Una vez me dijo Javi, hombre grande, canoso, de esos que hablan con cierta lírica, con un manejo envidiable del español de otra época, que “es sentir que siempre se gana, si se pone ilusión y empeño en ganar. Nos ganan un partido, pero no nos arrebatan el entusiasmo. El adversario fue mejor que nosotros en el juego y ahora toca curar el amor propio, aprender y volver a pelear con fuerzas renovadas. ¡No pudo ser! Sí, pero estuvimos ahí... Volveremos para ganar”.

Sirve para la vida, pero hablaba de fútbol. Se refería a alguna de las pérdidas, claramente, una situación muy normal para la gran mayoría de nosotros. Lo interesante es el enfoque: asumir que hay algo que se va, que se escapa, que se lo lleva otro y que duele, angustia, pero con perspectiva para adelante, para levantarse, reconociendo, más que nunca, que siempre hay revancha aunque nunca sea igual.

“Siempre estuvimos en las malas, las buenas ya van a venir...”.

A Javi le pasa lo que a cualquier hincha: el fútbol incide directamente en el corazón de su humor. Anda radiante después de cada victoria; transita cabizbajo cuando lo amarga la derrota; el empate lo pone ahí, en la línea del medio. Porque no es tonto, Javi, y sabe bien que hay empates que sirven mucho y otros que no tanto. Entonces, dependiendo de la coyuntura, cuando su equipo divide puntos, se pone de buen humor.

Pero además, Javi, es bruto pillo: ante cualquier resultado mira a su tradicional rival para ver cómo le fue. Si sabe o no lo que significa alteridad no es el caso, pero ver qué hace el otro forma parte de su rosario cotidiano; lo propio, en primer término, y lo del contrario, después. Y desde ahí sí, construir(se).

Es verdad que no es lo mismo ganar que perder. También, por mucho que se fastidie cuando se lo digo, esa forma de ver y de decir es la obviedad de los exitistas. Sin embargo, le doy la razón en algo: si la copa está en el medio, hay que ganar, papá.

“Porque los jugadores me van a demostrar que salen a ganar, que quieren salir campeón, que lo llevan adentro, como lo llevo yo”.

Nacional-Peñarol, Peñarol-Nacional, dirán los entendidos, como si se tratara de democratizar(les) el poder. Como si importara, sentenciaría Javi, “si al tradicional rival no se lo llama por su nombre nunca, señor”. Esa forma de ver no te la robo, amigo.

***

De todas las formas que existen de hacerse hincha de un equipo, me quedo con la de la transmisión como herencia. Es la creencia, la filosofía, la forma de identificación y hasta de cierta idiosincrasia la que se transfiere ahí. Es la compañía, el bien común, el legado que los hace fieles a los colores. Es el cuento de las viejas glorias, de las epopeyas en otros tiempos felices, de las ganas de vestirse con esa camiseta. Cuántas veces, cada uno de nosotros –y vaya a saber cuántos más–, soñamos como unos locos ser uno de los grandes jugadores a los que se les llama ídolos.

Tal vez, el domingo caigas en la cuenta, como Javi, o como Martín o Mariana o María José, que no has parado de dar pasos para inventarte tus propias historias relacionadas al club de tus amores. Sospechar qué pasará dentro de la cancha, será una suerte para hacer pasar las horas. Recordarás aquella final ganada con el corazón en la boca, también tendrás presente la vez que no se dio, aquella que se llevó el otro debajo del brazo. El fútbol y todo lo que es. Desde el primer día en el que fuiste a la cancha hasta el próximo en el que todo puede suceder.

“Hoy tu tiempo es real, nadie lo inventa”, diría Mario. Otro, Rafael, sentenciaría que sucederán cosas que “en tu honor, por tu vuelta, porque volviste el pulso perdido a la pelea, en el arco contrario al viento abrió una brecha. Nadie, nadie, se olvida. El cielo, el mar, la lluvia lo recuerdan. Las insignias [...]”.

Si el fútbol es locura, en algún momento te encontrará gritando “qué golazo, gritándoselo en la cara a todo el Cerro, hasta que una bandera gigante del club se despliegue por toda la tribuna y quedemos ahí adentro, como felices en el silencio de no ver”, tal cual lo siente Spíndola. Porque el fútbol, como la poesía, alcanza para todos. Cálido será el mundo afuera de ese vendaval.

***

Si la semana ya no fue distinta, hoy menos. ¿Mañana? Esa sensación que sólo vos sabés. Seguramente pases por todos los estados de ánimo: ilusión, miedo, pánico, confianza, adrenalina, ansiedad. Eso que llaman pasión.

Vos sabés bien que tu cuadro hoy tiene que ganar porque el sueño es grande. Vas a agarrar la camiseta, te vas a aferrar a las cábalas, vas a buscar la compañía perfecta para ver el partido.

Tenés bien claro que el título de campeón uruguayo está al alcance de tu deseo. También sabés contra quién definís. Vas a querer ganarlo todo con tus colores, esos que te dicen a cada rato que el orgullo de pertenecer es inmensamente mayor que lo que pase un domingo de noviembre.

Nacional - Peñarol | Estadio Centenario, 16.30. Si gana Peñarol será el campeón uruguayo. Nacional debe vencer para forzar finales. De haber empate en los 90 minutos, habrá alargue. De persistir la igualdad, se definirá por penales.