Según Enrique Pichon Rivière, el concepto de pertenencia puede definirse como el grado de unión que los integrantes tienen entre sí en conexión con la tarea. Habla de la cohesión grupal, del deseo de ser parte. Cuando bajo del 142 hay unos botijas de camiseta azul y bolso colgando del hombro que se disponen a atravesar la avenida. Pienso en el concepto de Pichon. Entro al edificio. Hay otra gurisada con la insignia de un colegio cercano que arma una fila despareja que una maestra acomoda con oficio. Busco a Florencia en el departamento físico porque ahí me enviaron en la portería. Paso primero por la cancha de básquetbol. Unos hombres enormes ensayan cortinas y giros en torno al aro de turno. Después sabré que la cuestión en Malvín no sólo tiene que ver con “meter la pelota en el arito”.
Dice Florencia Somma: “El básquetbol femenino no se inventó ahora; capaz que ahora se hizo más popular, acompañado de un crecimiento social y de un desarrollo del deporte femenino en general, en el mundo y en Uruguay. El básquetbol femenino acompaña ese crecimiento enrabado con el desarrollo del género, no sólo en el ámbito del deporte, sino también en la familia, en el trabajo, en la sociedad en general. Es cierto que en los últimos años ha tomado un protagonismo mayor, que tiene mayor difusión, más cantidad de público, pero antes también había finales parejas, iba gente a ver los partidos, competíamos en todas las categorías igual que los varones. Después hubo un bache, hace cuestión de unos años se retomó y, hoy por hoy, se disfruta esta realidad”.
¿Por qué se produjo ese bache?
No es que se haya extinguido el básquetbol femenino, porque en mayores siguió habiendo competencia aunque con menos equipos, pero en formativas no había competencia. El básquetbol está dividido en categorías como el fútbol, premini, mini, preinfantiles, infantiles, cadetes, juveniles, sub 23 en los varones, y mayores. Todas las de mi generación hicimos ese proceso. Siendo cadeta te cambiabas con las juveniles, siendo juvenil te cambiabas con las mayores, y así, un domingo de repente te jugabas dos partidos seguidos. Ahora está pasando de nuevo, pero en el medio –no sabría decirte los años con exactitud– no hubo torneo de formativas, entonces hay toda una camada de gurisas que se perdieron eso.
Históricamente Malvín le ha dado un lugar especial al básquetbol femenino.
Si bien es un club social y deportivo, y la parte social tiene un rol importante, porque se sustenta entre otras cosas por la masa social, el básquetbol es la identidad del club. Por suerte desde hace años las mujeres tenemos las puertas abiertas. Siempre hubo básquetbol femenino en Malvín y siempre tuvimos apoyo para formarnos. La competencia internacional también te ayuda a desarrollarte. A nosotras nos tocó representar a Uruguay con la camiseta de Malvín.
¿Que no hayan ido al Sudamericano femenino de mayores tiene que ver con ese bache en el tiempo de formación?
No sé. Por lo que nos dijeron, fue una cuestión económica, que puede ser y es válido, pero veníamos haciendo un proceso largo, participando ininterrumpidamente. Y no creo que antes haya habido más plata que ahora. Podría haber habido un planteamiento hacia las jugadoras, decirnos que no había un mango para ver qué hacíamos. Quizá podríamos haber buscado algún patrocinador, hacer autogestión como muchas veces hemos hecho. Después de que salió la noticia apareció gente de acá y de allá que quería colaborar; entonces, si se hubiese dado la noticia antes, ¿no habría tenido la misma repercusión? Otro de los argumentos que dan es que prefieren priorizar las categorías formativas. También podrían haberlo comunicado, de repente no era algo que las jugadoras compartiéramos, pero sí podíamos entenderlo o al menos tener la información. Se desestimó a la generación que tuvo mayor competencia a nivel internacional y que venía haciendo un lindo proceso de trabajo desde 2010. Veníamos cumpliendo objetivos y dando pasitos para adelante. En 2016 deberíamos haber dado un pasito más hacia adelante de los que veníamos dando, pero no se nos dieron los resultados, quizá para ganar un título no nos habría alcanzado, pero para estar en los primeros puestos sí. Después que te metés entre los cuatro de arriba, es suerte y verdad. Tendríamos que haberle ganado a Paraguay y a Chile, pero no le ganamos a ninguno de los dos. Podríamos habernos quedado con que fuimos competitivas porque perdimos con resultados ajustados pero para nuestra generación, que venía haciendo todo ese proceso, no alcanzaba. La gota que derramó el vaso fue no haber ido ni siquiera al Sudamericano.
Florencia también está vestida de azul, igual que los pibes que bajaron del bondi. En su hombro tiene otra casaca, también azul. Parece que viste de distinto azul según las horas del día. Me muestra las habitaciones del club hasta que nos ubicamos en una mesa tras un parrillero, entonces empiezo a entender esa cuestión social que sostiene al club y que lo ubica en el barrio: Malvín y su cultura del arraigo, identidad basquetbolera desde siempre, pionero en abrir la cancha de la igualdad.
¿Cuál es el beneficio, en la formación de jugadoras, de jugar con varones?
Dentro de esa búsqueda de mejorar y seguir desarrollándonos, muchas veces jugábamos contra varones. En esos procesos de selección de los que te hablé, con Uruguay hicimos un equipo y jugábamos contra varones. Había diferencias físicas importantes, pero eso te permitía agarrar otro roce. Fue la forma que se encontró para seguir con ese desarrollo.
¿Siempre tuviste directores técnicos varones?
De chica integré una preselección cuyas entrenadoras eran mujeres, Teresa y Brenda, pero el resto eran varones. Lo que más rescato de ellos es que todos fueron entrenadores con mucho carácter, desde mi etapa de formación con el Negro [Humberto] Lescano, terminando la adolescencia con el Facha Diego Martínez, y después vino el Cabeza [Juan Pablo] Serdio con un pasaje en el medio del Quique [Enrique] Parrela. Lo que más me dejaron fue el tema del carácter, que no sólo se traslada a la cancha y a la hora de jugar, sino también a la vida. La persona es la misma adentro y afuera. Ese aspecto de mi personalidad fue forjado por ellos; todos compartían esa característica, tipos con temperamento fuerte. Después, el básquetbol ha evolucionado. El Cabeza Serdio y Dulio Acosta, que es nuestro entrenador ahora, le agregaron lectura al juego, cuestiones tácticas y estratégicas que eran necesarias por el desarrollo del deporte. Luego de ese bache en la formación, ellos fueron quienes dieron el impulso que permitió que el femenino volviera a ser protagonista, le dieron ese tono más profesional sin que fuera profesional.
¿Qué es lo realmente apasionante del básquetbol?
Me gusta mucho el deporte, sobre todo el colectivo. Prácticamente me crié en una cancha de básquetbol, vengo al club desde que era una piscina abierta, la cancha afuera y una cantina. Me crié en este barrio. Mis abuelas, la madre de mi padre y la madre de mi madre, eran amigas antes de que mis padres se casaran. Lo que me atrajo del básquetbol es que es un deporte dinámico y cambiante, la versatilidad de los jugadores y, sobre todo, la incertidumbre de tener la chance de ganarlo faltando tres segundos. Malvín es parte de mi infancia, de mi adolescencia y de mi pasión.
¿Cómo se están viviendo las finales?
Estamos 1-1 sin jugar bien nosotras. En el primer partido fuimos perseverantes y lo cerramos mejor, en el segundo partido seguimos sin jugar bien, y ellas jugaron muy bien, tuvieron buenos porcentajes y nos ganaron. No hay mucho para decir ni hay que dramatizar. Nos ganaron de principio a fin, más allá de que en el entretiempo nos fuimos cinco puntos abajo, y por un momento, en el tercer cuarto, llegamos a pasar por uno, nosotras no estábamos jugando a nuestro nivel. A partir del 1-0, hubo mucha repercusión, pero en ese momento, como ahora, el pensamiento sigue siendo el mismo: no ganamos nada ni perdimos nada, estamos 1-1 y el sábado se define. No sé quiénes son las favoritas. Ellas terminaron primeras en el año, nosotras tenemos lo nuestro y llegamos a la final, quizá sin ser ese Malvín del que todo el mundo habla, producto de un cambio generacional del que somos consientes. Algunas jugadoras dejaron de jugar, otras emigraron al exterior y hay otras que vienen en pleno desarrollo. Las gurisas lo asumieron. Es un año de transición, las más grandes estamos tratando de acompañar esa inserción de las más chicas, y en ese proceso tenés altibajos, pero también otras cosas: no tuvimos que salir a buscar jugadoras, todas las que están son del club. Ahí volvemos al sentido de pertenencia. Ese es nuestro plus. Yo soy profe en el club y trabajo con el masculino, Sabina y Mariana forman el cuerpo técnico de las formativas del femenino, una es entrenadora y la otra es profe, entonces en mayores comparten plantel pero son sus entrenadoras en la formación. Hay una conexión que es parte de lo que plantea el club, hay lineamientos transversales de la institución que se comparten desde los ocho años a los mayores, desde el estilo de juego y la formación siempre arraigados a los valores y a los hábitos, y eso no se negocia. Los jugadores y las jugadoras de Malvín quieren jugar en Malvín; eso va de la mano con la formación y la pertenencia, y una escala de valores que tiene el club, que son tan importantes como meter la pelota en el arito.
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