Cantorcita (2021), el último disco de Laura Canoura, contiene 12 canciones a pura voz y guitarra acústica –las seis cuerdas están a cargo de Carlos Gómez–, en un formato minimalista e íntimo, y así se venía presentando en vivo hasta hace pocos meses. Pero ahora Canoura dio un giro de casi 180 grados y armó una banda eléctrica, con Juan Pablo Chapital (guitarra), Nacho Mateu (bajo y contrabajo), Martín Ibarburu (batería y percusión) y José Luis Yabar (guitarra). La flamante formación le da vida a un nuevo espectáculo, en el que Canoura interpreta canciones de mujeres compositoras contemporáneas uruguayas –además de las suyas de siempre, claro está–.

Con este formato tocarán en varios lugares, como en el festival Medio y Medio de Punta Ballena a fines de febrero, y más adelante en el teatro Solís. Pero antes, este jueves, en el marco del ciclo que organiza la Intendencia de Montevideo llamado Ciudad Vieja Late, Canoura se presentará con su banda en el Cabildo. La cantante hace énfasis en que la entrada es “libre” y no “gratis”, porque siempre hay alguien que les paga a los músicos. Sobre ese detalle –no menor–, su nueva banda y lo que se viene, Canoura conversó con la diaria.

Te vas a presentar mucho en vivo con este nuevo grupo. ¿Te dio otros aires?

Pasa todo el tiempo. Ojalá fuera una cosa constante, pero creo que no aguantaría una situación así. Está bárbaro que haya valles y cimas en las carreras. Me tiene súper entusiasmada y por eso le estamos poniendo mucha energía a esto. No hay ninguna banda que sea mejor que otra, simplemente está bueno lograr armar un grupo que esté en sintonía con lo que querés hacer. En cada momento fui armando las bandas que yo necesitaba para el repertorio que quería hacer y la forma en la que quería interpretarlo. Hacía tiempo que con el Chapa veníamos conversando sobre hacer alguna cosa, desde que coincidimos en Master Class [programa de Canal 12], donde él y Martín Ibarburu eran parte de los músicos que tocaban. Me encantaba la idea de tocar con un grupo de gente con un sonido más eléctrico que el que venía usando últimamente, y más después de Cantorcita, que es una cosa recontra acústica e íntima, todo lo contrario. Yo soy un poco así: voy saltando de rama en rama, me aburro rápidamente de todo. Mi zona de confort es el cambio.

¿Qué encontraste en este sonido eléctrico?

Tiene mucho que ver con mis orígenes como solista: mis dos primeros discos [Esa tristeza y Puedes oírme], que produjo Jaime [Roos], tienen un sonido guitarrístico, más que eléctrico. Salvo los diez años que estuve con Andrés Bedó arreglando mi música, que fue más pianístico, la guitarra es un instrumento que siempre ha estado asociado a mí. Y como tenía este trabajo que hice en pandemia, cuando gané el FEFCA [Fondo de Estímulo a la Formación y Creación Artística], sobre el repertorio de mujeres compositoras uruguayas, debía definir una sonoridad para esas canciones. Me pareció que podía arrancar desde el trío que había imaginado, que era con el Chapa, Martín y Nacho Mateu, y fue el Chapa el que surgió a Yabar, que es un guitarrista base buenísimo, súper sólido, muy musical, y muy ingeniero, por otra parte, metódico y ordenado. Trabajé con ellos como nunca había trabajado: partí de una idea de cómo quiero que suene la canción y luego el arreglo se desarrolló en el ensayo, eso que siempre estaba en los discos de Jaime: “Los músicos invitados arreglaron sus solos y desarrollaron sus partes del arreglo”. Me encanta, porque me di cuenta de que aprendí mucho en estos años, que tengo mucho para dar y que me entiendo muy bien con ellos, aunque mi lenguaje sea mucho más básico que el de ellos, por una cuestión de formación.

¿La idea es que las canciones que surgieron de tu investigación se conviertan en un disco?

Sí. De hecho, ahora estamos armando el proyecto para presentarlo al Fonam [Fondo Nacional de Música] y a todos los lados donde se pueda, ya que la grabación hay que financiarla de alguna manera, porque aunque ahora las plataformas y esas cosas hayan cambiado mucho la manera de escuchar, el soporte requiere dinero y tiempo. La idea es llegar a la grabación de un disco con parte de ese repertorio. Yo hice un trabajo que pasó por escuchar el repertorio de 160 mujeres, todas uruguayas y contemporáneas, que después reduje a 30, con las que me entrevisté por Zoom, y después elegí 15. De ellas seleccioné 15 canciones, de las que hice maquetas, y de esas en este repertorio tengo incorporadas a siete compositoras: Vera Sienra, Ana Prada, Maia Castro, Carmen Pi, Samantha Navarro, Florencia Núñez y Julieta Rada.

¿Qué descubriste al escuchar toda esa cantidad de música?

Que somos todas muy diversas y vamos por caminos muy diferentes temáticamente. Me pasó mucho escuchando sobre todo a las nuevas: sentía que no hablaban de cosas que me implicaran a mí como una mujer de mi edad, con intereses y preocupaciones diferentes. De todas maneras, en estas siete que elegí para integrar el disco que vamos a grabar encontré puntos en común: lo melódico, expresivo e interpretativo.

Imagino que con esta banda nueva aprovechás para tomar tus canciones y darles otro vuelo, incluso a alguna de esas que capaz que estás cansada de cantar.

Sin duda. No podía no hacer “Detrás del miedo” porque fue una especie de exigencia para tocar en el grupo, porque los músicos fueron mis fans en alguna etapa de sus vidas, tenían el casete de Esa tristeza o escucharon mucho a Las Tres. Entonces, es muy gracioso, porque en los primeros ensayos Martín y el Chapa decían que pasaban del fan al profesional, tratando de hacer un equilibrio, porque en muchos momentos como que se desmadejaban por el fanatismo que ponían en el toque. Y cuando se empezó a decidir el repertorio de los temas viejos, que muchos los propusieron ellos, “Detrás del miedo” tenía que ir; y Martín pidió si podíamos hacerla en la versión original, porque él se sabe la línea de bombo de Jaime exacta, en esa cosa medio obsesiva que tienen a veces los músicos.

¿De Rumbo tocan alguna? No imagino “A redoblar” eléctrica.

No, tan lejos no. Es que “A redoblar” es una canción que representa a un grupo, que Mauricio [Ubal] la siga haciendo es bastante lógico porque es el autor, es como si yo no hiciera “Al sur de tu corazón” o “Detrás del miedo”. Además, si quisiera interpretar canciones de la época de Rumbo –que, de hecho, hice en mis espectáculos anteriores– haría “Lugar de mí” o alguna de las canciones de amor que cantábamos en esa época, que me identifican más.

Tampoco cantarías “Al fondo de la red”.

Por ejemplo, y menos en el lugar en el que jugué en esa versión, que era bastante patético. ¿No?

Siempre me pareció la mejor canción sobre fútbol que se compuso en este país, pero esa parte, en la que hablás y te quejás, es el estereotipo de la mujer que no le gusta el fútbol...

En esa época era así, lo que pasa es que a mí me avergüenza hoy, retrospectivamente, y fue una idea mía hacerlo, no es que eso haya sido idea de Mauricio. Me abochorna. El año pasado o el otro me llamaron para participar en un espectáculo futbolero en el Solís y dije que no, que llamaran a Maia, que además de cantar bárbaro tiene interés por el fútbol, tanto que ha jugado; pero yo no sólo no tengo ningún tipo de cercanía con el deporte sino que además me resulta indiferente.

Entonces, lo que está en “Al fondo de la red” es genuino, no te interesa el fútbol.

Para nada, pero de ahí a dejarlo grabado... Hay cosas que atraviesan el tiempo y se sostienen, esa canción es maravillosa y se sostiene como canción. Coincido, no sé si es la mejor canción de fútbol, no tengo ni idea, pero es bellísima.

Una de las últimas veces que hablamos comentaste que estabas trancada con la composición. ¿Cómo sigue eso?

Hay una canción que hace mucho que está compuesta, pero con otra música, que me interesa hacerla porque trata de un tema que quiero traer. Empecé a ponerle música, se la mostré al Chapa, y estamos tratando de ver algunas variaciones, porque tengo una formación muy básica en lo musical y siempre tiendo a los lugares más conocidos. La canción habla sobre la violencia hacia las mujeres, son dos amigas que se encuentran y una viene de ese problema. Es un tema que me parece necesario hacerlo circular como motivador de conversaciones, sin necesidad de que sea algo panfletario, porque ese género no me representa mucho y no me sale bien. Yo no quiero que salgan de mi espectáculo hablando sobre si estoy más vieja, la ropa que tengo puesta o mi pelo, me gustaría que salieran con la necesidad de conversar ciertas cosas; mi intención es mover sensibilidades. Esa canción en particular habla de cómo a veces ciertas personalidades en la adolescencia se muestran de una manera y luego terminan cayendo en circunstancias que son tan diferentes a lo que uno se imagina. Mujeres independientes, que son las primeras en fumar, en salir de noche, no sé qué, no sé cuánto, y de repente después terminan cayendo en ese tipo de circuitos perjudiciales y te preguntás por qué. Nadie está libre de una situación así.

¿En algún momento de tu carrera sentiste que por ser mujer se te subestimaba, por ejemplo?

Esas cosas se sienten de forma retrospectiva, salvo ahora, que está todo mucho más a flor de piel, que las gurisas tienen una antena más sensible a esas cosas y las detectan mucho más rápido. Tengo alumnas súper jóvenes que vienen a comentarme cosas que les pasan. A veces me causa gracia porque leen demasiado hacia ese aspecto, y de repente les digo: “¿Te parece?, puede ser por ignorancia o por no saber cómo hacerlo”. Siempre tiendo a poner paños fríos, pero sí, retrospectivamente me doy cuenta. Cuando en los festivales no es tan común que me llamen... Si no me llamaran a mí sino a otras más jóvenes, me parecería lógico, es parte de la vida: las expresiones artísticas van cambiando y las necesidades de los públicos también van siendo otras, pero el problema es que salgo yo y entran otros... Entonces, ahí es donde digo “acá hay algo que no está bien”.

Hace pocos días, en Twitter aclaraste que no es lo mismo un toque con entrada “gratis” que con entrada “libre”.

Claro, que tú no pagues la entrada no quiere decir que sea gratis. Alguien está pagando para que ese espectáculo se produzca, porque si no pondríamos una gorra y cada quien pondría lo que le parece y puede. Hay mucha gente que filosóficamente está de acuerdo con trabajar a la gorra, no es solamente por las circunstancias, pero lo que quiero decir es que cuando se hacen espectáculos de entrada libre siempre hay alguien que está pagando. Por ejemplo, el de Jaime en Atlántida, que fue tan masivo y todo el mundo habla maravillas y comenta, no fue gratuito. Ese espectáculo impresionante, con esa cantidad de músicos, técnicos y luces, fue financiado por la Intendencia de Canelones y tal vez algún sponsor. Lo mismo con los toques en el Cabildo: hay un productor financiero detrás, que en este caso es la Intendencia de Montevideo. Es muy bueno aclararlo, pero además también estaría bueno que algún día se tome como un elemento de discusión. ¿Está bueno que se hagan tantos espectáculos con entrada libre, sin aclarar este tipo de cosas? ¿Después, la gente no se acostumbra y no está dispuesta a pagar una entrada? ¿Cuánta de esa gente que va podría pagar la entrada en caso de que se cobrara? ¿Cuánto hace que no ve un espectáculo que no sea gratuito? ¿Cuánta gente accede que realmente no puede pagar una entrada? ¿Es la Ciudad Vieja el lugar más adecuado para hacer eso? Está bárbaro, no digo que no, pero que se discuta.

Los más liberales piensan que el Estado, los gobiernos departamentales, etcétera, no deberían financiar toques.

Invertir en cultura es un cometido de los gobiernos, claro que sí. No solamente en toques con entrada libre, sino también en exposiciones, museos gratuitos, libros en la biblioteca Ceibal, festivales de teatro, etcétera. ¿Qué quieren, seguir criando gente sin educación? Es facilísimo gobernar gente sin educación.

Estuviste en la ceremonia de la Intendencia de Montevideo en la que Carolina Cosse le entregó un premio al presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. El evento fue criticado por algunos integrantes de la coalición, que señalaron que fue un acto político. ¿Cómo lo viviste desde adentro?

Esas cosas también se ven de manera retrospectiva. Yo soy bastante naíf y me cuesta ver esas cosas de manera anticipada, no tengo mala intención. Me llamaron y me invitaron para ser una de las 50 personalidades que iban a participar en un evento para darle la bienvenida a Lula, en el que se le iba a entregar ese premio verde, y por la cultura los únicos que íbamos a estar éramos [Ruben] Rada y yo. Venciendo todas mis timideces, porque me dan mucha vergüenza esas situaciones –tengo muy poco lobby en la vida, no me manejo bien, no lo disfruto–, y por lo que me decía todo el mundo a mi alrededor –familia, amigos y mánager– dije que sí y fui. Sobre todo por mis dos sobrinas, que son cariocas y que votaron a Lula. Fue muy emocionante verlo de cerca, pero todo lo cerca que fue desde la fila de atrás de una silla de esas 50 personalidades.

¿Cómo te llevás con el paso del tiempo? No me refiero a lo físico o la salud, sino más filosóficamente.

Más o menos... Ya lo he puesto en canciones: si el tiempo es hablar del cuerpo y eso, no me importa, no le tengo miedo a la vejez, pero ahora que tengo a mi mamá muy vieja y en un residencial desde hace muy poquitos días, la vejez y el paso del tiempo ya son otra cosa. Porque es el paso del tiempo de ella pero también el mío y el de mi familia, mis hermanas, mi hija... Es el deterioro físico pero también el mental. No es un tema que me ocupe, pero me preocupa.

Se podría volver canción.

Sí, pero no sé si la podría cantar, porque cuando hablás de esas cosas capaz que podés largarlo pero después volverlo a cantar es como elaborar el duelo permanentemente. Es un poco lo que le pasa a mí mamá ahora: le contás una cosa y a los cinco minutos te vuelve a preguntar por eso mismo que ya le contaste. Ella revive los duelos y las alegrías todo el tiempo, pero yo sí me acuerdo de que ya se lo dije. De hecho, no he vuelto a cantar “Señora Eme”, que es una canción que habla de ella, que me encanta, con música de [Jorge] Nocetti y arreglos de Andrés Bedó. Ya no la puedo cantar, me angustia. Ojalá la cantaran otros.

Laura Canoura en el Cabildo de Montevideo (Juan Carlos Gómez 1362 frente a la plaza Matriz) este jueves a las 21.00 como parte del ciclo Ciudad Vieja Late. Entrada gratuita. Ingreso para las primeras 250 personas en llegar.