Las líneas argumentales parecen cruzarse, pero no. En la primera, excitación de fan. Faltan pocas horas para que los Damned, leyendas vivas del rock, toquen por primera vez en Uruguay. En la segunda, desconcierto. El viernes nos enteramos de la muerte del creador de la banda, el guitarrista Brian James. Al final, tristeza y tranquilidad, porque el show va a continuar. La noticia sorprendió al grupo en medio de una gira sudamericana de la que James no era parte. Estaban separados por miles de kilómetros y por años de carrera.
Ocurre que The Damned es una banda que se reinventó exitosamente tras la salida de su fundador. A diferencia de Pink Floyd y Syd Barrett –por hablar del otro extremo de un posible dial rockero–, los Damned no tuvieron una relación traumática con Brian James. Con él, fueron protagonistas de la explosión del punk británico. Sin él, alimentaron una corriente original del pospunk en la década de 1980. Ese repertorio más reciente es la base del espectáculo que vienen presentando, aunque, inevitablemente, el recital que darán en Montevideo Music Box el lunes tendrá mucho de homenaje al antiguo líder.
No deja de ser una fortuna poder verlos de cerca en un local de tamaño medio y con muy buen sonido. Aunque son imprescindibles para el surgimiento del punk, y a pesar de su longevidad como grupo en vivo, los Damned nunca pegaron el salto a estadios, como algunas bandas de su camada, a pesar de que fueron muy populares en la década de 1980, en su etapa más “soft”. Los que los veníamos siguiendo por pantallas podemos asegurar que sus shows transmiten algo poco usual en artistas tan curtidos: pasión por la propia historia que evita la solemnidad, como si todavía siguieran disfrutando de tocar a los 70 aquello que estrenaron a los 20. Claro: ellos lo inventaron.
La vida de Brian
Brian James, de apellido oficial Robertson, tenía 70 años cuando murió, el 7 de marzo. Su mayor creación –lo dicen sus criaturas– fueron los Damned, a los que eligió y moldeó para que se ajustaran a su sueño de la banda propia. Era por Londres y por 1976, cuando la música estaba enferma después de tanta beatlemanía impostada y tanto pinkfloidismo letárgico. Para recuperarla había que volverla a romper y, para eso, James convenció a un tal Raymond Burns de que tocara el bajo; en adelante, sería conocido como Captain Sensible. Chris Millar, el baterista, pasaría a llamarse Rat Scabies. Y el cantante, un tal David Lett, cambiaría su apellido por Vanian, no en homenaje a Armenia, como pensaba algún muchacho punk rioplatense, sino por simpatía draculesca: viene de transilvanian.
Con ellos, Brian James grabó Damned Damned Damned, el primer disco entero de punk, porque salió el 18 de febrero de 1977, unas semanas antes que el Never Mind the Bollocks de los Sex Pistols; es algo que no se discute, como el hecho de que el primer campeonato del mundo lo ganó Uruguay. Habrá gente que hable de protopunk, y ahí entran un montón de antecedentes estadounidenses –son como los que juntan fútbol y Olimpíadas–, pero si aceptamos que el punk coaguló en Reino Unido, los Damned son una parte fundamental de la historia, no sólo por ese primereo, sino porque sin ellos no cierra el canon primigenio. Al nihilismo de los Sex Pistols, al activismo de The Clash y al arte neuronal de Wire le falta algo si se ignora la agresividad lúdica de los primeros Damned. Damned Damned Damned es un clásico que hoy hace sonar a los demás discos de la época, incluidos los de estos colegas ilustres, como algo pastoso y demasiado serio. Son 12 canciones pegadizas y amenazantes, y James las compuso casi todas.
Dejemos hablar a los Damned
El viernes, cuando se supo que el guitarrista había muerto, apareció un mensaje en las redes sociales de su vieja banda: “Brian James fue un visionario: The Damned es su obra maestra y Damned Damned Damned, el álbum que desencadenó la revolución punk británica de 1976. Pero su visión no hacía concesiones a la perfección; al contrario, quería que su rock 'n' roll polenta se mantuviera crudo, con todas sus asperezas intactas, razón por la cual posiblemente reclutó a Rat, Dave y Cap para impulsar su revolución musical”.
“Podrán imaginarse cómo nos sentimos ahora que procesamos la noticia de su fallecimiento, pero, por suerte, la formación original se reunió recientemente para recrear el espíritu del Londres del 76... Una delicia sonora que nadie que haya presenciado olvidará jamás. ¡Y menos nosotros! Y aunque el gran hombre ya no está, su particular visión del punk y del rock and roll en general sigue viva en su fenomenal trabajo con The Damned y con The Lords Of The New Church”.
“No ha sido fácil escribir esto”, siguen los Damned. “Brian James significaba mucho para esta banda, pero no podemos terminar sin decir (y estoy seguro de que cualquiera que lo conoció estaría de acuerdo) lo caballero que era, incluso cuando algunos de sus colegas se ponían un poquito pesados. Ahí, te miraba fijo con una sonrisa y lanzaba su frase inmortal: ‘¿Así que querés acción?’. ¡Qué personaje! ¡Gracias por todo, BJ!”.
Desbrocemos un poco. Lo del “rock and roll puro” es la razón de la ruptura de James con sus Damned. Music for Pleasure, el segundo disco de la banda, es una especie de continuación del primero, pero sin el factor sorpresa. Ellos querían que lo produjera Syd Barrett, pero el genio ya no funcionaba con otros y sólo consiguieron a Nick Mason, baterista de Pink Floyd, que no pudo aportar mucho. El álbum pasó casi desapercibido y poco después, en 1978, James dejó a su banda.
En cuanto a la “reunión”, ocurrió hace unos meses, cuando los Damned conmemoraron la salida de sus primeros discos. Antes, en la década de 1980, hubo otro acercamiento, pero no pasó de unos toques en vivo. The Lords of the New Church, por su parte, fueron el supergrupo punk que James formó con Stiv Bators, excantante de los estadounidenses Dead Boys, e integrantes de Sham 69 y The Barracudas. Consiguieron un hit modesto en 1982 con “Russian Roulette”, una canción plagada de referencias a la película Apocalypse Now.
Ya sensibilizados, pasemos a lo que escribió el Capitán mismo desde San Pablo, donde se enteró de la noticia: “Se fue el maestro del riff. Ese acto final que nos llegará a todos es para muchos un asunto triste y devastador, pero aunque sea realmente terrible que se hayan llevado a nuestro compañero, prefiero celebrar su vida... ¡Y qué vida la que tuvo!”.
“Cuando mi amigo Chris Millar, con el que éramos limpiadores en el teatro Fairfield Halls y también aspirantes a músicos, volvió de una audición con el pelo recién cortado, pensé: ¿en qué tipo de banda se habrá metido si piensan que es una buena idea verse tan distintos del look hippie? Claro, era Brian James el que estaba reclutando y quería actitud además de habilidad musical. Chris me dijo que ahora buscaba un bajista. No habría cambiado la guitarra por nadie, pero BJ tenía una técnica impresionante y una colección de canciones llenas de adrenalina listas para salir, así que me hice el corte de pelo obligatorio y me uní como bajista de The Damned. Chris se convirtió en Rat, encontramos un vocalista misterioso y los siguientes años fueron una aventura bastante salvaje, pero la visión de Brian de una revolución musical fue totalmente acertada... Y, caramba, tuve suerte de que me eligiera, porque no tenía plan B si la música no funcionaba”.
“Mirando hacia atrás, tengo que decir que Brian era un verdadero caballero. A pesar de haber tenido que soportar algún comportamiento mío bastante desagradable, nunca perdió la paciencia y cada vez que nos encontramos en las décadas siguientes tomábamos una copa y nos reíamos muchísimo. ¿Mencioné que a Brian le gustaba beber? El tipo incluso se mudó a la zona de Burdeos, en Francia, para estar más cerca del vino que tanto amaba”.
“Cuando BJ, Rat, DV y yo nos reunimos para los shows de los originales de The Damned, fue mágico de muchas maneras. No sólo porque volvimos a ser amigos, sino también por la forma en que logramos recrear nuestro sonido punk de garaje del 76 desde el primer acorde en los ensayos. Todos estábamos dispuestos a hacerlo de nuevo... pero, lamentablemente, ya no será”.
El rey se fue, pero no se olvida
En 1979, sin James, los Damned deciden seguir adelante. El Captain Sensible pasa a la guitarra y consiguen al bajista Algy Ward, de los australianos Saints. Aparece el disco Machine Gun Etiquette y ahora las composiciones las firman todos los miembros de la banda, aunque es verosímil que Sensible y Vanian tengan un peso creativo mayor. Hay canciones veloces, incluso las hay más veloces que antes –muchas bandas de hardcore reconocerán lo estimulante que fue este disco–, pero irrumpen variantes: tempos ralentizados, coqueteos dramáticos, capas de teclados (que toca el Capitán) y una amplitud mayor en la voz de Vanian. Tiene por lo menos tres grandes temas (ver playlist) y, como disco de transición, promete. Por si faltara apoyo anímico, en los coros de “Noise, Noise, Noise” intervienen los Clash.
Al año siguiente, lanzan The Black Album, que desde el nombre anuncia el pasaje hacia el gótico –para qué sirve tener un vampiro en la banda si no– y es el debut con el bajista Paul Gray, el mismo que viene a Montevideo. Aunque salió como vinilo doble, el lado 3 es una larga experimentación (“Curtain Call”) y el 4, una selección de temas en vivo. “Wait for the Blackout” abre el álbum y le da el espíritu. Vanian canta cada vez más grave y comienza a explotar su apego a la imaginería romántica, aunque no opaca, sino lunar: los Damned nunca se tomarán la oscuridad muy en serio, como sí lo harían Bauhaus y Sisters of Mercy.
Dos años después, en 1982, tras algunas idas y vueltas –la carrera paralela de Captain Sensible es tan deliciosa como intrincada–, los Damned vuelven con una obra maestra: Strawberries. La forma de componer y la instrumentación se expanden, hay lugar para inventar pero nada suena fuera de lugar, sino orgánico y compacto. Vanian ya es totalmente dueño de un registro personal e inconfundible, y brillará para siempre en “Stranger on the Town”. La tapa del álbum, que muestra un cerdo con una frutilla, bromea con el dicho que por acá conocemos como “dar margaritas a los chanchos”. Los porcinos son los que todavía les pedían a los Damned discos como el primero, y la frutilla-margarita es un cancionero precioso, que tiene galones del Sgt. Pepper’s y pizcas de antithatcherismo en plena guerra de Malvinas.
Un vampiro, un payaso, mi libido
De esos tres discos sale la mayoría del material que los Damned ejecutan en la gira que comenzó este año en Estados Unidos, que hace una semana desembarcó en esta región y que luego volverá al norte. Por supuesto, la banda no dejó de tocar en 1982 –aunque sí tuvo un par de hiatos grandes– y hasta pasó por un gran momento, en la segunda mitad de esa década, con los álbumes Phantasmagoria (1985) y Anything (1986), que incluso por acá llegaron a ser parte de la banda sonora cotidiana gracias a la curiosidad new wave de los medios durante la reapertura democrática. Son, de todos modos, discos en los que ya casi no interviene Captain Sensible, por lo que el dominio estético de Vanian es evidente. El cantante, que agregó a sus virtudes la de elegir temas notables para versionar (“Alone Again Or”, “Eloise”), sería el encargado de sostener a la banda hasta el día de hoy.
El grupo que viene a Montevideo es, entonces, el de los años posteriores a la salida del ahora difunto Brian James y previos a la segunda excursión de Sensible, que volvió definitivamente a la banda a finales de la década de 1990. Vanian sigue tan o más vampiresco que antes, y en su madurez ha adquirido ciertos movimientos de Elvis que aumentan su carisma escénico. El Capitán, especie de bufón psicodélico, nunca dejó de ser un concentrado de buen humor guitarrero. Atentos, porque dos por tres se tira o se cae; ya no sabemos. Paul Gray, que en su CV –un par de renglones antes que el de su trabajo con los Damned– tiene puntos extra como exintegrante de Eddie and The Hot Rods, es un bajista elegante y efectivo. El excéntrico Oxy Moron, viejo compinche del Capitán, actúa como tecladista de la banda desde hace un tiempo. Y aunque Rat Scabies ya no se ve pelirrojo, es el mismo destructor de metrónomos de siempre. Juntos, consiguen extraer del vacío una energía feliz. Esperemos ser parte del conjuro.
The Damned. Lunes 17 a las 20.00 en Montevideo Music Box (Larrañaga 3195). Entradas desde $ 2.980 en Redtickets.
Una playlist sensata
Los Damned tienen un repertorio amplio, y aunque esta es una gira en la que se concentran en un fragmento específico, suele haber grandes variaciones en los sets de cada recital. Acá va una lista de deseos realista, es decir, basada en lo que vienen tocando y en los temas que, si no aparecen, uno va a reclamar en los bises.
» “New Rose”. Los toms de batería anuncian algo bestial, la guitarra garagera da paso a un rock hipersónico –Brian James era enfermo de los New York Dolls y los pasó de RPM– y se huele la parodia al pop sesentero. Es obvio qué cosa perfuma esa “rosa nueva” que consiguió el cantante, pero también se trata de festejar la escena musical que acaba de florecer y que los Damned están felices de polinizar. Una rosa no es una rosa es una rosa.
» “Neat, Neat, Neat”. Un riffazo de bajo abre el primer tema de Damned Damned Damned. Todo está a punto de reventar hasta que aparece el “Ni-ni-ni” del coro. Sabremos cumplir cuando haya que sumarse.
» “Love Song”. No es un problema de tempo lo que impide que las estrofas y el estribillo de esta apuradísima declaración de amor terminen de calzar, y sin embargo... Los Damned debe ser la más disimuladamente british de las bandas punks, y acá están apelando al rincón del inconsciente isleño donde se guardan las canciones de cuna.
» “Wait for the Blackout”. Un himno nocturno y urbano: “Esperemos el apagón, la luz es demasiado brillante / Esperemos el apagón, esperemos la noche”. Un hallazgo, una inversión del sentido común (a la que Charly García le daría otra vuelta años más tarde). Colmillos llamando.
» “Stranger on the Town”. Las bandas punk que sobrevivieron al boom buscaron distintas fórmulas para seguir sonando novedosas. Los Clash migraron hacia el reggae, el hip hop y otras mutaciones afro, los Wire se pusieron cada vez más abstractos y ruidistas. En una especie de camino del medio, los Damned abrazaron lo que acá llamamos melódico internacional y alguna tradición local, pero siempre muy “blancos”. Por eso, “Stranger on the Town” es toda una rareza: está al borde de ser un tema de soul. El bajo cromático y siniestro cuenta una historia, la del errante, y la voz de Vanian sube el entusiasmo en cada verso. Hay capas y capas de emoción en esta pieza pop tan perfecta como extraña que es el pico del disco Strawberries.
» “Life Goes On”. Dicen que el riff de bajo de “Come As You Are”, de Nirvana, está calcado del de “Eighties”, de Killing Joke, pero este a su vez sale de “Life Goes On”, la verdadera fruta agridulce de Strawberries. La melodía melancólica cautiva, así que cuando llega el estribillo (“Acordate siempre de que estos son los años más felices de tu vida”) ya estamos con la guardia baja.
» “Smash It Up, Part I”. Una remontada épica, con toda la pinta de haber salido de la cabecita del Capitán. ¿El mejor instrumental punk?
» “Smash It Up, Part II”. Lo que viene pegado se puede confundir con un rockito del montón, pero prueben tocar el estribillo que empieza un pelo antes de lo esperable. Si los Shakers hubieran tenido un traductor, le habrían puesto “Smash It Up” a “Rompan todo”, en vez de “Break It All”. La invitación sigue siendo la misma que hizo Billy Bond, y por eso alguna censurita se comieron los Damned.
» “I Just Can’t Be Happy Today”. El Capitán es un teniente de Barrett y acá joroba con los teclados de manera que nadie pueda dudarlo. Los malditos repiten “Hoy no puedo estar contento”, pero la música los desmiente. Todos tienen razón.
» “Plan 9, Channel 7”. Como The Cramps, los Damned jugaban con los géneros menores, con el cine clase B, con lo que se ve en la tele abierta. Acá la inspiración viene de la ciencia ficción berreta. Sobre los tres acordes mayores del estribillo, Vanian demuestra que la diferencia no la hacen armonías rebuscadas, sino un gran cantante.