Fue la tarde soñada para el chiquilín Agustín Navarro. Pasaron tres minutos desde que Pablo Peirano lo llamó para entrar por Federico Rodríguez y la mandó guardar. Emoción y alegría desbordante. No aparecía por ningún lado y llegó. La fuerza en el festejo de Navarro fue la de todo Danubio.
Hubo algo, casi enseguida, que estuvo cerca de opacarle su tarde: River Plate lo igualó. Ni lerdo ni perezoso, Navarro, que hacía tres minutos había convertido su primer tanto con la casaca franjeada (ya había anotado con la IASA en el primer semestre) fue por más. Esta vez con el coco, tras conectar un precioso centro de José Luis Rodríguez. Otra vez locura, otra vez fiesta. Con papá, aquel Loco Navarro que se encargaba de evitar goles, festejando con babero en la tribuna.
Danubio hizo méritos para ganar, pero casi se le escapa la victoria. River hizo un mejor primer tiempo, en el que generó chances y pudo convertir, pero pagó caro algunos errores en la transición de ataque a defensa, que fueron letales. Pablo Tiscornia paró un 4-1-4-1 que estuvo partido, y el equipo sintió la falta de conexión.
Los de la Curva, que entraron con un esquema de 4-2-3-1, mejoraron en el complemento y comenzaron a tener mayor verticalidad en el ataque. Por ahí cayeron los goles. Primero avisó Leandro Sosa con un tiro libre que dio en el palo, luego hubo un cabezazo de Sergio Felipe que pasó cerca. Y por fin vino el gol de Navarro: un rebote quedó en el área y el pibe la calzó con un zurdazo terrible. Luego lo empató River Plate. Centro al área, y Felipe cometió un grosero error. La bajó de pecho y Matías Jones, uno de los más incisivos, la pudrió. Enseguida llegó el segundo de Navarro, con un hermoso cabezazo, cambiando el trayecto del balón para darles tranquilidad a los suyos.
Danubio sigue firme en el tercer puesto de la Anual, que lo llevaría a la Copa Libertadores, aunque lejos de los dos primeros. Hoy se entusiasma con el Clausura y sigue creciendo.