En 1971, el poeta argentino Roberto Santoro –luego detenido y desaparecido por su militancia política– publicó el libro Literatura de la pelota, pionero en la recopilación de textos literarios relacionados con el fútbol. El último capítulo refiere a los cánticos de las hinchadas, presentados y contextualizados por Santoro. Por ejemplo, allí aparecen “Tenemos un arquero que es una maravilla, ataja los penales sentado en una silla”, “La gente ya no come por ver a Wálter Gómez” o “River campeón, River campeón de la bolita y el ping-pong”.
La tónica de los cánticos, con excepciones, transcurría en ese tono ingenuo e inofensivo. Manuel Soriano tiene 41 años y también es argentino, aunque vive en Montevideo desde 2005. Es escritor y director de la editorial infantil Topito Ediciones. Hincha de Boca, casi medio siglo después de la recopilación de su compatriota, viene publicando una serie de crónicas denominada “Historia incompleta de las canciones de cancha” en la revista digital Anfibia. La última nota, “Samba do paravalancha”, refiere a las canciones de origen brasileño interpretadas por las tribunas argentinas. Previo a Anfibia, publicó también (el primer artículo del ciclo) en la revista Brando del diario La Nación. En el copete decía: “Hace un tiempo recibí un mail de un amigo con el que iba a la cancha: ‘Ayer venía en el auto escuchando Belle & Sebastian para encontrarme un poco conmigo mismo, ja, y sonó este tema [pone un enlace a YouTube] y me encontré golpeando el techo y cantando: Muchas veces fui preso / y muchas veces lloré por vos, / yo a Boca lo quiero, / lo llevo adentro del corazón. Alguien que me explique este misterio’”.
¿Así surgió tu idea de hacer estas crónicas?
Yo iba a la Bombonera con dos amigos con quienes jugábamos a adivinar a qué canciones originales referían las músicas que usaba la hinchada hace ya una buena cantidad de años, cuando no existía Google, por lo tanto era un ejercicio difícil. A su vez, hace cinco años escribí una novela [Fundido a blanco, 2013] sobre la crisis de 2001 y allí hice referencia al canto “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, que si bien tenía una connotación política, es muy futbolero. Con aquellos amigos embromábamos con la idea de hacer un documental sobre las canciones de cancha y se ve que, más allá del paso de los años, el tema siguió en mi cabeza. Por lo tanto, hace poco decidí intentar escribir una nota con la idea de que, detrás de lo “simple” que era buscar la canción original, podía encontrar un montón de cosas. Además de contar qué cosas encontraba, me interesaba relatar cómo las iba encontrando. Por eso en las crónicas muchas veces pongo cómo llego a tal cosa, a quién le escribo, por más que se trate de absurdos, como haberle escrito al mánager de la cantante galesa Bonnie Tyler y contar el proceso hasta llegar a que nunca me contestó. Eso me divierte, me gusta que el lector también haga el viaje.
Ese “viaje” va de la mano con el tipo de narrativa y la extensión que presentan las notas y te permite un medio digital. ¿En papel hubiese sido posible?
Sospechaba que tenía que escribir esas crónicas en un medio digital porque eran muy largas para papel. Había conversado con el suplemento Ñ de Clarín, donde había ganado un premio, pero me pedían reducirlas y para ello tenía que sacarles esos datos o historias que bordean la información y en realidad son la gracia de las notas. El medio digital, además de la extensión, te da la posibilidad de dar acceso a los videos de las canciones, que para estas notas son fundamentales. Que las crónicas se vayan por las ramas es intencional, pero también me dejo llevar.
Hiciste referencia al “que se vayan todos”, nacido en protestas socio-políticas y hoy futbolizado. ¿Qué vínculo hay entre las canciones de cancha y la política?
La asociación entre los cánticos de fútbol y los de política es un tema que tengo anotado por ahí como nota pendiente. En una de las publicadas en Anfibia, el tema aparece cuando me refiero a canciones sobre [Juan Domingo] Perón u Onganía [Racing, Racing, Racing, / Racing es campeón, / el culo de Onganía, / la poronga de Perón, en 1967, ante la presencia de Juan Carlos Onganía, por entonces presidente de Argentina, en la cancha de Racing], en un plano más sadomasoquista de la canción. Pero sí, hay canciones de cancha con el himno peronista, con el himno radical, con el himno a Malvinas. Y se ha escrito mucho sobre los vínculos directos entre el fútbol y el poder político, principalmente sobre el Mundial del 78.
A principios de año sonó mucho en las tribunas “Mauricio Macri la puta que te parió”.
No fue la primera vez que insultaron a un presidente en una cancha, pero se potenció porque estamos en una época de viralización: entró justo, en un momento justo y explotó. Aunque ese método no se puede forzar. Tras el “Brasil, decime que se siente...” en el Mundial de 2014, para el de Rusia estaba atento a ver qué canción instalaba la hinchada argentina. Pasó que empezaron a girar algunas canciones posibles por redes sociales, para que la gente las fuera incorporando, pero no pegó ninguna y no creo que sea algo que se pueda dominar tan fácil. El hincha de la selección no es el hincha tradicional de los cánticos; para bien y para mal, es más ingenuo. Lo que acerca al hincha de la selección con el de los domingos es el factor Brasil, lo pone más rancio y da lugar a una canción como la de 2014.
La homofobia, la xenofobia y otros tipos de violencia están presentes en las crónicas que abordan las canciones. ¿Cómo eras vos en la cancha?
Nunca fui muy afín al folclore de la barra. Iba a la tribuna de socios, luego pasé a la platea de un amigo y veía tipos vestidos de oficinistas que iban con los hijos y cantaban que “vamos a matarles al tercero”. La enorme mayoría de la gente canta ese tipo de canciones en ese lugar, las tiene incorporadas a ese espacio y no las pasa por el raciocinio. De repente, por tener un particular vínculo con las palabras, logré cuestionarme ciertos mensajes. En Argentina pasa que si una hinchada tiene un canto xenófobo se paran los partidos, pero no tanto si el canto es homofóbico o habla de una muerte. Sería muy difícil concientizar y parar ante cualquier canto violento; los partidos se frenarían todo el tiempo. Pero tal vez podría intentarse y ver cómo se reacciona. Aunque no voy a pasarme de moralista –tampoco lo pretenden las crónicas–, porque hay un doble juego: a la vez que cuestionamos ciertos cantos, nos pasa que queremos que estén.
Es cierto, aunque probablemente pase por un agrado sonoro y de color mucho más que por prestarle atención a las letras.
Sí, incluso hay canciones que casi no tienen letra y son las más efectivas para el aliento. El “dale, bo” de la hinchada de Boca, por ejemplo, utilizado en varias canciones. Cuando un estadio entero canta algo tan simple y contagioso, el mensaje llega más directo.
¿Es muy diferente el origen musical de las canciones que suenan hoy que el de las de hace unas décadas?
Últimamente predominan las canciones que vienen del reguetón. Antes, en las hinchadas argentinas veías remeras de La Renga, los Stones, los Redondos, pero no había canciones de cancha con músicas de esas bandas. Sí baladas, canciones de Sergio Denis, oldies o “Let the Sunshine In”, del musical Hair, que es la música de “Soy celeste”, también reproducida por las hinchadas argentinas. Me resultaba muy extraño que la canción de un musical estadounidense de los 60 diera una canción a las hinchadas, pero me enteré de que tuvo su versión argentina con Valeria Lynch, entre otras personalidades, así que dentro del juego puedo imaginarme que algún espectador hincha lo vio, se le ocurrió la idea y fue pasando el mensaje.
Igualmente, hay un vínculo más directo con la música argentina. En Uruguay son pocas las canciones con músicas uruguayas, aunque en los últimos años hayan aparecido algunas de las bandas más populares.
Me llama la atención que, teniendo el ejercicio murguero tan a la mano, en las hinchadas uruguayas no sea tan habitual agarrar cualquier música y ponerle una letra. Tampoco sé cuántas canciones de cancha hay con músicas uruguayas. No hay canciones con músicas de Darnauchans y Cabrera, por ejemplo.
No, aunque sería grandioso. Ni siquiera hay de Jaime, que es un músico mucho más popular y futbolero. En cuanto a las letras, ¿que hoy sean más violentas tiene que ver con cuestiones sociales?
Sí, aunque recorrés la historia y te sorprende encontrar un cántico referido a “el culo de Cereijo, la poronga de Marante” [en referencia a Ramón Cereijo, ministro de Hacienda de Perón y quien, aparentemente, beneficiaba a Racing, y a José Marante, zaguero emblemático de Boca], que me contó el padre de un amigo y es de 1951. Pero la tónica es trasladar ciertos lenguajes, y si vos ves las letras de algunas cumbias villeras, que tienen cosas que antes no aparecían ni en los tangos del más bajo fondo, no debería sorprender que las tribunas canten determinadas letras.
¿Mirabas el programa de televisión El aguante?
Ya me agarró grande y cuestionador. De repente si lo hubiese visto en la adolescencia me colgaba más. Sí me parecía interesante conocer hinchas y canciones de los clubes de ascenso, habitualmente invisibilizados. En ese sentido fue un programa interesante, pero creo que hoy no se sostendría y seguro sería particularmente criticado. En una crónica que estoy escribiendo ahora rozo la cultura del aguante, a partir de una canción de John Denver –cantante estadounidense de folk–, “Annie’s Song”, que le dio vida al “yo no soy X, yo no soy vigilante, yo soy Y, porque tenemo’ aguante”. Lo cómico es que la letra de Denver habla de Dios, la naturaleza y el amor a su pareja, incluso la escribió en un viaje en aerosillas en Aspen, y las hinchadas cantan una cosa totalmente alejada de ese sentir.
Algunas bandas son muy reproducidas en las tribunas. Incluso sospecho que determinadas canciones se han compuesto pensando más en las tribunas que en los conciertos o discos.
Puede ser. Con ese razonamiento se me viene a la cabeza La Mosca. En las crónicas me meto en un cancionero que es de los 90 para atrás, consciente o no, pero creo que me interesan un poco más. Tal vez porque las historias posteriores son más conocidas.
Ya vas cinco crónicas. ¿Qué proyectás con ellas y con el tema?
Estoy escribiendo una novela, entonces hago estas crónicas porque me gusta y me divierte hacerlas, pero también como recreo del ejercicio pesado de escribir ficción. Igualmente, ya publiqué varias y me parece que perfectamente podrían juntarse en un libro, principalmente por la riqueza de las historias que adornan las propias historias centrales. Y con la “ayuda” de los lectores, porque cada vez que se publica una crónica los comentarios agregan información que complementa y enriquece. Por eso hago hincapié en la “historia incompleta de las canciones”, porque de alguna forma se terminan de completar con los lectores.
¿Cuál es tu canción de cancha preferida?
Sabiendo que habitualmente las canciones aparecen en determinados momentos de los partidos, me gustan canciones como “oh, soy bostero, es un sentimiento, no puedo parar”, esas que celebran el ser hincha más allá del resultado, que se cantan al final de los partidos, hayas ganado o hayas perdido.