ganador. En cambio, los argentinos -reforzados en coros con la panameña Metami y la brasileña Nina J y los estadunidenses Trey Sorrells en saxofón y Nic Brogdon en trombón, entre otros invitados- se mantienen concentrados en una melodía soul que arranca romántica y aterciopelada y se rompe hacia el funk bailable. Acá es Paco el que saca a relucir lo mejor de su estilo vocal, limitado en su rango de notas, pero cargado de matices y un extraño y gracioso histrionismo.

Puede que no importe o que no se entienda sobre qué están cantando o rapeando. Sus aventuras líricas, siempre apoyadas sobre notas musicales, resultan otro de los atractivos de este concierto: una narración nocturna que mezcla fantasías y picardía de vida urbana, cerca del delito, con personajes protagonistas -ellos mismos- como ambiguos y provocadores compadritos.

Queda tiempo para una bossa nova, “El deseo”, y para el virtuosismo guitarrístico y vocal de Ca7riel, que parece haber repasado las lecciones de Michael Jackson y Stevie Wonder, sin nada que envidiarles, en “Bad bitch”.

Si volvemos sobre la imagen, por estas tierras también salta la remera de Paco con un Diego Armando, interpretado por el actor argentino Roly Serrano en la película Maradona, la Mano di Dio (Marco Risi, 2015), o las caras gigantes de los cantantes estampadas sobre los cuerpos de las coristas.

Sobre el final, la DJ argentina de padres coreanos Anita B Queen dispara una corneta desde su caja de ritmos para la salsa-jazz deforme “La que puede, puede”; este es el momento más Ca7riel y Paco Amoroso del concierto, uno de los tres que encantaron a los más lejanos. Aquí la diversidad de la world music se termina diluyendo para que gane espacio una percusión que acelera su ritmo detrás de las rimas delirantes de Ca7riel, con insolentes referencias argentinas: “Toy como Mary, como Tini, como Lola, toy high/ Si digo verdade', me van a limpiar como a Natacha Jaitt”.

Ca7riel y Paco Amoroso. Sábado a las 23.00 en Open Park (La Barra, Punta del Este). Localidades desde $ 2.580 a $ 9.000 en entraste.com. $ 1.750 para suscriptores de la diaria (cupos limitados).