Por las calles de Budapest se empezaron a ver desde muy temprano las bufandas rojas y verdes, camisetas de la selección y movimientos bien conocidos de un día de partido. En Hungría hay cultura futbolística, y hay melancolía. A pesar de no estar entre las selecciones de mayor nivel europeo ni mundial, lugar que supo estar hasta la década de los 50, ni tampoco tener una liga de clubes fuerte, el fútbol es el deporte principal. Se respira fútbol, con nostalgia, con añoranza y con nombres de jugadores como símbolos nacionales que han quedado marcados para siempre. Uno de ellos, el que lleva el nombre del estadio: Ferenc Puskás.

Las puertas se abrieron a las cuatro de la tarde, y tres horas antes del partido las calles de del entorno ya estaban llenísimas. Cada metro que llegaba a la estación depositaba a cientos de hinchas que tenían su entrada desde octubre, cuando se pusieron a la venta y en menos de una hora se agotaron. A pesar de creer que es de tarde, es noche cerrada, y dentro del estadio hay juego de luces, show musical, varias canciones de los hinchas. Espectáculo, porque hemos llegado a ese punto que ya no se concibe una inauguración de estas características sin algo más que el partido de fútbol.

El equipo húngaro entró al son de Bon Jovi, It's my life elevó la media de los decibeles cuando entraron a calentar los futbolistas. Fueron saludando tribuna a tribuna, sabiéndose los futbolistas que están viviendo un momento histórico del fútbol húngaro.

Uruguay entró a jugar a la cancha de blanco y con Fernando Muslera; Giovanni González, Sebastián Coates, Diego Godín, Matías Viña; Federico Valverde, Rodrigo Bentancur, Brian Lozano, Brian Rodríguez; Luis Suárez y Edinson Cavani. El partido 201 del Maestro Tabárez al frente de la selección uruguaya volvió a tener mucha juventud. Además de la clásica línea de 4 defensiva, un doble cinco central y dos futbolistas haciendo la banda; arriba Suárez y Cavani.

De arranque se animó Hungría, aprovechó el espacio y contragolpeó, fue esa la estrategia que usó durante el partido. Pero Uruguay se acomodó y empezó a usar la zona derecha del ataque, combinaron bien por derecha Giovanni González, Brian Rodríguez y Suárez, pero al 9 se la sacaron justo cuando estaba dentro del área. Unos minutos después la triangulación se repitió y Suárez remató el primer tiro al arco que atajó muy bien el arquero Dibusz.

La vuelta de Suárez a la selección tras las ausencias en los amistosos contra Perú y la lesión que sufrió jugando para Barcelona lo tuvo muy activo desde el arranque, como siempre. Se volvió a perfilar al borde del área y pateó por arriba del travesaño.

Desbordes

Recién iba un tercio del primer tiempo y Matías Viña hizo un gran desborde por izquierda, tiró un caño que la tribuna elogió y levantó un centro muy preciso al segundo palo, allí estaba Cavani para hacer el primer gol del partido. Cinco minutos después, la pelota le llegó por izquierda a Brian Rodríguez, que amagó a patear de zurda y se llevó la pelota limpita para su pierna derecha y la cruzó al ángulo contrario. Un golazo.

Tras una falta que le cobraron a Godín, la selección húngara elaboró una buena jugada por derecha que terminó definiendo muy bien dentro del área Adam Szalai. El estadio, que no había nunca parado de cantar y alentar, estalló en un grito de felicidad. El primer grito de la gente en el Puskás Arena, varios lo podrán contar dentro de unos años tomando algo en uno de los ruin pub de las orillas del Danubio.

Si las emociones se venían viviendo desde temprano, los goles fueron intensidad pura. Y tras los goles iniciales, el bajón pos festejos. Uruguay quedó muy separado entre líneas y si bien siguió intentando por el centro de la cancha con Valverde y Bentancur, las bandas ya no tuvieron la misma llegada. Lozano, de gran desgaste por las bandas, también fue importante para defender algunas pelotas perdidas.

Mientras, los húngaros cerraban bien las líneas de juego celeste y estaban envalentonados por el gol del descuento. Cada avance se vive con intensidad. El sonido surround colectivo es la expectativa de la gente, esa expresión natural que se siente desde la tribuna cuando hay sensación de peligro.

Cambios

“Ferenc Puskás es el diamante más resplandeciente del equipo de oro, no hay en ello ninguna ironía, hijito mío”; dice la conversación madre-hijo que publicó el escritor húngaro Péter Esterházy en su novela Sin arte, dedicada al amor por el fútbol de su mamá. Y a ella no se lo quiso discutir. Por algo el estadio lleva su nombre. El equipo de oro marcó a la sociedad húngara y Puskás es el sello. En el entretiempo un homenaje se proyectó una entrevista de archivo al delantero y varias fotos ilustraron el momento. La gente se rompía las manos aplaudiendo.

El segundo tiempo empezó con Maxi Gómez en lugar de Luis Suárez, y como si estuviese calcando situaciones, el delantero del Valencia tuvo dos muy buenas posibilidades que no pudieron terminar en goles.

Como siempre pasa en estos amistosos, los cambios consecutivos modifican el juego. El partido se hizo más entrecortado y con menos llegadas a los arcos. Tabárez les dio ingreso a Vecino, Torreira, Laxalt, Stuani y Pereiro en ese orden. El italiano Marco Rossi hizo otras seis variantes, una de ellas por la lesión del futbolista que juega en el equipo de los húngaros de Eslovaquia, el FC DAC 1904.

El grito-cántico desde las tribunas ahora sonaba en stereo, centenarizando iba desde la Ámsterdam a la Colombes. Unos gritaban y los otros respondían. Si la lengua de origen ugrofinés es muy difícil de entender, más todavía desde los cánticos de la tribuna.

Uruguay controló el segundo tiempo, y tuvo posibilidades de aumentar varias veces. El partido terminó y la selección logró ganarle por primera vez en la historia un partido oficial a Hungría, la misma que nos ganó por primera vez en la historia de los mundiales.

En realidad, una historia muy diferente.