Diversos reconocimientos, premios, diplomas y afines, de todo tipo, tamaño y color, descansan sobre varios estantes o colgados directamente en la pared. También hay una guitarra acústica erguida, al alcance de la mano, como para que alguien la agarre rápido en caso de emergencia cancionera. La habitación es chica, pero está llena de detalles que harían distraer bastante al curioso promedio. Se trata del lugar en el que la cantante y compositora Laura Canoura da clases de canto, en su casa, ubicada en el barrio Palermo.

Ella dice que en realidad lo que hace ahí “es una mezcla de clases con terapia”, porque a sus alumnos los escucha mucho, le suelen contar cosas y así se dispara la conversación. “Yo opino no solamente de lo musical sino también de la vida. Tengo algunos alumnos que hace siete años que vienen conmigo”, cuenta.

Por estas horas allí también hay dos grandes cajas con botellas de vino, que son parte del merchandising que se podrá conseguir en la presentación de su nuevo disco, La mariposa monarca, disponible desde mediados de febrero en plataformas digitales. El recital tendrá lugar este viernes en el Solís, y Canoura comenta que esta vez tiene un espónsor importante. Con el dinero pudo “mejorar la experiencia”: habrá desde “unas visuales divinas” y, por primera vez, merchandising de su agrado, nada de “tazas, camisetas ni llaveros”, sino “abanicos, pañuelos y hasta unos vinos”.

El flamante disco, grabado con la banda eléctrica que la acompaña en los últimos años, trae diez canciones, de las cuales seis son de compositoras uruguayas (Vera Sienra, Julieta Rada, Samantha Navarro, Carmen Pi, Ana Prada y Maia Castro), tres de su autoría y, la restante, que lo cierra, de Luciano Supervielle –a solo piano, tocado por él–. Canoura dice que le gustó mucho cómo quedó el conjunto, porque en sus casi 40 minutos “la cantante pasea por lugares muy diferentes”, de distintas luces y tesituras.

Ella aparece en la tapa de La mariposa monarca como también lo hizo en la portada de Esa tristeza, su primer disco solista, que este año cumple nada menos que cuatro décadas de publicado, pero dice que a aquella joven la mira como si fuera “otra persona”. Entre las distinciones que cuelgan de su pared hay un brilloso y enmarcado vinilo del extinto sello Orfeo que recuerda que ese disco debut fue certificado [en 1991] como platino por su cantidad de ventas. Sobre aquella Laura, la de hoy y la de mañana, Canoura conversó con la diaria.

¿Por qué llamaste “La mariposa monarca” a tu nuevo disco?

Porque en el primer tema hay un poema incluido que se llama así y, cuando había que ponerle título al disco, enseguida pensé en ese nombre. Después de que lo decidí, por esas vueltas que da el cerebro, que nunca sabés si son casuales o no, empecé a encontrar los hilos que vinculan las canciones a partir de ese nombre. Investigué un poco cómo era el tema de la mariposa monarca y descubrí que tiene mucho que ver con nosotras, las mujeres, por lo menos conmigo: me siento identificada con ese bicho que recorre 5.000 kilómetros de a muchas para encontrar su lugar en el mundo; tiene claro su sino, la evolución le fue dando condiciones para hacer ese camino y llegar. Llega un 30%, pero no importa, salen todas y lo que importa es preservar la especie. Tiene mucho que ver con ser una de las más veteranas que se dedican a esta música de forma activa y permanente.

¿Y al poema qué lo inspiró?

Es real lo que cuenta. Iba al cumpleaños de una sobrina nieta, y siempre en los cumpleaños las madres de los nietos de Cristina [Canoura, su hermana] son muy creativas y les preguntan de qué quieren que sea el cumpleaños. Y Lola, como dice el poema, al principio quiso mariposas y después pidió conejos. Y cuando iba caminando hacia el cumpleaños me encontré una mariposa tirada en el piso y pensé: “Pero qué cosa más rara, ¿qué hace con este frío –era junio– una mariposa acá en Montevideo?”. Estaba debilucha, se ve que eran las últimas etapas; la agarré con cuidado y la llevé adentro, que estaba calentito. En mi familia siempre hay una cosa de que cada vez que aparece un pajarito se piensa en el ser que falta, es un motivador del recuerdo, y yo me acordé de mi papá, que odiaba el frío y le hubiera encantado conocer a todos los bisnietos –sólo conoció a Lola–.

¿Por qué a esa canción, que abre el disco, la titulaste “Runaway”? Me llama la atención que sea en inglés.

¿Sabés que no sé? No me acuerdo. A mí lo que me sale mejor de todo es ponerles título a las cosas. Creo que lo aprendí de Jaime [Roos], que tenía un cuaderno en el que anotaba títulos de lo que se le ocurriera: un bar, una pizzería.... Es una cosa que muchas veces me ha signado lo que va debajo del título. Escribí la letra de la canción y después le puse “Runaway”, pero no sé por qué se lo puse en inglés. Es raro.

Me acuerdo de que hace varios años me comentaste del “trancazo” compositivo en el que estabas. En este nuevo disco hay tres canciones nuevas. ¿Qué pasó?

Que son viejísimas... Yo no lo considero una tranca, porque si fuera cantautora, como son [Fernando] Cabrera o Leo Maslíah, sería un trancazo, pero tres cuartas partes de mí es una intérprete; un cuarto, compositora. Además, soy hipercrítica conmigo. Soy de una generación de compositores muy salados, y cuando empezamos a pensar en el repertorio y en el disco, el Chapa [Juan Pablo Chapital, guitarrista y compositor] me preguntó si no tenía algún tema para meter. “Runaway” ya la veníamos haciendo y me gustaba cómo había quedado; pero los demás no los quería mostrar, ni siquiera al Chapa... Se los mostré y le encantaron, les hizo unos arreglos increíbles que los potenciaron.

Foto del artículo 'Laura Canoura: “Me alegra mucho no tener muy claro qué voy a hacer mañana, dejarme guiar por lo que tengo ganas”'

Foto: Alessandro Maradei

“Aquel vestido floreado”, por ejemplo. ¿Cómo nació esa canción?

Habla de violencia doméstica y es una letra que escribí hace muchos años –mirá si hará años, que mi hija era chica–. Es una canción que habla de dos amigas que se encuentran y una de ellas sufre violencia doméstica. Esa mujer, de adolescente, pintaba para todo lo contrario: independiente, arriesgada, militante, la que llevaba la punta de todo, la que primero fumó, todas esas cosas; y eso es muy común en la violencia doméstica, porque se piensa que las únicas mujeres que la padecen son las frágiles y débiles; no, esas también. Me llevó mucho tiempo escribir la letra. Después, un colega le puso la música, pero no me convenció porque era demasiado festiva para lo que contaba. Y así estuvo, guardada en un cajón, hasta que un día me animé a agarrar la guitarra, le puse una música y volvió a quedar guardada, dudando de si era el momento de estrenarla o no.

¿Y “El ángel”? Es la tercera composición tuya incluida en el disco.

“El ángel” y el poema que tiene la canción, que es la carta, son contemporáneos y están ligados temáticamente, pero nunca pensé que fueran a ir juntos. A veces pasa que estás escribiendo una canción y surge una idea que no forma parte de la canción, sino de una voz diferente. “El ángel” habla de una persona adicta y de alguien que quiere salvarla y cuidarla.

¿Salió de una experiencia cercana?

No, de pura observación, nomás. Alcanza con leer noticias y escuchar los cuentos de gente cercana. Las canciones nunca son autobiográficas. Capaz que tienen momentos de biografía... “Runaway”, por ejemplo, tiene como disparador a mi hermana Cristina, cuando se fue exiliada: se fue en ómnibus, de noche, con mucho miedo.

En las canciones de otras compositoras que elegiste para interpretar, si bien son de cantautoras de distintas generaciones, noto un hilo conductor en la mayoría de las letras: el tiempo, la muerte...

El tiempo, la muerte y las relaciones humanas. La de Vera Sienra [“Qué pasa con estos humanos”] es tal vez la más filosófica de todas. Lo que me encanta de hacer esa canción es que el arreglo sea tan contemporáneo, tan moderno, porque creo que así –tengo la fantasía, al menos– uno les acerca el repertorio de una compositora tan importante como Vera a las nuevas generaciones. Si esa canción le dispara la curiosidad a un gurí de 20 años por conocer a esa autora y revisar su repertorio, ya me siento cumplida. Lo mismo con las otras canciones.

Esa canción arranca con la pregunta “¿qué pasa con estos humanos que van para atrás?” ¿En qué notás eso hoy?

Mirá Estados Unidos y Argentina... Rusia y Ucrania, las guerras. La inteligencia artificial: cuando el ser humano debería mejorar a partir de esas cosas. Ahora, por ejemplo, hay un programa que te desgraba; bienvenido, eso está bárbaro, auxiliame con lo que no me gusta hacer, pero no me saques lo que me gusta hacer. Siento que esas cosas son como ir para atrás.

¿No probaste con pedirle al ChatGPT que te componga una canción “al estilo Laura Canoura”?

No, pero hice otras cosas y me pareció de muy bajo nivel. Capaz que otros artistas, más masivos o más marketineros, pueden lograrlo, pero para el tipo de repertorio que hago yo, no sólo el que compongo sino también el que elijo para hacer... Porque todo esto parte de una pregunta que me hice hace años: “¿Dónde están las canciones que quiero cantar?”. Estas canciones, aunque no las haya hecho yo, me representan, es lo que tengo ganas de decir hoy. A mí un ChatGPT no va a decirme las cosas.

La segunda canción del disco, “Puntos cardinales”, de Carmen Pi, tiene a Ricardo Mollo de invitado en la voz. Cuando aparece es una explosión. ¿Cómo llegaste a él?

Yo soy muy achicada, siempre pienso que nadie me conoce. Sé que acá todos los colegas me conocen, pero siempre tuve la sensación de que en Argentina no me conoce nadie, porque nunca hice nada para que me conocieran, lo que han hecho otros colegas con tanto esfuerzo y sacrificio: ir una, dos, diez veces hasta que lo lográs. Cuando faltaba un mes para grabar, me animé a decir en voz alta: “En esta canción de Carmen me encantaría que cantara Mollo, me lo recontra imagino, con esa cosa folclórica que tiene él al cantar”. Lo contacté por interno de Instagram, como hace el que te quiere vender un tiempo compartido. El loco enseguida dijo que sí, le mandamos la canción y le encantó, fue súper elogioso con Carmen. Un día me mandaron la mezcla, me senté en el living de casa con unos auriculares y empecé a escuchar. Pensé: “Qué lindo que suena mi voz, qué bien grabada”, y de repente apareció Mollo, no en cualquier parte y laraleando, en un lugar en donde uno nunca esperaría que fuera a aparecer. Me puse a llorar como una loca.

Tu primer disco solista, Esa tristeza, es de 1985: está cumpliendo 40 años, como la democracia. ¿Cómo te pega esa cantidad de tiempo?

Es otra persona esa; miro con mucha ternura a aquella Laura que estaba empezando su carrera solista. La miro como si mirara a una parienta: una hermana, una prima, una hija. Si ella hubiera podido mirar desde ese momento este paso del tiempo, capaz que se reiría también como me río yo de algunas decisiones que tomé en ese momento, de algunos comentarios o desplantes. Lo miro con cariño, es un disco que quiero mucho no sólo porque fue mi primer disco solista, sino porque creo que se sostiene con el tiempo.

¿Cuáles fueron esos desplantes de los que hablás?

Yo decía que no iba a cantar solamente un género, detestaba que me encasillaran y que los demás decidieran lo que tenía que hacer, porque yo iba a hacer lo que quisiera. Ese fue el comienzo de mi eclecticismo.

Pero fue lo que hiciste, ¿no?

Pero la motivación inicial fue esa, muy tonta y muy inmadura. Yo ahora le diría: “Pero no seas boluda, Laura, porque si vas a favor de la corriente va a ser todo mucho más fácil”. Igual, me alegra mucho ser así hoy, no tener muy claro qué voy a hacer mañana, dejarme guiar por lo que tengo ganas de hacer.

Siguiendo con el tiempo redondo: en octubre de 2024 falleció tu madre, con nada menos que 100 años.

El mismo día que nació mi nieto, además… El cosmos hizo una cosa rarísima. Un amor inconmensurable llegó para acolchonar un poco esa ausencia que se produjo, que se venía produciendo desde hacía mucho, porque cuando tenés 100 años...

En “It’s Alright, Ma (I’m Only Bleeding)” Bob Dylan cantó aquellos famosos versos: “El que no está ocupado naciendo, está ocupado muriendo”.

Exacto, tal cual, nunca había pensado en esa frase. Tengo que hacer mucha fuerza durante el espectáculo cuando canto, porque hay muchos momentos en que pienso en mi vieja. Pienso que va a ser el primer disco que mi mamá no va a escuchar. Mi vieja, hasta que se murió, cuando llegaba a visitarla al residencial me hacía dos preguntas: “¿Tuviste alguna actuación?” y “¿no tenés ningún novio, Laura?”. Y yo le contestaba: "No, mamá, estoy bien así, sola, no te preocupes. Lo que pasa es que vos tuviste la suerte de tener un hombre que te recontra amó durante 50 años. ¿A vos te parece que voy a buscar un novio de 70 años? Pero ni en pedo, mamá. Estoy bárbara así como estoy”.

Laura Canoura presenta La mariposa monarca. Viernes a las 20.00 en el teatro Solís. Entradas desde $ 600 a $ 1.500 en Tickantel. 2x1 para suscriptores de la diaria.