La temporada para los dirigidos por Alexander Medina fue una constante prueba. Desde que el entrenador asumió (cuando terminó el campeonato 2017) se puso el ojo sobre sus aspiraciones, simplemente porque perdió dos clásicos de verano en la pretemporada, uno 2-0 y otro 3-1. El tiempo demostró que Nacional no sólo consiguió resultados en la competencia local, sino que afronta con creces su participación en Libertadores, torneo en el que debió vencer a dos rivales para llegar a la fase de grupos.
Para este campeonato Nacional mantuvo la base del equipo del año pasado y se reforzó con los argentinos Rodrigo Erramuspe, Gino Peruzzi y Gonzalo Bergessio, más Luis Aguiar, Facundo Waller –que no llegó a debutar– y los retornos de Santiago Romero y Carlos de Pena.
El Apertura lo tuvo como animador durante casi todo el torneo. Fue primero hasta la quinta fecha, en la que perdió con Progreso 2-1, en un partido que los gauchos fueron dominadores absolutos en el Parque Nasazzi. “No me sentí identificado con mi equipo”, aseguró el entrenador albo tras esa caída, que, tal vez, sin que lo supiera, fue un impulso para lo que vino después.
Luego, Nacional pasó a Peñarol en la fecha nueve, y en la décima le sacó los dos puntos de ventaja que mantuvo hasta el final del torneo. Fueron 12 triunfos, dos empates y apenas una derrota. Uno de los puntos fuertes en el esquema del Cacique fue la defensa, conformada por una línea de cuatro compacta, que terminó como la menos goleada. Nacional recibió apenas ocho goles en el torneo, con un promedio de 0,57 por partido, y convirtió 26, que representan 1,85.
El entrenador tricolor tuvo una base estructural que tomó cosas del equipo de Martín Lasarte. El esquema táctico fue el mismo, un ordenado 4-2-3-1, con referencias que fueron rotando según el rodaje en la competencia internacional. Otra vez el arco fue un aspecto clave en el equipo, y esta vez estuvo repartido entre Esteban Conde y el panameño Luis Mejía. Los cuatro del fondo mantuvieron una línea de juego, con firmeza y criterio, a pesar de los frecuentes cambios de jugadores. Las sorpresas fueron la consolidación del pibe Guzmán Corujo, en la zaga, y el crecimiento oportuno de Alfonso Espino por la izquierda.
En la mitad de la cancha se cocinó el negocio del juego tricolor. Los dos volantes centrales, compactos entre el juego defensivo y el ofensivo, mantuvieron el termómetro de un equipo que muchas veces necesitó una vía de escape. Claramente se destaca la presencia de Christian Oliva. Luego el juego ofensivo se basó en un ataque conformado por dos mediapuntas veloces, Gonzalo Bueno, Leandro Barcia, Matías Zunino o Carlos De Pena; uno como enlace, Tabaré Viudez o Sebastián Fernández; y una referencia de área, que siempre fue el argentino Gonzalo Bergessio.
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