Como bien dice en las palabras preliminares a “La mano de Diego”, Micaela, su autora, nunca fue futbolera. Pero es argentina y desde que entendió que Argentina era una país y que ahí había nacido, supo que existía Diego Armando Maradona. Dice de la muerte del astro que es un duelo que no sabe cuándo va a terminar o si va a terminar alguna vez, y además dice haberse dado cuenta de que no concebía la vida sin Maradona, “porque Maradona está en todo”. Cuánto hay de feminista en eso es una pregunta que ya ni siquiera se hace. Lo cierto es que curtió el maradonismo en los cientos de viajes que hizo por el mundo, porque el mundo conoce a Maradona antes de conocer a Argentina o de saber incluso cómo se pronuncia o en dónde queda. Y curtió el fútbol casi sin quererlo, porque sigue prefiriendo ver una película a 90 minutos de once contra once. Pero entendió de sus hermanos el amor por el juego, en los llantos de emoción o en el eterno grito de un gol de Agudiak para Villa Mitre de Bahía Blanca. El libro, de próxima salida por Tajante Editorial, relata historias en que la palabra Maradona aparece como un idioma común que empata todas las almas, en los confines del planeta. Micaela Domínguez Prost habló con Garra con la certeza de que hay amores que son inexplicables.
“El Maradona que vos y yo conocemos no tiene nada que ver con la idea que puede hacerse un chino o un iraquí sobre él”.
¿El libro está escrito para que se entienda lo que le pasa a la gente con Maradona?
Creo que también escribí el libro para tratar de entender yo qué le pasa a toda esa gente con Maradona. Aunque sigo sin entender qué es. Porque puedo entender por qué le llega a un argentino o a una argentina, incluso por temas históricos, políticos, por una reivindicación nacional en cierto sentido, pero una persona de Chad o de Nigeria es otra cosa, porque simplemente lo vieron jugar, o ni siquiera. Siempre está esa comparación con Messi, pero lo que sucede es que de Messi uno puede buscar cada gol o cada partido en internet y verlo, en cambio con Maradona es otra cosa. Hay una historia en el libro que sucede en Níger en 1984, incluso antes del Mundial del 86, y ya la palabra Maradona tenía su peso. ¿Qué habían visto entonces? A algunos incluso sólo les habían contado. En África, por ejemplo, con la tradición oral ya es suficiente. Podemos creer que conectamos con lo mismo, pero en realidad no, el Maradona que vos y yo conocemos no tiene nada que ver con la idea que puede hacerse un chino o un iraquí sobre él.
En el libro queda de manifiesto el hecho de no saber qué es lo que se imagina esa gente sobre Maradona, pero tampoco parece importar tanto.
Hay algo que pasa en la cabeza y en las emociones. Cuando entrevisté a una mujer que está en China y le pregunté por qué había nombrado a Maradona en determinada situación, me dijo que no sabía por qué, pero que después de hacerlo “se les destrabó la cabeza” a quienes no la entendían. Eso graficó muy bien lo que le pasa a la gente, hay algo que es a nivel mental y emotivo, un clic del cual solamente ves el resultado, porque para saber qué es lo que genera habría que entender mucho más sobre esas posturas o realmente poder ir a esos lugares y en esos tiempos.
En el prólogo decís que nunca fuiste futbolera pero que supiste quién era Maradona cuando supiste que Argentina era un país y que ahí habías nacido vos, ¿cuánto hay de esa argentinidad en lo que captan los personajes del libro sobre Maradona?
Nací en el 86 y recién cuando murió Maradona me di cuenta de que yo no concebía la vida sin Maradona, porque Maradona está en todo. O estaba en un programa de tele que era una bizarreada, o de repente llegaba Bush a Argentina y Maradona organizaba una contrapropuesta con Chávez. Fantástico. O se peleaba con alguien de la farándula, o promocionaba una marca, y todos los niños querían ser Maradona. No pasaba desapercibido, o lo odiabas, o lo amabas, siempre estaba generando algo. Cuando murió yo llevaba escrita la mitad del libro, y ahí me di cuenta de cuánto tenía que ver con mi sentido de identidad. No vivo en Argentina desde los 17, y hay un montón de cosas que te das cuenta de tu país cuando ya no vivís en tu país. Te vas dando cuenta de los rasgos que tenés, y Maradona era una parte importante de lo que la gente creía saber sobre mí, era de las primeras conversaciones que tenía con quien fuera. Entonces fui conociendo más a Maradona, y a Maradona en mí, como representante argentina en el mundo. Más allá de esa cosa pasional o de adoración extrema, Maradona es un porcentaje altísimo de lo que es la argentinidad para muchas generaciones.
“A Maradona le debo el haber quedado bien parada en muchos lugares sin haber hecho nada”.
Incluso algunos personajes del libro pueden no saber ni dónde queda Argentina o cómo se pronuncia, pero sí saben quién es Maradona.
Creo que seguimos haciendo el duelo. Todavía lloro cuando veo cosas de Maradona. Como que no puede ser que se haya muerto. Es un duelo que no sé cuándo va a terminar. Hasta me sorprendió la dimensión del propio dolor. Sabía que me iba a entristecer, pero no sabía qué tanto. Me pegó muy mal, y creo que a mucha gente le pasó de no entender esa angustia tan gigante. ¿Viste cuando alguien se muere y otro dice que se le murió una parte de su vida? En este caso era más cierto que otras veces. Maradona es nuestra carta de presentación viajando por el mundo. Incluso cuando hay un prejuicio negativo con los argentinos, Maradona equilibra la balanza para el otro lado. O sea, sos argentina, pero también sos del país de Maradona. No me gusta hacerme cargo de los logros de otra gente, ni de los logros de Borges como argentino, ni de dónde nació Gardel, pero a Maradona le debo el haber quedado bien parada en muchos lugares sin haber hecho nada.
¿En esa concepción de la gente del mundo sobre Maradona también aparece la pobreza como un contexto clave?
Siempre está la historia del pibe del contexto crítico que se vuelve millonario o famoso, pero no todos tienen la misma forma de vincularse con su origen, y eso también es interesante de Maradona. Hay otros que se olvidan de dónde vienen. Había cosas que pensaba y dejé de pensar hablando con gente, haciéndome la pregunta de por qué Maradona genera lo que genera en todo el mundo, especialmente en países que están o estaban en contexto de guerra o que fueron colonias o donde hay mucha pobreza, o que están en lugares donde está todo mal y la única lucecita es Maradona. Da como una idea de esperanza, pero ¿por qué no lo generan otros jugadores? Fui descartando la pobreza como una posibilidad de explicación. Maradona tenía un compromiso político bien marcado. No sabemos lo que opina Messi de lo que pasa en Palestina. En cambio, Maradona dijo “yo soy palestino de corazón” y hay pintadas en Palestina con esa frase. Tomaba partido por todo, era amigo de Chávez, era amigo de Fidel, odiaba a Bush; conflicto que había a nivel mundial con dos bandos, él iba y decía de qué bando era. Y ese compromiso, ese involucramiento con el mundo, llevó a un interés más cercano a la gente y a una identificación plena.
“Maradona es un personaje que está pintado en un mural en la única pared que queda en unas ruinas en Siria. Nadie abarca tanto en el mundo, ni siquiera el papa”.
¿Hay una respuesta para la pregunta de qué es lo que representa Maradona?
Es buscar algo que sigue siendo inentendible y que nunca vamos a entender. Maradona es un personaje que está pintado en un mural en la única pared que queda en unas ruinas en Siria. Nadie abarca tanto en el mundo, ni siquiera el papa. Maradona no es sólo Occidente y Oriente, determinadas culturas, religiones e intereses, porque yo ni siquiera miro fútbol.
¿Cómo es el proceso creativo para generar esa cuestión descriptiva de lugares tan tangibles como lejanos?
Me ponía a mirar videos para adentrarme en esos lugares y en esas historias. Fue como viajar, en plena pandemia, estar encerrada en mi casa y a la vez estar en Praga contando una historia. Algunas cosas, por ejemplo, el relato de Pedro Monzón, las contaron ambos. La de que Monzón le pidió a Maradona que le hiciera hacer un gol, o la de que Monzón se arrancó la camiseta en dos pedazos para pelearse con los italianos. En cambio, el hecho en sí de que Monzón se iba a matar sólo lo contó Monzón. Entonces no sé si Maradona sabía bien lo que estaba haciendo. Es muy difícil lidiar con el pueblo que espera que saques a tu familia adelante. Y Maradona también se identifica con Monzón, como con tantos otros que la habían pasado como él. Cuando buscaba las historias, buscaba algunas cosas en particular, por ejemplo, que las historias las protagonizaran mujeres y no sólo hombres. También había ciertos países que me interesaba que estuvieran representados de alguna forma, por ejemplo, Inglaterra o Brasil. En la historia de los hermanos Funes conecté con la desesperación de tener una persona muy querida en coma y lejos. Los entrevisté a los dos por separado y tenían visiones muy distintas. Uno sin muchos recuerdos, y el otro me contaba que llevaba cositas para que oliera a ver si se despertaba el hermano. Esa cosa de mezclar ciencia con magia, cuando estás desesperado buscás en todos lados. Y el hermano probó todo para que se despierte, y lo que funcionó fue Maradona. Es hasta más eficiente que una deidad.
¿Qué tan importante es que el libro lo escriba una mujer?
Cuando murió Maradona aparecieron un montón de notas sobre cómo pueden ser compatibles el feminismo y el maradonismo. Mucha gente percibe una dualidad cuando alguien hace algo que está mal, o [hay que] cancelarlo definitivamente y no hablar más de él o estar a favor de lo que hizo. Y es más complejo que eso, especialmente cuando el amor está involucrado. Sea una persona famosa, o un amigo o tu padre o quien sea, las emociones tienen un rol difícil de entender, porque se generan contradicciones a nivel interno. Y creo que con Maradona pasa algo así, hay mucha gente señalándolo. A mí lo que más me molesta es que cuestionen el llanto o la tristeza. Eso no tiene sentido. Podés decir “no podés defender esto, o debés defender esto otro”, pero no podés cuestionar a alguien que se ponga triste o que llore, porque eso es una emoción, salvo que esa emoción la reprimas. Y reprimir una emoción es violento. Después, sí, podemos debatir; yo me lo cuestioné, reflexioné y llegué a una conclusión que es un libro que está por salir. Y puedo hablar sobre la importancia de Maradona y también puedo hablar de cosas que cuestiono de él. Pero no hay lugar para cuestionar lo emocional. Es mucho más complejo que el amor o el odio, le agradezco o lo aborrezco, con Maradona se superponen muchas cosas. A mí no me importa que lo detesten, ni salir a defenderlo, ni defenderme a mí como feminista. Hay una idea de que el feminismo es uno solo o que hay una forma correcta de ser feminista, y entonces venís como con un pack de cosas y gente que te tiene que caer mal o bien, y en realidad se puede ser feminista y ser maradoniana, no hay un manual y no hay una forma única.