Se habla del éxito, últimamente. Alguien lo vio pasar por Leeds después de mucho tiempo. A propósito de la exitoína y las urgencias temporales, Marcelo Bielsa alguna vez dijo: “Me siento mucho más cercano al equipo que recorrió la adversidad que al que recorrió el éxito. Porque mientras el que recorrió el éxito salió dañado, el que recorrió el fracaso van a ver que sale fortalecido”.
Bielsa no saca el cuerpo cuando lo apuntan con flechas. Atendió ese teléfono hace rato y ayudó a muchos cuando las cosas no salían: “No permitan que el fracaso les deteriore la autoestima. Cuando ganás, el mensaje de admiración es tan confuso, te estimula tanto el amor hacia uno mismo, y eso deforma. Y cuando perdés sucede todo lo contrario: hay una tendencia morbosa a desprestigiarte, a ofenderte, sólo porque perdiste. En cualquier tarea se puede ganar o perder, lo importante es la nobleza de los recursos utilizados, eso sí es lo importante; lo importante es el tránsito, la dignidad con que recorrí el camino en la búsqueda del objetivo. Lo otro es cuento para vendernos una realidad que no es tal”.
Hay veces que habla en plural. Reconoce, tal vez, que debe ser uno de los pocos directores técnicos –si no el único– que tiene hinchas propios. Eso se parece a compartir la locura, y la locura sólo se comparte entre amigos. Entonces él, como si fuera un todos, concluye que “deberíamos aclararle a la mayoría que el éxito es una excepción. Los seres humanos de vez en cuando triunfan. Pero habitualmente desarrollan, combaten, se esfuerzan, y ganan de vez en cuando. Muy de vez en cuando”.
Sabe bien Bielsa, y saben en los lugares donde “no ganó nada”, que el éxito y la felicidad no funcionan como sinónimos. Basta con preguntar en Bilbao, en Rosario o en Buenos Aires. La felicidad, ese rato o esa eternidad, no se olvida. “El trabajo que yo hago se trata de convencer. Y uno convence proponiendo un estilo que es el que se recorre para la búsqueda de los objetivos”, expresó una noche.
Habla de fútbol, Bielsa, y por eso inmortalizó que “cuando el futbolista queda tan obligado a ganar como sea, tarde o temprano se pervierte”. Y sigue: “El fútbol está concebido así, tiene que haber o una gran alegría o una gran tristeza. Derrota o victoria, sangre o aplauso son valores muy caros al ser humano”. Y también va más lejos: “Estoy absolutamente convencido de que la fama y el dinero son valores intrascendentes. Pasa que claro, nos los describen con un peso tan significativo que parecería imposible resistirse a valorarlos”. Pero siempre es para sacar claridad: “Si el cuadro gana, el hincha se euforiza en su vida personal, particular. Si el equipo pierde, se deprime proporcionalmente, afectando todas sus actividades. Entonces, eso hace que perder o ganar sea muy importante, y esa presión se acumula [...]. Cuando vivís presionado por esa vorágine [...] terminas pagándolo con algún desequilibrio en tu vida personal”.
Se habla de Bielsa, últimamente. Se cuentan campeonatos ganados y otras cosas, pero nunca con la totalidad de los datos sobre la mesa. El DT sabe que a veces provoca cosas que no desea, entonces dice (con sinceridad e ironía) que le “cuesta mucho interpretar mis decisiones y poder explicarlas y justificarlas, y con eso tengo suficiente como para entender que no debo interpretar a otros, que tienen el mismo oficio que yo y que tendrán sus argumentos, harán sus análisis. Yo no puedo, desde afuera, involucrarme en evaluar ese tipo de cosas”.
La primera reunión para convencer a Bielsa de que fuera técnico de Leeds duró casi 12 horas. No hablaron de plata. El argentino sabía todo del club: sabía los lugares de la cancha donde debería reforzarse el equipo. Lo primero que les dijo a sus nuevos jugadores fue: “Si no aceptan lo que vamos a hacer, pueden irse a hacer otra cosa”. Una vez mandó vichar un entrenamiento del rival y lo descubrieron: pidió perdón y pagó la multa. Otra, el año que no ascendió por escasos puntos, ordenó a su equipo dejarse hacer el gol porque antes habían convertido con un rival en el piso. Bielsa caminaba cinco kilómetros para ir a entrenar. Alguien se le cruzó en el camino y le dijo: “Tú eres Dios”. El Loco contestó eso hace tiempo: “No inventé el fútbol ni soy Dios. El fútbol va a seguir conmigo y sin mí. Y no es falsa modestia”.