Fue el partido de las rachas y las decisiones. Los de Belvedere fueron ampliamente superiores a su rival hasta que marcaron el gol en el minuto 60. Tenían el dominio del balón, abrían muy bien el juego y castigaron una inmensidad de veces al argentino Pablo Torresagasti, que se transformó en figura de su equipo. Racing, vencido y sin ideas, se metió atrás y dejó venir al negriazul, que hizo todo bien menos la definición.
Paulo Pezzolano, entrenador liverpoolense, cortó algunos circuitos cerveceros y ahí dominó el partido. Su sistema 4-4-2, con jugadores que (prácticamente) juegan de memoria, fue efectivo y letal a la hora de tenerla. Desde la banda hacia el centro, pasando por los laterales, Liverpool fue un ballet. Recién en el complemento apareció la apertura, de una forma en la que los negriazules no la habían buscado: la pelota quieta. En el tiro de esquina falló el arquero de los de Sayago y Ángelo Gabrielli entró solo en el segundo palo para mandarla a guardar. Justo y merecido.
Recién ahí, cuando quedaba bastante por jugar, Racing se despertó y con alma y vida quiso empezar a jugar su partido. Rodrigo López esta vez paró un 4-1-4-1, que lo dejó únicamente con Maicol Cabrera en ataque y con poca llegada por las bandas, algo que le costó y mucho. Pasaron pocos minutos y el cervecero consiguió lo que hacía poco buscaba. El gol lo anotó el Gitano Cabrera, pero el que lo creó fue Michel Araújo. El volante arrancó desde la mitad de la cancha por la izquierda y fue dejando rivales por el camino. Cuando llegó al área habilitó a su compañero, que la mandó a guardar para el 1-1.
El partido estaba muy abierto y hasta parecía que los visitantes tenían más resto para ir por más. Liverpool, dolido, igualmente fue paciente y siguió con la misma tónica para llevarse lo que había buscado durante todo el partido. Fue en una de las últimas y fue una locura. La pelota quedó en la medialuna con Martín Alaniz, recién ingresado, aguantándola. El de Melo no se apuró, la mantuvo y le dio para meter un amague y dejar por el camino a un rival. Cuando tuvo el espacio castigó con un misil que se metió en el ángulo para cerrar el partido con el 2-1 final. Delirio y locura en Belvedere.