El Campeonato Uruguayo de la Segunda División Profesional comienza este miércoles con su extensa jornada en el Charrúa, con un partido al mediodía, a las 12.00, entre Villa Española y Albion. El segundo juego, como todos los de esta semana y la otra, siempre en el mismo Charrúa, será Sud América-Rocha a las 14.30. El último partido de la jornada en las pantallas de Tenfield será Rampla Juniors-Racing a las 17.15, un partidazo entre dos históricos que siempre quieren estar apenas de paso por ahí.
El jueves sigue el continuado de las pantallas de VTV, siempre sobre césped sintético, con los partidos entre Central Español-Cerrito a las 12.00, Atenas de San Carlos –que resignó su localía para jugar todos sus partidos en Montevideo– con Tacuarembó a las 14.30, mientras que a las 17.15 Villa Teresa recibirá a Juventud de Las Piedras –el único de los clubes que no resignó ni uno solo de los partidos que deberá jugar como local– en su Parque Artigas de la ciudad pedrense.
El campeonato se jugará a dos ruedas todos contra todos, y de esa disputa los dos primeros ascenderán directamente a la A. El tercer ascenso será en régimen de play off entre los cuatro clubes que ocupen de la tercera a la sexta posición. Habrá un descenso directo a la C, mientras que el penúltimo deberá defender su lugar en la B jugando un repechaje con el segundo de la C.
Gran Hermano
La B no podrá ser nunca este Gran Hermano continuado de césped sintético. No es un shopping, no es una feria de autos usados. La B somos nosotros, son los clubes, sus barrios y algunas instituciones que están lejos de los bingos o las kermeses y cerca de la bolsa y los papeles de Panamá. Acá lo seguimos discutiendo porque podemos, porque estamos vivos, y entonces eso mismo nos da un argumento casi categórico: que nos internalicen que el fútbol es todo, que sin él no podemos vivir, no es más que una estrategia de marketing colosal impuesta por los vendedores del fútbol, que no son el fútbol.
Lo podemos discutir. Lo que no discutiremos es que en Uruguay cientos de miles de nosotros y nosotras esperábamos que volviera a rodar la pelota. No de esta forma, pero bueno, si no hay otra por ahora, si hay que comer el asado al horno, si hay que jugar al truco sin muestra, si no vale chumbear le damos así, detrás de la pantalla, gritándole al televisor y comentándolo por Whatsapp.
La vida de los sábados
El campeonato hay que jugarlo. Está bien, es un engranaje indispensable en el marco de la competencia. Es un laburo que no dará para la gran vida, pero que es lo que cientos de muchachos honran. Es una fábrica que no puede cerrar. Pero planteada su disputa así, casi como un negocio de su concesionario televisivo, es también una telenovela turca o chilena colocada en sustitución de la de la Globo. Te ponen ¿Quién se robó mi vida? o ¿Qué culpa tiene Fatmagül? en lugar de Avenida Brasil o Imperio. Es una absurda y burda aspiración de fútbol boutique en continuado en las pantallas de televisión, en el set del Charrúa, del que cuelga aún la escenografía del programa anterior.
¿Y qué si no somos más que un par de cientos de miles los que hemos vivido en las entrañas de ese limbo, purgatorio y hasta paraíso? ¿No valemos tanto como ustedes, que tienen sus tiempos compartidos en la Ámsterdam o la Colombes? La B es un espacio de sueños y dramas, de dolores y alegrías. La B es el pueblo, es el barrio, es la unidad básica de la calle, con los yuyales, los maníes y las tangerinas, las tortas fritas y los mostradores.
Del fútbol heroico
¿Conocen la génesis de la segunda división en la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF)? En 1902 se fundó River Plate FC. Eran una muchachada que jugaba en los campos que iban desde el puerto hacia Capurro. Dicen los hermanos Magariños en su obra Del fútbol heroico que “todos ellos eran gente humilde, trabajadores, canillitas y estibadores”. Cuando se quisieron afiliar a la liga, los otros clubes de la AUF calificaron la idea como una “pretensión inaudita”, porque “¿cómo iban a alternar y a pecharse y darse de patadas los hijos de familias bien con trabajadores, estibadores y canillitas? ¡Imposible!”.
Entonces se llegó a una solución: se formó un campeonato de segunda, que sin embargo tenía un reglamento de excesiva severidad y que hacía altamente improbable el ascenso a la A: para que un club pudiera subir a la primera categoría debía ganar por tres veces consecutivas el Uruguayo de Segunda División. Imaginan que, obviamente, el viejo River lo logró, subió a la A y, un par de años después, fue por primera vez campeón uruguayo de la A.
El mundo de la B es un barrio en el mundo. La B es el rey del maní en su carrito mitad bicicleta mitad tanque, gritándole de la explanada al Pato a dónde tiene que mandar el centro. La B es un jardincito frontal de una casa de bloques con olor a jazmines y tuco, con unas cumbiambas y mate lavado. La B es el canchero fogoneando la caldera a leña y su hijo jugando de 5 de cuarta a primera. La B es el hueco del alambrado, los vestuarios abovedados como si Dieste hubiese pensado su obra con placas acanaladas de dolmenit. La B es esperar el sábado más que el baile, es recorrer los barrios, bajarse mal del bondi. La B es la escuela del arte de bajar en segundos tres o cuatro escalones-gradas para quedar junto al línea y ofrecerle su versión discordante de la sanción de aquel orsái.
La B es el callejón sin salida del Fossa, el murito del Palermo y el Méndez Piana. La B es un viaje de una hora en un COETC. La B son niños y niñas que corretean por la explanada de la tribuna mientras sus mayores gritan o cotillean entre mates, roscas de chicharrones, pastelitos de dulce y tortas de chocolate emergentes de plásticos envases de helados Crufi travestidos de táper.
La B es una transferencia por 500 costillas vacunas, un gol de arco a arco o un jugador al que le tiran un sutién. Es el Panza dibujando por la zurda, el Mamaso sacándola de un dedazo del estadio o el Loco gambeteando de arco a arco haciendo un gol que ni Maradona hubiese hecho, para que un cuervo anule aquella maravilla porque le pareció ver mano o foul.