Un miércoles de invierno con 2ºC de sensación térmica. En las inmediaciones del estadio Centenario entrena la primera del femenino de Montevideo Wanderers. En la práctica están Loreley López, delegada, junto al ayudante técnico Daniel Tesures y a la entrenadora Michelle Acosta, además de algunos allegados e hinchas del club. Las jugadoras corren alrededor del Monumento Histórico del Fútbol Mundial para entrar en calor. A la tercera o cuarta vuelta empiezan a dejar de sentir frío.
Leonas bohemias
Wanderers es uno de los viejos equipos del fútbol femenino uruguayo. En 2003 y 2012 obtuvo el subcampeonato. Hace dos años volvió a integrarse en la primera categoría, y también en sub 19 y sub 16, bajo la dirección técnica de Fernando Sánchez.
Las jugadoras de primera tienen entre 19 y 39 años de edad; según Michelle “todas entrenan a la par y a todas les exigimos por igual, porque en definitiva todas quieren lo mismo, jugar los partidos”.
El equipo no tiene apoyo del club y debe hacerse cargo del transporte en cada partido, excepto cuando se juega fuera de Montevideo, caso en que la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) pone un ómnibus. Aunque las jugadoras pueden consultar al doctor de primera masculino, este no está presente en los partidos.
Lo que Wanderers les da a las chicas es la posibilidad de entrenar los lunes en una cancha en el ex cuartel de Casavalle. Tesures consiguió las canchas del baby fútbol del club Brandi, que utilizan los jueves. El resto de los entrenamientos se hace en lugares públicos, por lo general en el Centenario o en el Prado.
Para Loreley y Michelle el objetivo principal del equipo para este año es mantener la categoría. Para la DT, en particular, el equipo que compite hace dos años está en desventaja respecto de varios de los cuadros que se presentaron esta temporada: “Se armaron de otra forma, con técnicos conocidos, con jugadoras con mucha experiencia”. En principio aspiraban a terminar entre los cuatro o cinco primeros de la divisional B, pero ahora la competencia “quedó partida entre los equipos que tienen más ventaja”.
Poder vivir de la pasión
Loreley es la delegada desde hace dos años. Se hace cargo de la indumentaria, de la fijación de partidos y de toda la documentación. Empezó jugando en 2017 hasta que entendió que prefería “ayudar desde afuera”. Ve a la primera del femenino como un “plantel sólido de buenas compañeras” y tiene la idea de que “a futuro las chiquillas cobren sueldo, algo que es muy importante para ellas”.
Profesionalizar al equipo está en los objetivos del cuerpo técnico y en la ilusión de cada piba que dedica más de 12 horas a la semana a entrenar para llegar al fin de semana y seguir jugando al fútbol, a cambio de la satisfacción personal que genera hacer lo que a una le gusta.
Las chicas terminan de entrar en calor cuando Michelle, Michi, alza la voz para indicar que hay que estirar: se viene la segunda parte del entrenamiento. Una ronda de mujeres elongando finaliza cuando la DT de 24 años coloca varios materiales en el suelo para dar continuidad al trabajo físico.
Es el segundo año que Michi lidera al conjunto. Hace tres años, mientras jugaba en Wanderers, la AUF armó una propuesta para jugadoras ofreciendo becas en la Asociación Cristiana de Jóvenes para el curso de DT. Si bien jugar es su pasión, en este momento es directora técnica por “una cuestión de cantidad de jugadoras”. Lo que la institución estableció este año es la política de un entrenamiento obligatorio a la semana. Quien no lo cumpla no puede ser citada el domingo: “Lo hacemos por un tema de compromiso, con la jugadora y con el equipo, para mantener el número de compañeras y para no vernos las caras sólo los domingos”. A la vista está: no es por gusto que entrenan a las 20.30 en pleno invierno. Todas las jugadoras trabajan.
Desde el año pasado Michi dirige e ingresa a la cancha. Este año la AUF puso una restricción a esta doble tarea. Como para ella no es un impedimento dirigir y jugar, consiguieron “una compañera que firma como DT”. “Los entrenamientos y partidos los dirijo yo, dentro y fuera de la cancha”, explica.
Michi tiene cinco hermanos y una hermana. Las dos chicas juegan al fútbol y su familia siempre las apoyó porque su padre es fanático del deporte. Ella empezó a jugar a los ocho años en el fútbol infantil mixto en el Club Iriarte de Nuevo París.
Entre las camisetas que defendió están las de River Plate y Bella Vista. Además, estuvo dos años en la preselección: aunque no pudo quedar, fue una experiencia que la “marcó mucho”, recuerda.
“Para las mujeres nunca estuvo fácil. Yo arranque a los ocho pero hasta los diez no pude jugar un partido porque estaba el tema de que ‘si la nena se lastima quién le va a tocar la pierna para curarla’. Por suerte a los dos años vino la primer mujer que dirigió en ese equipo y nos abrió las puertas de la cancha, a mí y a otra niña, fundamental porque en un club tan chico, en el que éramos cinco o seis en las prácticas, no podíamos jugar partidos, preferían ir a buscar jugadores para los partidos que ponernos a nosotras”, explica.
De 25 jugadoras que hay hoy en el bohemio sólo cuatro fueron a la escuelita de fútbol, otras tantas hacían fútbol 5 y por vez primera pasaron a una cancha de fútbol 11 cuando llegaron a este equipo. En este contexto Michi cree que recién en unos años se empezarían a ver frutos de las nuevas escuelas y cuadros con formativas que están surgiendo para mujeres.
“Recién ahora hay campeonatos femeninos para las sub 12 o 14, entonces en unos años se va a notar una competencia mucho más justa que la que hay entre los equipos de primera hoy día”, afirma.
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