Venía de un pago muy frío,
traía enferma mi guitarra.
Tal vez extrañaba el nido
de cobijitas moradas,
donde juntos aprendimos
a modelar la chamarra
a semejanza del pueblo
pa que por el pueblo hablara.
Parece uno de los mejores finales que uno le podía encontrar a un guion que se había desmadrado y se alejaba de una finalización justa, afectiva, merecida.
Cristian Cebolla Rodríguez, el futbolista sabalero que desde hace dos décadas, casi todo lo que va del siglo, viene generando encuentros y emociones a través de su noble mezcla de capacidad técnica y esfuerzo, no se despedirá en Peñarol, el cuadro de sus amores, que por la razón que sea no le dio la posibilidad de seguir jugando allí, pero jugará en el club de su tierra, de su departamento.
Plaza, equipo de Colonia del Sacramento, pero el único club coloniense en la Asociación Uruguaya de Fútbol, anunció la llegada del Cebolla, que con una larga lista de clubes de primer nivel en su pasado y una extensa trayectoria con la celeste pasará ahora a ser patablanca.
No jugará en el Campomar, el estadio de su pueblo, Juan Lacaze, pero estará en su tierra, a sólo 50 kilómetros de su ciudad. Con su gente, a su aire, ese que es distinto al de París, Madrid, Buenos Aires y Montevideo.
Al final, hay justicia poética, y está bien que así sea.
Qué lindo es volver al pago
y encontrar lo que hacía falta:
cariño, amor y consejos,
calor de hogar y esperanza. [^1]
[^1] “La sencillita”, de José Carbajal, el Sabalero.